Santiago de Compostela: ¿Todos los caminos conducen a Roma?

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Por Sergio Eloy Domínguez *

Existe un sitio bastante especial en el mundo que desde hace siglos congrega a personas de diferentes partes del mundo. En sus primeros tiempos se trataba solamente de europeos y luego, con el avance de los medios de transporte, comenzó a ser visitado por personas de todo el mundo. Pero estas visitas tienen un formato especial: no se trata solamente de un paseo en ómnibus para turistas o en auto, allí muchos llegan luego de caminar muchos kilómetros a pie y los menos lo hacen en bicicleta o a caballo. No se trata de gentes que añoren los viejos tiempos de la locomoción humana sino que lo hacen con una gran pasión.

Hoy, 25 de julio, día en que se celebra a Santiago Apóstol, Santo Patrono de España y Día de Galicia, es propicio para poder hablar sobre todo lo que gira en torno a esta fecha.

La ciudad de Santiago de Compostela, capital de la región de Galicia, al noroeste de España, y su monumental catedral, que es una joya artística del románico, son desde tiempos inmemoriales un gran imán de atracción ya que en ese templo reposan los restos del Apóstol Santiago, uno de los discípulos de Jesús.

La forma más movilizante, desde lo más profundo del ser, para llegar a la Catedral es hacerlo luego de recorrer el Camino de Santiago y en calidad de peregrino. La historia indica que el primero en ser definido como tal fue el rey Alfonso II de Asturias, apodado “El Casto”, bajo cuyo reinado se descubrieron los restos del Apóstol en el año 813.

Comenzaremos por el principio, cuando decimos “el Camino de Santiago” en verdad nos referimos a una serie de rutas para peregrinar que pasan por Europa y España y que tienen como destino final la tumba del Apóstol: el Camino Norte, el Camino Portugués, la Vía de la Plata, el Camino Primitivo (que es el que realizó Alfonso II para ir a venerar los restos del Apóstol), el Camino Inglés y le Camino Francés (que es el que tiene más peregrinos y servicios). Durante el recorrido las personas se encuentran con campos de cereales, viñedos, bosques, antiguas iglesias, conventos, pueblos con encanto, cielos (dicen que los más bonitos del Camino están en Valladolid).

El peregrino deberá escoger cuál ruta seguirá, deberá equiparse adecuadamente porque comenzará a vivir una experiencia que será muy fuerte, tanto para su físico como para su interior. Tendrá que conseguir su “credencial del peregrino”, un documento que deberá sellar diariamente en los albergues o sitios de paso y, quien demuestre que recorrió al menos 100 kilómetros a pie o 200 en bicicleta, recibirá en la Oficina del Peregrino, en Santiago, un diploma de reconocimiento que se llama “Compostela”.

Los peregrinos suelen caminar etapas de unos 20 a 25 kilómetros diarios de un camino señalizado con flechas amarillas y con conchas de vieiras, así que es imposible perderse y no se necesita GPS. En la Edad Media fue una ruta muy popular que hacían los peregrinos de Europa motivados por la fe cristiana.

Nadie culmina el recorrido de la misma forma que lo comenzó. Hay quienes dicen que el camino transcurre en el interior, muchas horas pensando y caminando. Tras la pandemia, mucha gente se ha volcado a hacer el camino para superar el trauma del aislamiento y las pérdidas que ella trajo. Este Año Santo se declaró bianual comenzando en el 2021 y culminando en el 2022.

En las largas rectas se encuentran respuestas a muchas preguntas. A pie o en bicicleta, algunos lo hacen por motivos religiosos, otros para conectar con la naturaleza, con otras personas o con ellos mismos. Tras varias horas caminando, los pies comienzan a doler y el camino parece un obstáculo infranqueable y la Catedral, que es el objetivo final, se encuentra muy lejos, luce inalcanzable.

El Camino de Santiago se asemeja mucho a la vida de una persona: lluvia, sol, frío, calor, dolores físicos, miedos, pendientes, curvas, largos llanos, la soledad, la compañía de otros, personas que conocemos “accidentalmente” y quizás hasta nos dejan la respuesta a alguna pregunta que nos hacemos. La solidaridad es una constante en el trayecto, siempre habrá alguien dispuesto a ayudar. Cuando los peregrinos se cruzan o se despiden suelen decir “Buen Camino”.

En la Plaza del Obradoiro, antesala de la Catedral, es posible ver personas de diferentes lugares y que explotan de alegría y emoción pues han podido finalizar el derrotero o, mejor dicho, “su” Camino.

Al ingresar a la Catedral se puede ver en algunas celebraciones un objeto bastante grande en movimiento que parece volar por la Catedral: es el botafumeiro (se trata de un inmenso incensario que oscila por la nave transversal de la Catedral mediante un sistema de poleas manejado por ocho hombres llamados tiraboleiros). Recuerdo la primera vez que lo “vi volar”, tenía 6 años y lo primero que pensé: “Si esto se llega a soltar la Catedral se convertirá en un bowling”.

El Camino de Santiago, para algunos “la Avenido o Calle Mayor del Viejo Continente”, ha sido declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO. Asimismo, también fue considerado “Primer Itinerario Cultural Europeo” en1987 por el Consejo de Europa.

El Camino es totalmente cosmopolita y en él se podrán oír muchas lenguas ya que no es fácil evitar el magnetismo que ejerce el Apóstol.

Existe una tradición que consiste en abrazar la imagen del Apóstol. Creo que debería estar en el libro Guinness por haber recibido más abrazos que nadie y de las personas más variopintas: desde un desconocido peregrino hasta grandes líderes del mundo.

En 2014, el entonces primer ministro japonés, Shinzo Abe (fallecido el pasado día 8 en un atentado), pidió especialmente ir a visitar la Catedral y comparó el Camino de Santiago con el Kumano Kodo (una ruta japonesa de peregrinación entre templos budistas). Siendo la canciller de Alemania, Angela Merkel también le dio su correspondiente abrazo al Apóstol. Es importante destacar que ambos líderes no son católicos.

De esta atracción tampoco pudo escapar el célebre poeta Federico García Lorca, quien escribió seis poemas en gallego. En uno de ellos, “Madrigal a la Ciudad de Santiago”, el poeta nos dice en sus primeras estrofas:

“Llueve en Santiago

mi dulce amor.

Camelia blanca del aire

brilla oscurecido el sol.

Llueve en Santiago

en la noche oscura.

Hierbas de plata y sueño

cubren la desierta luna.” Y luego de este maravilloso poema no podríamos terminar estás líneas sin un ¡Buen Camino, querido lector!


* El autor es coleccionista e integra instituciones dedicadas a la preservación del patrimonio histórico.

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