El desafío de Macron: ni Thatcher ni Hollande

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El presidente francés se encuentra acorralado, tanto en el frente interno como en el externo. El fin del multilateralismo lo instaló a mitad de camino de dos tendencias enfrentadas: las fuerzas xenófobas que atraviesan a Europa y la guerra comercial entre EEUU y China. Nada es lo que parece.

De la Redacción

Emmanuel Macron preside Francia desde el 14 de mayo del año pasado. Surgido de las entrañas del funcionariado del Estado galo, desde que llegó al Elíseo combinó una supuesta neutralidad política con cierto tono de eficientismo, a la moda en especial entre los directivos de las grandes corporaciones mundiales.

Aparecido de manera simultánea con otros liderazgos presuntamente apolíticos -o, peor aún, antipolíticos-, Macron se debate hoy, en plena crisis de la multilateralidad y rodeado de focos nacionalistas y xenófobos en Europa, entre dos modelos políticos antagónicos: el duro conservadurismo de la expremier británica Margaret Thatcher o el tolerante socialismo de su antecesor, François Hollande.

Navega este presidente sin partido en medio de las turbulentas aguas de un mar internacional plagado de conflictos políticos, económicos y comerciales. La ya mencionada xenofobia avanza en Europa en paralelo al afianzamiento de la figura del jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, que desató a su vez una guerra comercial con China que desbarajusta todos los presupuestos. Y obliga a segundas y terceras partes a tomar partido. O a recalcular al menos sus propias estrategias.   

En el plano interno, Macron enfrenta una convulsión cada vez mayor. En una Francia que en las calles se resiste al ajuste desaforado, el mal resultado en los sondeos le están haciendo archivar unas reformas que considera necesarias pero que la relación de fuerzas no le permite encarar. Este viernes, el Elíseo anticipó que el martes anunciará una ronda de negociaciones y medidas para hacer “aceptable” la transición ecológica.

Después de muchas declaraciones de firmeza al estilo de la Thatcher, la “premier” británica que impuso su reforma liberal y acabó con el poder sindical en los ochenta, parece que el presidente galo terminará por recular. Como su predecesor, el socialista “soft” Hollande. Y como los anteriores, los conservadores Nicolas Sarkozy y Jacques Chirac.

Enfrenta el riesgo ahora de terminar siendo como los otros, cuando fue elegido por ser diferente en medio de la primera ola “antipolítica” en su país, la cuna de Jean Paul Sartre y Raymond Aron.

Encima, su “scrum” con Alemania podría derrumbarse si Angela Merkel cae de la cancillería germana, complicada también por un frente interno muy inestable.

Pierre Antoine Delhommais explica en “Le Point” (el semanario que ha planteado la disyuntiva Thatcher/Hollande) las dos diferencias esenciales de Macron con sus predecesores: “Nadie fue capaz nunca de definir las convicciones económicas de Hollande, ni las de Sarkozy, ni mucho menos las de Chirac. Todo el mundo conoce las de Macron: liberales, liberales a la francesa o social-liberales. Es decir, liberales con moderación”.

La otra diferencia es que las medidas que está aplicando estaban en su programa electoral, no las escondió. “Ver a un presidente hacer lo que dijo que haría tiene que desconcertar a los franceses. No están habituados”, apunta, no sin ironía.

Lo que sucede es que están profundamente enojados, de manera existencial y por casi todo: los impuestos, la caída del poder adquisitivo. Con una enorme bronca, sobre todo con los de arriba. y en especial con la casta política. Nada demasiado original, esta vez.

De una lista de 34 políticos sobre los que la consultora Ifop preguntó, sólo hay uno que tiene más opiniones favorables que desfavorables: Nicolas Hulot, que renunció hace dos meses como ministro de Ecología (50 a favor, 40 en contra).

Parece que tuvo buen olfato. Las medidas que enervaron a Francia, el próximo aumento de la tasa del gasoil, por ejemplo, son en parte su responsabilidad. “Lo asumo”, dijo el jueves por la noche en su reaparición en la televisión. Pero de inmediato se justificó. La crisis de los chalecos amarillos era “evitable si hubiera habido un acompañamiento social digno”, explicó. “Lo dije pero no convencí [al Gobierno]. Me argumentaron con los problemas presupuestarios”, acusó.

Este viernes, “Le Figaro” publicó otro sondeo, este de Odoxa, en el que un 77% (+3 en siete días) de los franceses “justifica” el movimiento de los chalecos amarillos. Un 82% pide que se cancele el aumento de la tasa al gasoil. El motivo, dice el Gobierno, es ecológico, igualar el precio con el de la gasolina. La calle dice que sólo hay afán recaudatorio.

Un líder sindical se quejaba en la televisión: “¿Qué hubieran dicho si la protesta que ha causado dos muertos, decenas de heridos e incontables problemas de tráfico la hubiéramos organizado los sindicatos? ¡Nos hubieran demolido!” Sin duda.

El movimiento de descontento, sin estructura, sin líder, organizado a través de las redes sociales se manifiesta con cada vez más virulencia. Por su anarquismo, no hay buenos presagios. Pero habla de un profundo malestar social.

Los chalecos amarillos sacaron a las rutas francesas, el sábado pasado, a unas 300.000 personas, según el ministerio del Interior, menos que la primera manifestación en primavera contra la reforma ferroviaria. Aquella vez Macron resistió la presión sindical y se impuso.

Pero frente a la ola de los chalecos todo indica que terminará por ceder. Anunciará el martes debates descentralizados para soliviantar a los sindicatos y a las regiones, y dicen que retocará las medidas para que sean “aceptables”. ¿Gatopardismo o “real politik”? “Hemos recibido el mensaje de los ciudadanos”, aseguran desde el Elíseo.

Lo que ocurre es que, desde la primavera europea, Macron no para de caer en los sondeos. Una ofensiva de comunicación en otoño, una visita de una semana a las regiones so pretexto del Centenario del Armisticio de la Primera Guerra Mundial no le permitieron remontar.

En el sondeo de Ifop para “Journal du dimanche”, el 25% de los franceses se dicen satisfechos con su labor, (ya sólo) un punto por encima de su resultado en la primera vuelta de las presidenciales, pero el 73% está descontento. En el de Ipsos para “Le Point” tiene 26% de opiniones favorables frente a 70% negativas.

Peor que Marine Le Pen (27/68) y un apenas mejor que Jean Luc Mélenchon (24/69). Y eso que los líderes respectivos de la extrema derecha y la extrema izquierda apoyan la movilización de los chalecos amarillos.

Frente a tanto descontento, la otrora “princesa” socialista Ségolène Royal ascendió al quinto puesto de la lista con un 30% de opiniones positivas frente a 61% negativas. Regresa con un mensaje feminista y verde.

Macron tiene poco margen presupuestario. Y menos margen político. Y un desafío acuciante: ser Thatcher o ser Hollande.

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