City of Joy: mujeres sanando mujeres 

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En ningún tiempo de la historia de la Humanidad ha sido fácil ser mujer, el patriarcado se encarga de hacernos la vida insoportable con su misoginia y machismo; desde el inicio de los tiempos se emprendió una guerra contra las mujeres que conforme pasan los siglos crece en lugar de desaparecer; porque somos el peor enemigo de los cobardes que temen a nuestra fuerza, capacidad, inteligencia, entereza y resistencia. A lo que somos capaces de hacer si llegáramos a gobernar el mundo en lugar de los hombres, si estuviéramos en las posiciones de poder que nos niegan. 

Entonces, nos insultan, nos golpean, nos abusan sexualmente, nos mutilan, nos desparecen y nos asesinan. El documental “Ciudad de la alegría”, o “City of Joy” como es su nombre original en inglés, nos muestra la crueldad humana y de qué forma esta guerra estructural se empecina en atacar a las mujeres que sobreviven en el último peldaño de las clases sociales en la África mancillada, específicamente en la República Democrática del Congo. 

Las empresas trasnacionales, las mineras, los traficantes de diamantes, de cobalto, de oro, de todos los minerales que sacan de África para la industria mundial y que llevan la sangre de miles de familias destruidas, de pueblos enteros acabados y expulsados de sus tierras, de miles de niñas, adolescentes y mujeres violentadas sexualmente como forma de destrucción masiva a los poblados. Porque por nuestros patrones patriarcales sabemos que una mujer jugada a ningún hombre importa, una mujer que fue tocada por otro hombre en lo más íntimo de su ser sin haberse casado antes se convierte en la apestada de la comunidad, así es como estas grandes mafias de la extracción minera utilizan la violación sexual como el arma principal para destruir los poblados donde con la autorización de las mafias del gobierno extraen los minerales que se llevan prácticamente de forma gratuita. 

Son turbas de paramilitares que toman los poblados, queman las casas, disparan, violan y se van, dejando heridos física y emocionalmente a los sobrevivientes. Un tipo de bandas que trabajan para el gobierno, adolescentes producto de violaciones sexuales, adolescentes a quienes les mataron a sus familiares, que lo han perdido todo y que posteriormente son contratados por estas mafias para que ellos mismos acaben con otros poblados de la misma forma en que acabaron con los de ellos otros hombres jóvenes que también lo vivieron. Entonces violan, golpean, mutilan, asesinan a otras mujeres para sacar la rabia de lo que otros les hicieron a sus hijas, hermanas, primas, abuelas, esposas, madres, amigas. Una cadena de violencia patriarcal que beneficia a quienes hacen de la clase obrera el lomo que sostiene el descaro del mundo. Acabando con el tejido social del poblado, acaban con la resistencia, así es como se llevan toda la riqueza mineral de África, así es como lo han hecho milenariamente. 

Un día un doctor de un poblado se vio sobrepasado con la cantidad de mujeres que llegaban mutiladas en sus partes genitales, fue el horror, él pensó que era otra guerra y jamás se imaginó que era específicamente la guerra contra las mujeres: violarlas, golpearlas, mutilarlas para destruir el tejido social de los poblados. Así es como el doctor Mukwege realizó cirugías reconstructivas a más de 40,000 niñas, adolescentes y mujeres que llegaron al hospital después de ser atacadas por las milicias que destruían sus poblados. Cirugías de reconstrucción vaginal, porque la saña, la finalidad no era solamente violarlas sino destruirlas físicamente también. 

Y nace “City of Joy” o “Ciudad de la alegría”, un centro de sanación donde mujeres atienden a mujeres, donde se cura para curar. El doctor Mukwege (ganador del Nobel de la Paz 2018), Christine Schuler Deschryver, quien es activista y defensora de Derechos Humanos, y Eve Ensler (creadora de “Los monólogos de la vagina”) deciden fundar el centro al que ingresan las niñas, adolescentes y mujeres que han sido víctimas de violencia sexual, están ahí durante seis meses y reciben ayuda de psicólogas, trabajadoras sociales y otras mujeres que han sobrevivido a la violencia sexual de estas turbas, de estas milicias que se encargan de limpiar el terreno para que otros se lleven a costa de vidas y desgracias familiares los minerales que se esparcen por el mundo en tecnologías, por ejemplo: de teléfonos celulares inteligentes. 

Seis meses donde las abrazan, donde tienen la oportunidad de dar sus testimonios y hablar, de reconstruirse, de conocer lo que  a otras les ha pasado, de saber que no están solas, de sanar: mujeres sanando mujeres. 

No soy de recomendar ni películas, ni libros, ni nada, pero “City of Joy” es una muestra de la capacidad que tenemos las mujeres para levantarnos, ponernos en pie y continuar. Es una muestra del amor humano, de la solidaridad, de la sanación del alma y es un testimonio también y una evidencia de la maldad humana, de lo que somos capaces de hacer para obtener riqueza y poder a costa de la vida de otros. 

Lugares como “Ciudad de la alegría” no deberían existir porque no debería existir la violencia sexual, no debería existir el robo de tierra ni el robo de minerales, no deberían existir las milicias, los paramilitares, las bandas de traficantes de minerales, no debería existir la maldad humana. Pero existe y gracias a que “City of Joy” está, cientos de mujeres han podido sanar gracias al amor de otras, a los oídos de otras que se han sentado a escuchar, a la humanidad de otras que tuvieron la capacidad de sanarse para sanar.

“City of Joy” es un documental revelador, cruel, duele verlo, los testimonios de violencia sexual son desgarradores pero es necesario que se vea en cuanto lugar sea posible, porque necesitamos educarnos sobre todos los tipos de violencia contra la mujer y los fundamentos que hacen que esta guerra en lugar de ser erradicada crece cada día más. 

Por mi parte agradezco a cada una de las mujeres que participaron en este documental, las veo como mis hermanas de sobrevivencia y admiro su capacidad de resistencia, su valor para dar sus testimonios frente a otras y dejarse grabar por una cámara. Admiro su capacidad para reponerse y continuar y su profundo amor para darse y sanar a otras. Ése debería ser nuestro canal de comunicación entre mujeres: sanarnos unas a otras, jamás destruirnos entre nosotras. Y admiro también y agradezco a quienes decidieron fundar Ciudad de la alegría. 

Blog de la autora: https://cronicasdeunainquilina.com

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