La voladura de varias válvulas de contención de la central hidroeléctrica de Kajovka, en la provincia ucraniana de Jersón que está ocupada por tropas rusas, desató la alarma ecológica y nuclear en la región.
Tanto Kiev como Moscú se lanzaron este martes acusaciones cruzadas sobre la responsabilidad del ataque que produjo el escape de agua “incontrolable” de la represa más grande de Ucrania.
El alcalde de la ciudad de Nóvaya Kajovka, a cinco kilómetros de la represa, Vladímir Leóntiev, calificó como “grave acto de terrorismo” por parte de las tropas ucranianas el bombardeo de las válvulas de contención de agua.
Sin embargo, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, sostuvo que “el mundo debe reaccionar” ante una “Rusia que está en guerra contra la vida, contra la naturaleza, contra la civilización”, responsabilizando al Kremlin de lo sucedido.
Al menos 24 poblaciones quedaron inundadas por el flujo del agua, que llegaba en algunos lugares hasta los 10 metros de altura.
“Es un acto escandaloso”, indicó el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y advirtió sobre los daños que ponen en peligro a miles de civiles y causan graves daños ambientales. Para el Consejo Europeo, “es un crimen de guerra”.
Además, la destrucción de la presa de Kajovka, situada en territorio ocupado por Rusia en el sur de Ucrania, podría afectar al funcionamiento de la central nuclear de Zaporizhzhia, la más grande de Europa y controlada también por las fuerzas rusas.