El Kremlin y sus justificaciones divinas

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Cuando la palabra llega al límite de sus fronteras estalla la violencia, y una vez que esta tampoco da los resultados esperados es ahí que empiezan a invocarse a los poderes espirituales. De esta manera aquí entramos en un territorio verdaderamente peligroso, donde lo tremendo de lo sagrado se desdibuja con la locura y el mal inconfesable hace su aparición más despiadada.

A pesar de su aparente secularización pareciera que el mundo de hoy, si lo miramos desde una perspectiva teológica, se dirime entre los que dicen defender los antiguos valores de conducta divinos y los que intentan vivir bajo una “nueva moralidad humana” con independencia del Altísimo: camino frecuentemente calificado por los primeros como lo que termina indefectiblemente en la perdición.

Según el mito bíblico, Adán y Eva eligieron la desobediencia y la libertad al comer del fruto prohibido que, en su soberbia, trajeron el dolor al mundo. La serpiente satánica abrió el sendero a la luz de los derechos humanos, de la Ilustración y del librepensamiento.  

Los “morales” pues son aquellos elegidos que dicen guardar los procederes que ha trasmitido el “buen Dios” a través de sus revelaciones totalitarias, de sus textos sagrados incontestables y de sus santos profetas con un aura de perfección. La que no puede cuestionarse y la que rige la vida de los individuos hasta sus instancias más íntimas. La que goza de la autoridad inapelable y que cualquier desviación de sus principios se castiga severamente, incluso, si fuese necesario, con la muerte. Porque es mejor caer en manos del hombre que caer en manos del juicio de los cielos.

Pereciera, si lo pensamos desde este lugar, que los nuevos conflictos que atraviesan a la época en curso ostentan una narrativa de una lucha de los obscenos ateos que dibujan un falso ídolo liberal contra los piadosos creyentes elegidos por el “Dios verdadero”. Según este relato Occidente es decadente, degenerado, cientificista y ateo, sus hombres y mujeres viven en el libertinaje, en la impiedad y en el descontrol, y esta forma de vida amenaza a las normas de comportamiento “correctas” de aquellos pueblos que desean existir en conformidad con la voluntad de Dios.

Desde esta mirada religiosa entonces se puede justificar cualquier cosa: sea un ataque terrorista contra los infieles, la invasión de un territorio mediante una incursión militar que se decreta como suelo pagano, incluso el posible uso de armas nucleares siempre que sea adecuado para que se lleve a cabo el mandato del Padre Supremo.

George W. Bush (hijo) cuando lazó su ofensiva sobre Oriente luego de la caída de las Torres Gemelas dijo que su pueblo fue llamado a realizar lo que Cristo pedía. Por otra parte, el ISIS, o el mal llamado Estado Islámico, ostentó y aún sigue ostentando esta retórica fanática de “Guerra santa”. Asimismo, el avance imparable de China cuyas normas éticas confucianas son la base de un intento de aculturación concluyen sin duda en el más craso control social. Para empezar, defiende los campos de reeducación en Sinkiang donde uigures y otros opositores al régimen son encerrados contra su voluntad en función de “enderezarlos” para que sigan la buena conducta dictada por el “Hijo del Cielo” a través del “sendero del Tao”.

En esta misma línea, parte de las excusas de la Federación de Rusia para invadir a Ucrania fueron de índole moral y, sobre todo, religiosa. Por ejemplo, Vladimir Putin esgrimió que solo embistió a un país nazi y que él, el “Soter Imperator” como nuevo Vicario de Cristo, debe defender la verdad de los embates licenciosos de Occidente.

Esto es incuestionable ya que quien ha utilizado una retórica que lleva a pensar en una lucha maniquea entre la luz y la oscuridad es ahora el expresidente Dmitri Medvédev a través de mensajes de irrefrenable odio irracional. En un texto que subió a su cuenta de “Telegram” titulado “Por qué nuestra causa es justa” sostiene que su guerra es un combate “contra Satanás, contra los drogadictos y conta los avaros alejados del bien”. Entre otras muchas cosas que expone menciona reiteradas veces que “Rusia es un territorio sagrado”, que el mundo que deben destruir es un ámbito moribundo, de “perros de una perrera occidental” (esta es una connotación peyorativa e insultante en el lenguaje bíblico), además de “esclavistas y violadores”. Que la Madre Patria está cumpliendo un servicio a Dios y está contribuyendo a sus planes de redimir al mundo. La nación participa así del plan divino al hundir al “podrido orden mundial”. A través del asesinato de ucranianos dicen “enviarlos al infierno eterno” obedeciendo de este modo al mismísimo creador. El fin de Rusia es un fin sagrado al detener a Lucifer y a sus huestes de demonios que encarnan las fuerzas aliadas de la OTAN.

El peligro es mucho mayor cuando sienten que están fracasando en el campo de batalla a través de armas convencionales, “por suerte” -según su discurso-, el verdadero Cristo está recibiendo la ayuda de Alá a través de los drones iraníes para derrocar y mandar para siempre a las tinieblas al falso Cristo de Occidente. Un Occidente que, a través de la profanación de la vida, está devastando el planeta. Las armas nucleares con las que amenaza el Kremlin, que curiosamente fueron bautizadas con nombres de titanes, son parte de los recursos que su Dios usará como instrumento de disciplina y de castigo a los profanos. El Armagedón no es obra humana, sino que corresponde a la llegada del “Gran día del Señor el Todopoderoso” cuando ajustará cuentas con los inicuos: por ello es inconcebible que salgan derrotados.

El hecho de que la guerra de Ucrania vaya tomando tintes de una narrativa mítica solo indica una cosa, que sienten que es posible que pierdan en el terreno convencional y que utilicen lo numinoso como último recurso de sentido, que se aferren al pensamiento mágico y a la superstición decidiendo aniquilar al mundo mediante un holocausto nuclear creyendo que cumplen la disposición del mismo Dios.

Y sí esto es así, estamos en manos de desquiciados bajo una riesgosa insania. Mientras tanto seguimos como si nada. Lo antedicho entonces me convoca a concluir con otra narrativa religiosa. Aclaro que con esto no estoy sugiriendo nada. Pero no sé por qué me viene a la mente el texto bíblico del Evangelio de Mateo 24: 37-39 donde Jesús dijo: “Como en los días de Noé, así será el fin del mundo. Porque en los (…) días que precedieron al diluvio los hombres comían y bebían (…) hasta que vino el cataclismo y los arrasó a todos”.

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