El futuro de Repsol, el futuro de YPF

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La reunión celebrada hoy en YPF, y de la que participaron representantes del accionista local -el Grupo Eskenazi-, del accionista mayoritario -la española Repsol-, y el gobierno estaba destinada a arrojar luz sobre la influencia que podrían tener los movimientos políticos que se produzcan dentro de la compañía en Madrid sobre el plan de negocios de la petrolera en Argentina, la empresa que más factura en el país.

El gobierno pidió el encuentro en ejercicio de su obligación de controlar la buena marcha del mercado de combustibles.

Un momento importante se producirá cuando se celebre la reunión del Consejo de Administración (directorio) a finales de mes, en la capital española. Allí, probablemente, se convoque a una Asamblea Extraordinaria de Accionistas dentro del siguiente mes para definir una cuestión clave.

El presidente de la constructora Sacyr, Luis del Rivero, a cargo de la mayor porción accionaria de Repsol, formalizó ya un enfrentamiento abierto con un empleado de lujo de la compañía, el CEO Antoni Brufau. El argumento formal –y no tanto– de la embestida es que Brufau ejerce como director ejecutivo y a la vez tiene un asiento en el directorio, desde el cual deberían controlar su gestión. \”No se puede ser juez y parte\”, explican cerca de Rivero.

Para completar el cerco alrededor de Brufau, el titular de Sacyr acordó con otro accionista importante, la mexicana Pemex, unir fuerzas para imponer un cambio en la conducción de Respol. Esta batalla, que se puede seguir casi a diario en los medios españoles, debería concluir, a más tardar a finales de octubre, con la salida con toda pompa de Brufau y la llegada de una nueva conducción aupada por Sacyr y Pemex.

Ahora bien, hablamos de las razones formales pero, ¿cuáles son las reales? Otras y diversas: en primer lugar, que Brufau, que al final del día no es más que un empleado muy bien pago, llegó muy lejos con su estilo de conducción al punto de que opera casi como si fuera dueño, como si estuviera defendiendo sus acciones, que, hasta donde se sabe, no las tiene.

Los contextos político y económico de España tienen también un lugar preponderante en la crisis de la petrolera ibérica. Repsol se ha venido desprendiendo de activos para hacer frente a los problemas financieros que enfrenta derivados de los ataque especulativos contra España. De hecho, en el último año y casi en silencio ha vendido acciones de YPF hasta quedarse con poco más del 52% (el 25% está en manos de los Eskenazi y otro 20%, en el mercado).

Rivero no está de acuerdo con la política llevada adelante por Brufau en este y otros tópicos. Y, en especial, no está de acuerdo con no ser consultado o de enterarse por los diarios de los resultados de decisiones ya tomadas por el CEO. Hoy por hoy, el problema entre ambos ya es personal, más allá de los miles de millones de euros que están en juego. Y hasta la tradicional tirria entre catalanes y madrileños se ha colado en la disputa, sumada al inminente cambio de administración tras las elecciones del 20 de noviembre. Se van los socialistas y llegan los populares.

Así las cosas, en el más alto nivel del Gobierno argentino se instaló la genuina preocupación por el futuro de Repsol.

La Presidente escuchó un consejo en un contexto global que no parece apto para los golpes de timón: para algunos, sería el momento de avanzar en la reestatización de la petrolera de bandera. Cristina Kirchner se preguntó de qué modo, pero la \”solución\” de usar reservas casi la espantó. A duras penas, el Banco Central consigue administrar el precio del dólar con ventas masivas que, según las previsiones, le harían perder el próximo año, un 10% de las reservas si la crisis internacional no se atenúa. Con lo cual, la aspiración de los impulsores de una medida semejante quedó en agua de borrajas.

De la otra parte, la posibilidad de que una nueva conducción de Repsol decida vender todas sus acciones en YPF, al Estado argentino o a otro grupo privado, parece remota porque de esta filial surgen hoy los dólares que evitan un ahogo financiero todavía mayor. Perdido el petróleo libio por un buen tiempo y con la obligación de invertir mucho dinero por muchos años antes de ver un billete verde proveniente de Brasil, las herramientas a la mano son bien pocas.

Rivero es un empresario inteligente. Temperamental, pero inteligente. Esto lo demuestra el hecho de que, después del enfrentamiento público con Brufau, que maneja con maestría las operaciones políticas y mediáticas, decidió dedicarse a actuar con mesura y racionalidad. El acuerdo con Pemex es el corolario a un surcido metódico y racional, no el producto de un ataque de ira y despecho.

Tendrá ocasión de mostrar si además tiene una mirada estratégica y un buen diagnóstico de la situación internacional si sienta a accede al control de Repsol. Lo que, sin duda, le permitirá resolver algunas otras cuestiones de Sacyr que lo tienen de mal humor.

*Director de gacetamercantil.com

@villalongaj

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