Caso Darthés: abuso en primera persona

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Jamás sé qué va a pasarme cuando participo o presencio, de la manera que sea, alguna charla, debate, conversación o testimonio sobre violación o abuso sexual. Algunas veces sólo escucho. Otras me surge opinar. Y muy pocas me surge ser autorreferencial. Es decir recordar y dar testimonio personal de la violación de la que fui víctima hace más de 26 años. Lo que sí es seguro, pese a los años pasados y todo el trabajo realizado al respecto en distintas terapias, es que nunca me será indiferente el tema.

Por eso el martes cuando me convocaron desde el programa Intratables como periodista invitada para abordar el tema de la denuncia contra Juan Darthes realizada por Telma Fardín acompañada por Actrices Argentinas, tampoco sabía qué me iba a pasar. Cuando me senté en la silla violeta de siempre, me dije “bueno, si sale, que salga. Pero que sirva para algo. Que sirva para que hablemos de la Justicia patriarcal en un sistema de matriz patriarcal y heteronórmico. Para que hablemos de los distintos abusos y violaciones a los que siempre estuvimos expuestas”.

De este modo cuando la ex abogada de Juan Darthes, presente en el estudio de América abrió el programa comunicando que había renunciado al patrocinio del actor; que se sentía defraudada porque ella, con una vida dedicada a defender los derechos de las mujeres, le había creído; y que ahora le pediría disculpas a Calu Rivero, me detonó la reacción. Dije entonces que habría que pedirle disculpas a muchas mujeres a las que de entrada no se les cree o se pone en duda que la violación que denuncian haya sido tan violación y no haya sido un poquito provocada por ella. Enseguida me di cuenta de que me resultaría imposible seguir sin hablar en primera persona.

La única vez que había contado en público ese episodio fue a los pocos meses de ocurrido. Las terapeutas que me ayudaban – a las que me había acercado Cristina Asch, una colega de entonces- trabajaban en violencia de género. Me consultaron si querría ir a un programa de cable para hablar del tema. Les dije que sí. Fui con otra chica que estaba en una situación parecida. Salimos al aire de espaldas a la cámara y sin dar nuestros nombres. Así se trataban los abusos y las violaciones en aquellos años 90 y hasta hace poco: desde la vergüenza y el anonimato. Una tenía que dar todas las explicaciones. No el abusador o el violador.

Este martes en Intratables fue diferente. El conductor, Santiago del Moro, después de salir del impacto, abordó y me abordó con el tema con un respeto y una amorosidad que agradezco. Natasha Niebieskikwiat me ayudó a empezar a contar luego de verme conmocionada. Me hizo unas señas pidiendo permiso y yo la autoricé: Natasha era compañera mía en una revista en ese momento y conocía perfectamente la historia. Todx fue de un respeto y una amorosidad que agradezco a toda la gente de Intratables.

Pero aunque necesariamente tuve que empezar siendo autorreferencial no quería hablar de mí. Ni del policía que me hizo esperar para tomarme la declaración a las 12 de la noche ensangretada y con apenas un guardapolvo que me habían prestado. Ni de Juan Darthés, aunque fuera el nombre propio que detonó todo. Quería hablar de las distintas violencias, los distintos abusos y las distintas violaciones que sufrimos las mujeres a diario. Quería hablar de este estado de cosas, de esta sociedad, de estas instituciones (la Justicia sobre todo) que necesitamos cambiar. Que con tanta claridad entendieron las generaciones más jóvenes, las pibas y los varones que abrazan la causa antipatriarcal y se juntan para cuestionarse y debatir acerca de sus privilegios como varones y de los micromachismos que les cruzan y nos cruzan como sociedad. Quería hablar de todo lo que aún necesitamos desaprender y deconstruir. Y quería hablar de la reparación.

Apenas alcancé a mencionar en el programa (pero bastó la mención) que el fin de semana había estado en el 4º Encuentro Latinoamericano de Feminismos que se realizó en la Facultad de Humanidades de la Plata. Una explosión de vitalidad y diversidades feministas. En ese encuentro me detuve especialmente en una Mesa en la que participaban Mariana Marrero de Uruguay, Lucia Garcia Itzigsohn y Raquel Robles ambas hijas de desaparecidxs. También Mariana Dopazo, la mujer que consiguió que la Justicia suprimiera su apellido paterno invocando la calidad de genocida de ese progenitor, Miguel Etchecolatz, al que además renunció como hija. Y la antropóloga Rita Segato, una de las investigadoras más leídas en este momento por los feminismos.

En una sala abarrotada sobre todo de jóvenes, las consecuencias de los crímenes de lesa humanidad que de una manera o de otra siguen y seguirán impresos en los cuerpos de estas mujeres, se entrecruzaron con las luchas feministas. Y sobre todo con la tremenda fortaleza que muestra en este momento el movimiento capaz de discutir o al menos poner en crisis la agenda pública.

Mariana Dopazo y Rita Segato ofrecieron un diálogo íntimo, inquieto y amoroso, preocupado e interesado en la búsqueda de “reparación” (uno de los 4 tópicos disparadores de la Mesa), de “procesos justos” al decir de Segato y otros caminos para la construcción de lo que viene y también de nuevas maneras de vincularnos. Justo ahora que el movimiento feminista parece estar en la cresta de la ola. Justo ahora que atravesamos el proceso de rupturas de paradigmas en donde nadie tiene idea de cómo serán los nuevos pero sí mucha esperanza en que sean mejores y más sensibles.

Mariana es un ejemplo claro e inapelable de ruptura patriarcal. No hay imagen simbólica más contundente del poder patriarcal en nuestras sociedades occidentales, cristianas y blancas que el padre. Qué hay que hacer cuando ese “padre” o ese “Estado” que nos cobija es cruel? plantearon. Puede un Estado cruel brindar justicia? Por eso para Segato es clave que el movimiento feminista reconozca la nueva etapa en la que está y salga de ciertos espacios y formas que hasta ahora parecieron las únicas posibles. Como el punitivismo. Pareció advertir claramente sobre el riesgo de hacerle el juego al fascismo que es el que construye enemigos. Y a aquellos pensamientos únicos que consideran que hay una única forma del bien, de la justicia, de la verdad.

A cambio propuso la urgente y necesaria búsqueda de formas de “justo proceso” que traigan algún tipo de Justicia y Reparación. Una reparación como la de los pueblos indígenas: un mecanismo de salud, dijo, como se repara un tejido. Y volvió a recalcar uno de sus ejes rectores: no hay que ver a la reparación como un producto sino como un proceso.

En ese sentido también pidió ver a la Justicia (otro de los tópicos, junto a Impunidad y Memoria) como un proceso y no como un producto. Hay que salir de la mercantilización. “Perseguimos la sentencia (judicial) como una cosa, y no nos dimos cuenta que la gran cosa es el proceso de ampliación del debate”, señaló. Dejó varias inquietudes para reflexionar como por ejemplo el escrache como algo del justo proceso cuando la Justicia institucional (patriarcal y heteronórmica) deja de actuar en pos del mantenimiento de un estado de cosas que le son funcionales. Recuperó a la Justicia comunitaria de los pueblos indígenas y se preguntó cómo se asimilaría en nuestras sociedades.

Tal vez, y esto sería lo tremendamente actual, algo del Justo proceso y el escrache público (que no es fusilamiento, aclaró Segato) se esté dando en la figura simbólica de la denuncia contra Darthés. Pero hay miles de Darthés en todas partes. Y lo que está ocurriendo en este momento parece ser el proceso de la ampliación del debate del que habla Rita Segato.

* Periodista

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