El 1° de mayo en tiempos de pandemia

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El 1° de Mayo es un día especial para todos los y las trabajadoras del mundo, aquellos que tienen trabajo, los que lo anhelan y también los retirados. Recordamos las reivindicaciones obreras de fines del siglo XIX donde los y las trabajadoras reclamaban una jornada limitada de 8 horas diarias, derecho inexistente en esa época. Estas presiones obreras provocaron que el presidente de Estados Unidos, Andrew Johnson, les otorgara el derecho de tener una jornada limitada.

La resistencia empresarial desencadenó una protesta obrera en la ciudad de Chicago con una convocatoria nunca antes vista que terminó en represión, en la muerte de muchos manifestantes y la condena de ocho personas, conocidos como “los mártires de Chicago”, acusándolos de ser los responsables de los episodios.

Este 2020 encuentra celebrando el 1° de Mayo a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras del mundo aislados en sus casas por la pandemia de Covid 19. Sin dudas es un 1° de mayo especial que nos invita a pensar el mundo del trabajo en su totalidad.

La pandemia genera consecuencias negativas para la mayoría de los sectores de la economía y por consecuencia en el mercado de trabajo mundial.

La Organización Internacional del Trabajo emitió un informe a principios del mes de Abril. En él destaca que hay un 38% de la población económicamente activa mundial que será perjudicada de manera directa por pertenecer a los sectores más afectados por esta pandemia y las medidas de aislamiento obligatorio que tomaron muchos países. También se espera, en el segundo trimestre de 2020, una reducción del empleo mundial del 6,7%, lo que equivale a la pérdida de 195 millones de trabajadores a tiempo completo. Según este informe estamos ante la peor crisis mundial luego de la Segunda Guerra.

Este contexto no solo coloca sobre la mesa de análisis al desempleo, sino también las condiciones de trabajo de aquellos que deben seguir trabajando, como por ejemplo el sector de la salud. El desafío, entonces, no es sólo proteger la pérdida de empleo sino también la protección de los trabajadores que siguen activos.

A la problemática mundial debemos sumarle la realidad Argentina. Recibimos esta pandemia y el aislamiento obligatorio con un mercado laboral amesetado, producto de una economía que no crece hace años, con problemas serios en materia de cantidad y calidad de empleo. Según los últimos datos que arrojó el INDEC, solo el 50% de los ocupados son asalariados formales y el otro 50% está formado por trabajadores no registrados (25%) y cuentapropistas (25%).

Tenemos un mercado fragmentado y dicotómico que, por un lado, no llega a cubrir la demanda de personal calificado en algunos sectores como la ingeniería o el software y, por otro lado, contamos con muchos trabajadores y trabajadoras no calificados con imposibilidad de ser absorbidos por el mercado formal.

Un mercado de trabajo con estas características preocupa aún más porque una proporción importante de la población queda fuera de los sistemas de seguridad social que da el empleo registrado y no cuentan, por ejemplo, con una obra social y el amparo del derecho del trabajo.  

El Estado y los Sindicatos se ven obligados a intervenir para amortiguar los efectos de esta crisis. El diálogo tripartito tiene que ser el camino para buscar alternativas que permitan cruzar este río todos juntos. La crisis que estamos atravesando puede ser una gran oportunidad para fomentar la cohesión sectorial y el acuerdo de intereses.

Hoy tal vez no haya mucho que celebrar, pero sí podemos aprovechar para ejercitar la memoria sobre aquello que sucedió hace más de 100 años y utilizarlo para impulsar al diálogo social y a generar propuestas desde todos los sectores para descubrir cómo podemos tener más y mejor empleo.

* Responsable de la licenciatura en Recursos Humanos de UADE

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