Tiembla el gobierno de May: cascada de renuncias tras el acuerdo por el Brexit

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Luego de lograr la primera ministra el apoyo al texto, cuatro miembros del Gobierno anunciaron su salida. ¿Voto de censura?

La primer ministro británica Theresa May enfrenta este jueves una rebelión en su gobierno por el acuerdo alcanzado ayer con la Unión Europea para el Brexit y cuatro miembros de su gobierno presentaron la renuncia.

A la mañana, May compareció ante el Parlamento, a petición propia, para explicar los detalles del acuerdo alcanzado con Bruselas. “La elección es clara. Podemos abandonar la UE sin ningún tipo de acuerdo. Podemos encontrarnos con que no haya ningún tipo de Brexit. O podemos mostrar unidad y respaldar el mejor acuerdo posible. Este acuerdo”, comenzó.

“Yo elijo darle a los ciudadanos británicos lo que se les prometió. Elijo lo que es mejor para el interés nacional”, se defendió May en su intervención inicial.

De inmediato comenzó el terremoto. Primero, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, anticipó el rechazo al acuerdo y chicaneó con el caos interno que estos dos años de negociaciones con la Comisión Europea causaron en el seno del Partido Conservador.

“Se trata de un acuerdo cocinado a medias que deja al Reino Unido sin posibilidad real de decidir. Muestra la realidad de un Gobierno en completo caos”, acusó Corbyn, quien además denunció la escasa protección que el pacto otorga a los trabajadores británicos, su falta de concreción a la hora de defender los derechos de los inmigrantes en el país y la vaga definición de la futura relación comercial con la UE que plasma el acuerdo político anexo al acuerdo de retirada acordado. La intervención de Corbyn era previsible y, por lo tanto, manejable para May.

El problema llegaría luego. Decenas de diputados de uno y otro partido habían pedido la palabra y solo un puñado de ellos respaldó la política de May: la mayoría cuestionó la validez y calidad del acuerdo, señalaron las nulas posibilidades que tiene de ser respaldado por el Parlamento cuando sea sometido a votación el próximo 18 de diciembre, denunciaron a May por el incumplimiento de sus promesas a la luz del texto acordado o reclamaron un nuevo referéndum para devolver la palabra a los ciudadanos de Reino Unido.

La primera ministra había llegado a Westminster precedida por una cascada de renuncias en el seno de su Gobierno, la más relevante, la que desató los rumores de una implosión interna difícilmente controlable, fue la de su último ministro para el Brexit, Dominiq Raab.

El negociador con Bruselas, y por tanto responsable al menos del 95% de lo acordado en las 585 páginas del texto, abandonó el tambaleante barco. “Los términos propuestos ayer [por el miércoles] por la primera ministra contienen errores muy relevantes”, explicó Raab a la BBC. “Si este acuerdo entra en vigor provocará un devastador efecto en la confianza de la ciudadanía en la democracia”, advirtió.

Raab se convirtió, “ipso facto”, en un serio candidato del ala dura para un posible relevo de May y este jueves tuvo en claro que si quería preservar sus posibilidades a futuro debía dar el paso al costado y darles munición a los euroescépticos. El golpe parece haber sido letal.

Pero no fue la primera dimisión del día ni sería la última. A primera hora había abandonado el Gobierno el secretario de Estado para Irlanda del Norte, Shailesh Vara, un firme defensor de la permanencia del Reino Unido en la UE, lo que fue una clara muestra de que el acuerdo había disgustado por igual a unos y a otros.

Vendría luego la renuncia de Ester McVey, la ministra de Trabajo y Pensiones, quien denunció que el pacto “no hace honor a los resultados del referéndum de 2016”. Y después llegaría la previsible salida de la número dos de Raab, Suella Braverman.

En las próximas horas puede haber nuevas renuncias, anticipa la prensa en Londres pero todo indica que la batalla se trasladó ahora al Parlamento.

El líder de los euroescépticos, el ultracatólico Jacob Rees-Mogg, envió al jefe del grupo parlamentario conservador una “carta de confianza”, el término con el que se refieren reglamentariamente a un pedido de que la primera ministra se someta a una moción de censura.

Se requieren 48 cartas similares para activar este mecanismo y, aunque nadie sabe oficialmente si ha llegado ya a su destino ese número preciso de comunicaciones, todo sirve para caldear un ambiente de máxima tensión.

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