Elecciones en EEUU: ¿Le toca a un latino?

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En un país donde en cada formulario oficial, o hasta en los que se deben llenar para aspirar a un puesto de trabajo en una empresa, se debe especificar a que “raza” se pertenece, las identidades étnicas tienen un peso superlativo. De ahí que el color de piel, el apellido o el lugar de nacimiento de los padres sea un elemento político y no sólo social.

Que el presidente de EEUU, Barak Obama (hijo de madre blanca y padre negro), llegara a la presidencia fue un hecho histórico precisamente porque hasta la década del sesenta del siglo XX todavía existían transportes y baños separados para negros y blancos en lugares públicos en varios estados del sur del país, como Florida.

El entramado racial estadounidense, con su historia de discriminaciones sectarias y violencia contra los negros en los siglos XIX y XX, se extiende hasta bien entrado el XXI con la obsesión con los grupos étnicos, las razas, el establecimiento de cuotas en universidades y dependencias oficiales y hasta en empresas, en las que organizaciones exitosas como Google, Facebook o Twitter deben cada tanto explicar, y justificar, por qué hay tan pocos negros o hispanos en sus planas directivas.

Quien esto escribe recuerda haber puesto “human” en el casillero que decia “race” en el primer formulario del seguro social que debió llenar en este país en 1994. Posiblemente nadie lo haya leído con atención, pero desde el censo que se hace cada diez años hasta una simple solicitud de alquiler de un departamento, siempre se encontrará con ese casillero, con esa especificación.

La obsesión racial en los Estados Unidos es entendible debido a que todavía existen bolsones de discriminación y los esfuerzos para hacer una sociedad más igualitaria al menos en este sentido y, por eso, la “raza” de un candidato presidencial puede ser un elemento político que ayude a su capacidad de ser electo.

Esta larga introducción nos lleva a la nueva estrella en ascenso del Partido Republicano, un partido sumido en una profunda guerra interna donde la extrema derecha está imponiendo sus candidatos, que a la larga son inelegibles en un país que se está haciendo menos homogéneo y menos blanco, día a día.

Esa estrella en ascenso es el hijo de cubanos Marco Rubio.

Además de ser conservador y joven, Rubio tiene una característica que podría ayudarlo mucho en una elección nacional. Es latino y los latinos (o hispanos, como se los denomina aunque vengan de Brasil) son la principal minoría del país.

Para poner este tema en contexto -y la importancia que tiene para un partido furiosamente anti-inmigración y que necesita desesperadamente el voto latino si busca volver a la Casa Blanca en algún momento-, es importante subrayar que la población de origen hispano pasó de 7 millones en1970 a57 millones en la actualidad.

Y ese número se duplicará para2050, acaballo de la mayor natalidad de las familias hispanas. Los blancos de origen europeo llegaron a ser el 80 por ciento de la población a mediados del siglo XX pero serán una minoría a partir de 2044.

Según la oficina del censo existen hoy, en 2015, más niños menores de cinco años nacidos en familias de minorías raciales que en tradicionales hogares blancos o “caucásicos”, como se los denomina en las casillas a llenar en los formularios que comentábamos más arriba.

Los demócratas, con un discurso más inclusivo, son la coalición “arco iris” en estos días: mujeres, jóvenes, minorías sexuales y raciales se identifican más naturalmente con un partido que no promete deportaciones en masa, asegura que Dios no quiere matrimonios del mismo sexo y, fundamentalmente, no cree que Estados Unidos sea una nación cristiana y blanca.

Pero como hacer política sin ejercer el poder no tiene sentido, y tras ocho años de marcha en el desierto, los sectores más inteligentes del partido y menos atados a la prédica reaccionaria de los fundamentalistas del “Tea Party” y el complejo mediático conservador –tema de una próxima columna- han visto en Rubio a una virtual “esperanza blanca” del partido que en una elección nacional tendría la oportunidad de ganar. Chance que no aseguran ni un xenófobo como Donald Trump, que quiere construir una pared en la frontera con México (Más de dos tercios de los latinos en Estados Unidos son de ese origen) ni un ultraconservador como Ben Carson, que asegura que sellará la frontera y que a los indocumentados que queden debería permitírseles sólo que trabajen en el campo.

Nacido en Miami hace 44 años e hijo de cubanos exiliados durante la dictadura de Fulgencio Batista, Rubio es un senador por Florida que recientemente ha recibido el apoyo de donantes clave y de bolsillos profundos como Paul Singer (del fondo “buitre” NML), es algo más moderado en inmigración, habla español y tras el último debate de hace dos semanas ha venido creciendo consistentemente en los sondeos, perfilándose como el que puede desplazar a los hasta ahora líderes Trump y Carson, ambos mimados de la ultraderecha.

Un estratega republicano le dijo a gacetamercantil.com que “los adultos del partido saben que ni Carson ni Trump le pueden ganar la elección a Hillary Clinton. El problema es que en las primeras elecciones de Iowa y New Hampshire los que votan y deciden son los sectores más militantemente de derecha y pueden teñir el tono de la campaña”.

Pero a medida que empiecen las primarias en los estados con más electores como las Carolinas, Texas, Florida y California, “el panorama cambiará a favor de Rubio. Otros cuatro años fuera de la Casa Blanca sumirían al partido en una guerra civil abierta por su propia identidad”, agregó la fuente.

Asustados por el crecimiento de Rubio, tanto Trump como Jeb Bush –el otrora padrino político de Rubio, precisamente- en los últimos días han venido reflotando una denuncia de que el senador usó en 2006 su tarjeta American Express –la que le entregó su partido- para gastos personales que van de cafés en La Carreta –un lugar frecuentado por la comunidad cubana en Miami- hasta una remodelación de su cocina.

La campaña de Rubio reconoció los gastos y sobre el fin de semana pasado publicó los estados de cuenta de la tarjeta para que la prensa conociera todos los gastos, asegurando que los personales fueron pagados de su bolsillo y no con fondos partidarios.

EL furibundo ataque de sus rivales contra Rubio revela la preocupación por su rápido ascenso y cómo han tomado nota de ello los más importantes donantes a la campaña.

Preguntado hace pocas horas acerca de la certera acusación de Trump de que “un tipo que maneja sus finanzas tan desprolijamente no puede manejar la economía del país”, Rubio se encogió de hombros y manifestó su perplejidad de que fuera acusado de mala administración de sus finanzas por una persona “que pidió la quiebra de sus empresas en cuatro ocasiones”.

Pese a su juventud, todo indica que Rubio no será un hueso fácil de roer.

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