Hoy se cumplen siete décadas de la muerte a manos de una comisión policial de Bairoletto, el hombre que es venerado aún como un santo por los pobres y odiado por los ricos hacendados de la pampa.

Por José Luis Cutello

Aquellos que peinan canas o que ya no peinan recordarán el comienzo de un radioteatro de \”El Mundo\”, en los años \’60, sobre la vida de un gaucho ladrón que repartía sus ganancias entre los pobres campesinos:

-¿Quién anda ahí? -gritaba un policía.

-¡Juan Bautista Bairoletto!

Todavía hoy, en algunos pueblos de Córdoba, La Pampa, Mendoza, San Juan y San Luis, se rinde culto a ese gaucho que, según cuenta una leyenda, fue un ladrón a la manera de Robin Hood, a tal punto que es considerado un \”hombre bueno\” por los humildes y \”un bandido rural\” por los ricos. Pero la leyenda, más allá de las simpatías o los odios que acapare el personaje, fue una historia real.

A 70 años de su asesinato, este hombre que usó decenas de nombres es un enigma digno de estudiar. Se lo conoció como \”El gaucho Bairoletto\”, \”Vairoleto\”, \”Marcelino Sánchez\”, \”Martín Mirando\”, \”El pampeano\” y, en la actualidad, como \”El Robin Hood\” o \”El Atila\” de la pampa, según el lado del que se lo mire. Pero la mayoría de la gente humilde lo llama sólo \”San Bautista Bairoletto\”.

Es que con su violenta muerte a manos de la policía se originó una liturgia pagana que se practica todos los 11 de noviembre, días en que sus devotos encienden velas en su tumba y le piden desde \”trabajo\” y \”salud\”, hasta la solución de problemas sentimentales.

Más allá de los mitos, Bairoletto nació precisamente el 11 de noviembre de 1894 en Santa Fe y, como tantos otros gauchos, tuvo una vida en la que se mezcló el heroísmo y la delincuencia. Una vida en la que el combate de los terratenientes, blanco de sus robos, le dejó las resonancias de \”Martín Fierro\”.

Juan Bautista era el segundo hijo de Vittorio Bairoletto y Teresa Bondino, una pareja de inmigrantes italianos que, luego de vivir un tiempo en la ciudad de Santa Fe, se radicó en la zona de Castex y Monte Nuevo, hoy La Pampa. En la primera localidad se encontraba la famosa fonda \”La Colonia\”, donde según la historia y la leyenda Bairoletto tuvo su primer duelo con un policía por el amor de una prostituta llamada Dora. Por supuesto, mató y debido huir.

Está claro que desde muy joven tuvo problemas legales: ya a los 27 años había sido encarcelado por homicidio. Además de asaltante de caminos, este patrono de los gauchos se movía en ambientes \”pesados\” como prostíbulos, comités conservadores y casas de juego. En esos sitios era considerado apenas un hombre pasional y \”un vengador\” de sus amigos, en una época en que la ley tenía como únicos beneficiarios a los ricos.

Justamente los poderes lo juzgan aún como una sombra, una fantasma, un azote. Bairoletto atacaba en Castex, desaparecía, aparecía en el desierto de San Luis, cometía desmanes en Villa Regina, Río Negro, y finalizaba con sus secuaces en General Alvear, donde tenía protección política.

De acuerdo con los pocos hechos puramente biográficos probados, fue un hombre que siempre huyó de la ley y que siempre fue ayudado por la gente, tanto para ser escondido como para escapar del peligro.

Una leyenda cuenta que le robaba a los hacendados, generalmente gente rica que no había pagado nada por sus tierras gracias a la mal llamada \”Conquista del desierto\” del Julio Argentino Roca, y repartía el botín entre amigos y benefactores. Por eso, siempre tenía abrigo, comida y un escondite secreto en cada pueblo.

Sofía Elsa Ceballos, hija de Bairoletto y Thelma Ceballos, aseguró hace unos años que \”papá respetaba mucho a la gente de pueblo\” y narró que, de todas formas, \”hubo muchas cosas que le adjudicaron y no tuvo nada que ver\”.

En la década de 1930, se lo hizo responsable de cuanto asalto rural ocurrió, algo que el gaucho fomentaba para acrecentar su fama. Eso sólo provocó que las autoridades de La Pampa se decidieran a terminar con él: a principios de 1941, se organizó una expedición de unos 50 hombres armados para buscarlo y, luego de varios meses, lo sorprendieron en General Alvear, Mendoza, donde le dieron muerte a traición. Dicen que fue \”vendido\” por su amigo Vicente Gascón.

Bairoletto fue velado en el Comité Demócrata de General Alvear y a sus funerales, que duraron varios días, asistieron miles de personas que llegaron sobre todo de La Pampa. En el cementerio de esa misma localidad mendocina se levantó un mausoleo costeado con las modestas contribuciones de sus amigos, una tradición que aún hoy se practica.

Cada año, para su cumpleaños, hombres y mujeres generalmente de clase muy baja ofrendan frente a la tumba flores, crucifijos, placas y objetos para que el \”santo\” los bendiga y proteja a sus familiares con trabajo, salud y amor. De hecho, durante esas verdaderas ceremonias populares se dan hechos que sólo pueden verse en la basílica de San Cayetano, donde sus devotos recorren de rodillas la distancia que hay entre la entrada del cementerio y su tumba.

Sin embargo, su hija admitió que jamás pudo utilizar el apellido que se hizo mito: \”Mamá es muy reservada y antes nos prohibía hablar del papá. Imagínense, en la época del colegio, si los demás se enteraban\”.