El primer ministro japonés dijo que su país tiene la misión de lograr un mundo sin armas nucleares.

El 9 de agosto de 1945, cuando el mundo aún no salía del estupor y Japón no terminaba de llorar a sus muertos en el ataque nuclear en Hiroshima, tres días antes, la “Fat Man” cayó sobre Nagasaki, provocándole la muerte instantánea a más de 40 mil personas.

Estados Unidos quería terminar la guerra, costara lo que costara. Y costó otras 40.000 almas. El Gobierno nipón entendió claramente el mensaje y, despues de la rendición de Alemania e Italia, no le quedaba otro remedio que firmar la rendición, lo que ocurrió seis días después.

La bomba tenía veinte kilotones de material explosivo, lo que equivale a unos 20 mil kilos de dinamita, y su explosión provocó una onda de radiación térmica que alcanzó los 15,4 kilómetros cuadrados. 

Difícil de borrar. La bomba elaborada con plutonio fue lanzada desde el avión estadounidense de transporte “Rockstar”. La orden de arrojarla fue dada por el presidente Harry S. Truman.

A las 11:01 el capitán Kermit Beahan pasó por el cielo de Nagasaki; un minuto después, más del 30 por ciento de la ciudad desapareció. “Si continuásemos la lucha, sólo conseguiríamos el arrasamiento y el colapso de la nación japonesa, y eso conduciría a la total extinción de la civilización humana”, dijo el emperador japonés Hiroito cuando firmó su rendición. 

Este año se cumplen 72 años de esta tragedia y Japón recordó con dolor aquel episodio. El primer ministro, Shinzo Abe, aseguró que el gobierno promoverá el recuerdo de las bombas atómicas a las futuras generaciones. El objetivo es alcanzar un mundo libre de armas nucleares. 

Por ser el único país en el mundo que ha sufrido los estragos de un ataque nuclear debería liderar la meta propuesta. “Ahora es responsabilidad de todos nosotros”, dijo Abe.