El 20 de marzo de 2003 -un año y medio después del atentado a las Torres Gemelas de Nueva York- una coalición liderada por Estados Unidos junto a países aliados como Reino Unido y España dio inicio a la invasión de Irak.
El objetivo principal, según el entonces presidente de EEUU, Geroge W. Bush, era acabar con Saddam Hussein -quien gobernó Irak por casi 25 años- y sus supuestas armas de destrucción masiva.
Esas armas nunca se encontraron, pero lo que sería una guerra relámpago de tres semanas se prolongó durante 7 años y dejó brutales consecuencias: más de 100.000 civiles muertos, según la organización Iraq Body Count (IBC), y un país sumido en el caos.