Con la mitad del Mundial disputado y lo más importante que está por venir, el balance político ya le da saldo positivo al líder ruso.
El Mundial de Fútbol entró en la parte definitoria, con partidos a suerte y verdad en los que un triunfo alarga la participación en Rusia y una derrota manda al equipo perdedor a su casa. Y aunque todavía faltan dos semanas para conocer al campeón, ya hay un primer ganador tras la fase de grupos: el presidente ruso, Vladimir Putin.
Desde que el árbitro argentino Néstor Pitana dio el pitazo inicial con el ya lejano partido inaugural entre el conjunto local y Arabia Saudita, Rusia dejó de salir en los medios del mundo por la investigación en EEUU sobre la injerencia en las elecciones que ganó el presidente estadounidense, Donald Trump; no se habló más del conflicto por Crimea; quedó opacado el sufrimiento de los homosexuales en territorio ruso y salió de las primeras planas el supuesto envenenamiento de un ex espía en Gran Bretaña.
Los enviados especiales de todas partes del planeta a cubrir el evento deportivo (y cultural) más importante del mundo, reflejan impactados las maravillas que ofrecen Moscú o San Petersburgo, ciudades que en el mundo occidental parecían todavía estar detrás de una cortina de hierro del conocimiento para el gran turismo.
La imagen de Putin tuvo su máximo pico de rating durante su discurso antes del primer partido y durante sus saludos en el palco al príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salman, cada vez que Rusia le convertía un gol a Arabia. Aunque enfrentados por sus intereses en Siria -otra tragedia humanitaria en la que Rusia tiene participación-, los negocios petroleros fueron más fuertes. Y goles, son amores.
Desde aquel 14 de junio, el líder ruso ha mantenido un perfil muy bajo. Recién esta semana su nombre volvió a las secciones de política internacional tras el anuncio de una nueva cumbre con Trump, que será al día siguiente a la final del Mundial en Helsinki, donde Putin podría entregar la Copa para retratarse en la imagen más vista en todo el planeta. Nada mal para, al otro día, ir a enfrentarse con alguien de un ego tan grande como el de Trump.
Las relaciones entre los dos países atraviesan su peor momento desde la desintegración de la Unión Soviética. Esto se debe a la anexión de Crimea por parte de Moscú, la intervención de Rusia en el conflicto de Ucrania y el respaldo del Kremlin al régimen sirio de Bashar Assad. Problemas que los gritos de gol han tapado.
El boicot institucional al Mundial que llevó adelante el Reino Unido tras acusar a Rusia de haber envenenado al ex doble espía Serguéi Skripal el pasado marzo, en Salisbury, sólo fue seguido por Islandia, país pequeño en el contexto internacional y también en el del fútbol, ya que apenas le sacó un empate a la Argentina y luego quedó eliminada tras dos derrotas.
La princesa japonesa Hisako Takamado, primer miembro de la familia imperial nipona en visitar Rusia en un siglo, festejó en los palcos de los estadios los goles del conjunto asiático que le permitieron pasar a la segunda fase.
Y se espera que si las potencias europeas llegan a las semifinales, los primeros ministros estén presentes para ver a sus selecciones, dejando en el olvido los problemas que podría tener Rusia con Europa occidental. Al menos, mientras la pelota siga rodando. Y Putin siga gritando goles…