El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, le pidió a la vicepresidenta Cristina Kirchner, que le ordene a sus militantes que desocupen las cercanías de departamento en el barrio de Recoleta, en donde protagonizaron un duro enfrentamiento con agentes de la Policía de la Ciudad.

Acompañado por su gabinete, el jefe comunal aseguró que en la Ciudad se observaron en las últimas horas “escenas de violencia que son inaceptables para la convivencia democrática”.

“La paz social y el orden público son dos principios fundamentales para mí, para Juntos por el Cambio y para todos los argentinos”, remarcó: “Todos los dirigentes políticos tenemos la responsabilidad de contribuir a la paz social, y trabajar para evitar enfrentamientos”.

Larreta describió que al comienzo de esta semana se visualizó en la esquina de Juncal y Uruguay “una expresión de apoyo” a la dos veces expresidenta pero que con el correr de los días la zona se transformó “en un acampe permanente”.

En ese lugar aparecieron grupos que “amenazaban a los vecinos y ruidos a altas horas de la madrugada”, además de instalarse parrillas al aire libre y producirse el lanzamiento de fuegos artificiales que provocaron la “alteración absoluta” de vida cotidiana. Por esto, anoche ordenó vallar la vereda de la vivienda de CFK, lo que rechazado por ella, que lo acusó de querer “sitiarla”.

Cuando comenzaba a caer la tarde un grupo de personas empujó las vallas y la Policía de la Ciudad respondió con un fuerte operativo represivo que incluyó gases lacrimógenos y camiones hidrantes.

Durante los incidentes se registró un herido con un corte en la cabeza, el bloguero ultrak Ezequiel Guazzora.

Pasadas las 17.30 comenzaron a registrarse los primeros enfrentamientos y corridas, y en medio de cánticos cientos de personas tumbaron la contención instalada por el Ejecutivo porteño.

Pasadas las 17:30, comenzaron a registrarse los primeros momentos de tensión e incidentes. En medio de corridas y cánticos militantes, cientos de personas tumbaron la contención policial.

En ese momento el dirigente social Juan Grabois intentó mediar entre los manifestantes y los jefes del operativo para evitar una escalada de la represión, y también insinuó la posibilidad de que los disturbios podrían haberse iniciado por infiltrados.

Ante el fracaso de la gestión, la Policía lanzó gases lacrimógenos para dispersar a los manifestantes, y también usó camiones hidrantes, por lo que la situación se desmadró: decenas de individuos atacaron los vehículos policiales y los uniformados aumentaron la intensidad de la represión.