En medio de la Gran Depresión en Estados Unidos en la década de 1930, el economista Simon Kuznets buscó medir la actividad económica del país para ayudarlo a salir de la brutal crisis.
Originalmente se preguntó qué actividades son realmente productivas y cómo se fomenta el bienestar en un país, pero cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, la prioridad de medir la riqueza que genera un país dio un giro: había que saber cuánto se producía y cuánto quedaba para financiar la guerra.
Terminado el conflicto bélico, EEUU necesitaba saber cómo le estaba yendo a los receptores de la ayuda económica destinada a la reconstrucción, por lo que todos comenzaron a usar el indicador clave para ese objetivo: el Producto Interno Bruto (PIB).
Kuznets, sin embargo, no estaba muy orgulloso de lo que había ayudado a crear porque a final de cuentas una medida que teóricamente iba a reflejar el bienestar económico terminó siendo la suma de todos los bienes y servicios que produce un país en un año.