Referéndum en Escocia: Día de la Independencia

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Este jueves los escoceses dirán si se independizan de Gran Bretaña o siguen bajo su férula. El triunfo del voto por el \”Sí\” es seguido con preocupación, tanto en Londres, que se involucró decididamente en contra, como en la Unión Europea. Las diferencias con otros procesos, como el catalán o el vasco, y el sino de toda crisis, que provoca divisiones hacia adentro de los Estados nacionales.

Este jueves 18 los escoceses se pronunciarán, a través de un referéndum, sobre su independencia del Reino Unido. Recién el pasado 7 de septiembre un sondeo favoreció al “Sí” con 51 por ciento de los votos contra el 49 a favor del “No”. El cronista A.A.Gill y el novelista Irving Wells, dos respetadas voces escocesas, se inclinan por el “No”. Mientras que The Spectator se inquieta por las consecuencias para Gran Bretaña y el Financial Times no esconde su escepticismo por el acto electoral.

En Glasgow, en cambio, Escocia muestra todas sus diferencias a través de la minoría más visible del país: los pelirrojos, los verdaderos y auténticos pelirrojos. Faltan horas para que los escoceses acudan a votar sobre la eventual independencia del Reino Unido y una lluvia de encuestas tiende a exponer una notable igualdad entre las opciones.

El otro punto a destacar es que, gane quien gane, no hay el menor ánimo de enfrentamiento o de odio, punto en el que toda la prensa parece haberse puesto de acuerdo para distanciarse de procesos separatistas como el catalán o el del País Vasco. El debate sobre la independencia de Escocia no ha llegado a este punto fruto de una mirada retrospectiva a la historia en busca de agravios y discriminaciones con los que construir artificialmente un relato ajustado a un plan predeterminado. Los políticos no se han enzarzado en discusiones bizantinas sobre razones y culpas del pasado, sobre cómo cree cada parte que estará mejor Escocia. Fue el propio primer ministro David Cameron el que pactó la convocatoria del referéndum y planteó la pregunta -clara y directa, sin recovecos ni derivadas- sobre la que van a pronunciarse todos aquellos que viven en Escocia.

Posiblemente se equivocó al plantear una disyuntiva tan radical a los votantes, sin darles opción a una tercera vía como sería la de una mayor autonomía para Escocia, que es precisamente lo que ha ofrecido a última hora. Pero el primer ministro británico abordó el asunto antes que el nacionalismo. El Reino Unido es la democracia parlamentaria más antigua del mundo. Con altibajos, ha celebrado un debate político con ideas e iniciativas, con cambios de posición y con amplias explicaciones. La decisión queda ahora en manos de los escoceses y de su singularidad. Todo ello dentro de un proceso legal.

Escocia (en inglés y escocés: Scotland, en gaélico escocés: Alba) es la más septentrional de las cuatro naciones constituyentes del Reino Unido. Junto con Inglaterra y Gales, forma parte de la isla de Gran Bretaña, abarcando un tercio de su superficie total; además la integran 790 islas y limita al norte y al oeste con el océano Atlántico; al Este con el mar del Norte, al sur con Inglaterra y al suroeste con el canal del Norte y el mar de Irlanda. Tiene 78.772 km2, y su población se estima en 5.116.900 habitantes.

La capital es Edimburgo y Glasgow, la ciudad más grande. El Reino de Escocia fue un estado independiente hasta 1707, fecha en la que se firmó el Acta de Unión con Inglaterra para crear el reino de Gran Bretaña. La unión no supuso alteración del sistema legal propio de Escocia, que desde entonces ha sido distinto del de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, por lo que es considerada en el derecho internacional como una entidad jurídica distinta. La supervivencia de unas leyes propias y de un sistema educativo y religioso diferenciado forman parte de la cultura escocesa y de su desarrollo a lo largo de los siglos. Surgido en el siglo XIX, el independentismo escocés ha ganado influencia desde finales del siglo XX; representado por el Scottish National Party, que aboga por la independencia de Escocia (SNP, Partido Nacional de Escocia) y obtuvo la mayoría absoluta en el Parlamento escocés en las elecciones de mayo de 2011.

En cuanto al debate durante la campaña por el referéndum, la economía siempre ha estado presente. La moneda, el petróleo, la educación, el futuro de las armas nucleares y el gasto de la National Health (la Seguridad Social) son los temas en que se ha centrado la discusión en estos últimos meses.

En la consulta de este jueves los votantes deberán contestar si o no a la siguiente pregunta: ¿Debería ser Escocia un país independiente? Tienen derecho a voto todas las personas mayores de 16 años que actualmente vivan en Escocia y estén registradas en el censo, siempre que sean ciudadanos británicos, de la Unión Europea o de la Commonwealth.

De este modo, podrán votar más de 400 mil personas de otras partes del Reino Unido que residan en Escocia, mientras que no podrán los más de 700.000 escoceses que en la actualidad viven en Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte.

¿Qué cuestiones hay en juego? El petróleo del Mar del Norte: La cuestión de las reservas de petróleo y gas, y los impuestos que se recaudan por ellas, ocupan una posición central en el debate. Alex Salmond, el primer ministro escocés, pretende crear un fondo estatal al estilo del sistema de pensiones noruego, basado en los excedentes de riqueza producidos por los ingresos del petróleo. Salmond asegura que en el curso de una generación, producirían un patrimonio soberano de 30 mil millones de libras (unos 37 mil millones de euros). Sus oponentes aseguran que las reservas petroleras pronto llegarán a su fin.

La moneda es otro punto de desacuerdo: ¿Seguirá usando Escocia la libra en caso de independizarse? Esta es una cuestión que todavía no tiene una clara respuesta. Los independentistas dicen que sí, pero la oposición dice que una Escocia independiente quedaría fuera de tal unión y del Banco de Inglaterra.

Las armas nucleares es otra de las cuestiones en discusión. Gran Bretaña es una de las pocas naciones con capacidad para combatir una guerra nuclear y en Faslane, Escocia, hay la base naval nuclear.

Todos los artilugios allí almacenados tienen, al parecer, una vida útil que vence entre el 2020 y el 2040. Los independentistas no los quieren, se los quieren sacar de encima contra la opinión de los tres principales partidos políticos británicos. Según un discurso de Salmond la conformación del Reino Unido hace más de 300 años ha quedado obsoleta y Escocia podría ser uno de los países más ricos del mundo gracias a sus reservas petroleras. La posición de Salmond se centra en la defensa del Estado de Bienestar y va en contra de los recortes impuestos por Londres.

Su oponente, el laborista Alistair Darling, advierte de lo arriesgada y costosa que sería la independencia, para la cual no habría “vuelta atrás”. “Nuestros hijos y las generaciones venideras tendrán que convivir con esa decisión”, añadió en el último debate, donde advirtió que si él no resultara ganador, se incrementaría la descentralización del gobierno británico, lo que se traduciría en un aumento de poderes para el Parlamento escocés. Los que apoyan el “Sí” tienen la visión de un futuro mejor para el pueblo de Escocia, frase que resume el núcleo del pensamiento de Salmond.

“Tenemos en proporción, más universidades de alto nivel que cualquier otra nación del planeta –escribió el líder independentista–, somos un hervidero para las ciencias de la vida, tenemos una industria alimentaria y de bebidas de calidad y somos fuertes en sectores claves del crecimiento como las industrias creativas, las energías renovables y el turismo. La mayor fuente de nuestra riqueza es, sin embargo, nuestra gente”. “La campaña del ‘No’ quiere que nuestro futuro se quede en manos del sistema de Westminster, que augura un mayor número de empleos y oportunidades acumuladas en una esquina de estas islas”. Para Salmond, “se han embarcado en un proceso de privatización de los servicios públicos y de desmantelamiento del Estado de bienestar conseguido en la posguerra”. Los independentistas,“además de llevar a cabo políticas prácticas, también podemos deshacernos del discurso agresivo de los principales partidos de Westminster, que en vez de oponerse a los gustos del UKIP (el lepenismo inglés. NdR) han decidido complacerlos y copiar sus tácticas para promover el miedo a la inmigración en este referéndum de la independencia”, concluyó el primer ministro escocés.

Tan válidas como el entusiasmo de Salmond son las reflexiones del izquierdista George Monbiot en el mesurado The Guardian, donde sostiene que votar contra la independencia sería una verdadera “aberración”. Monbiot se pregunta cómo podrían elegir votar “No” en el referéndum cuando hay de por medio una chance de independizarse de Inglaterra, “un país disfuncional, corrupto y sumamente desigual”.

Apelando a los lectores, Monbiot la empresa con una serie de preguntas: “¿Que dirían ustedes de un país que pasara de una economía fundada sobre la libertad de empresa y la redistribución a una economía basada en la especulación y la renta? ¿Un país que eligiera someterse a un gobierno que espía a sus propios ciudadanos, se sirve del planeta como si se tratara de un tacho de basura, gobierna en nombre de una élite transnacional que no le rinde cuentas a nadie, cede sus servicios públicos a las grandes empresas, obliga a sus enfermos en fase terminal a trabajar? ¿Un país al que no se le puede confiar ni una caja de fuegos artificiales y mucho menos una flota de submarinos nucleares?”

“Concluirían que ese país ha perdido la razón”, señala. “La independencia ofrece a los escoceses, y son cada vez más numerosos los que lo comprenden, una posibilidad de reescribir las reglas del juego político. De tener una Constitución escrita (los ingleses no la tienen), un proceso por definición estimulante y que estimula el cambio. De construir una economía beneficiosa para todos. De promover la cohesión, la justicia social, la defensa del mundo vivo y el fin de las guerras ‘elegidas’. Privarse de esta libertad, aceptar el sometimiento a los caprichos de una élite tan distante como indiferente, sucumbir a la morosidad y a la negatividad servil de los partidarios del No, aceptar los mitos de otros pueblos en lugar de los de nuestra propia historia, eso sí que sería un increíble acto de autodestrucción”.

“Imagínense -concluye- que son un país independiente y que hacen el camino inverso. Y pregúntense por qué estarían dispuestos a sacrificar su libertad”. Monbiot remite aquí al precio.

Algunos analistas sostienen –explica Walter Oppenheimer, corresponsal de “El País” en el Reino Unido- que muchos escoceses creen que la negativa de Londres a compartir la libra con una Escocia independiente no es cierta y que la actual unión monetaria seguirá existiendo si gana el Sí. Sin embargo, la existencia misma de esa unión monetaria es lo que lleva a Ronald McDonald (no es el tristemente famoso payaso de la “M”), profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad de Glasgow, a rechazar la independencia.

Su compañero de universidad Murray Pittock, historiador y director de la Escuela de Bellas Artes, en cambio, cree que Escocia ya no se beneficia de la unión como en los tiempos del Imperio Británico y defiende la independencia. McDonald, asesor del FMI y de gobiernos como el noruego, cree que la independencia podría haber funcionado en los años ’70, cuando se descubrió el petróleo, pero no ahora.

“El argumento de que podemos formar una unión monetaria es que las dos zonas están convergiendo desde el punto de vista de la productividad, el PIB por habitante y todo eso, pero si nos convertimos en independientes el objetivo mismo de la independencia es divergir”, advierte. Ahora bien, qué dicen los sondeos: hasta el 15 de agosto los datos recogidos mostraban que él “No” ganaría con el 51% de los votos, el “Sí” se quedaría en un 38% y el 11% de los votantes aun no sabía qué iba a hacer.

En el último fin de semana, antes de la votación de este jueves, las campañas de ambos bandos se echaron a la calle. El campo del “Sí”, con la efervescencia que lo caracteriza, y la del “No”, prudente al máximo, al que protegían los 8 puntos de ventaja (54-46 del último sondeo publicado, el de Survation, un crecimiento que seguramente se debe a la visita que hicieron los líderes de los tres partidos del Reino Unido (Cameron, Clegg y Miliband) para rogarles a los escoceses que no los abandonaran, aunque no hay que descartar el anuncio del Scotland Bank y otros de que el triunfo unionista los llevaría a instalarse en Londres.

Según una información de Le Monde, la encuesta de Survation, encargada por el “No” (los Better Together, Mejor Juntos) muestra que 93,1% de las 1044 personas entrevistadas por teléfono estaban seguras de ir a votar el 18. También revela que el 40 % de los entrevistados revelaron que su familia se encontraría en una situación financiera menos favorable en caso de independencia, pero que un 27% de ellos piensan lo contrario.

Por primera vez, el último fin de semana los independentistas se mostraron agresivos. Jim Sillars, vicepresidente del partido nacionalista escocés (SNP), amenazó con represalias a las empresas como los bancos o la petrolera BP, que recientemente expresaron sus miedos con respecto al independentismo. “Este referéndum –dijo- es una cuestión de poder. En consecuencia, en cuanto tengamos una mayoría de Sí nos encargaremos de reclamarle cuentas a BP y a los bancos. En una Escocia independiente tendrán que aprender el significado de la palabra nacionalización total o parcial”. Una amenaza nada trivial.

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