Management del fracaso

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La oposición renunció a competir, por acción u omisión, con el kirchnerismo. La suma de errores cometidos en los últimos meses tienen distintos matrices, pero Alfonsín (h), De Narváez y Duhalde son ejemplos de lo que no debe hacerse en política, en particular si se cree que es una herramienta de cambio y no sólo una de las diversas maneras de encaramarse en el poder.

Dos maneras de hacer política fracasaron rotundamente en las elecciones primarias del 14 de agosto: una, que podríamos calificar como de \”travestismo gerencial\”, está representada por la precandidatura presidencial de Ricardo Alfonsín y a la gobernación bonaerense de Francisco De Narváez; la otra, la representada por el ex presidente interino Eduardo Duhalde, encarna el \”autismo paleopolítico\”.

Estas dos caracterizaciones pueden servir para analizar el resultado de los últimos comicios. Pero mucho más aún para entender lo que murió en la política nacional, lo que trata de permanecer y lo que pugna por surgir.

El que sigue es un racconto de las declaraciones De Narváez previas a las primarias abiertas y obligatorias:

– \”Hay conversaciones (con otros sectores de la oposición), tienen el espíritu de la generosidad en un momento que es crítico para el país. Hay conversaciones entre más gente de la que públicamente se sabe, y conversaciones en el buen sentido, para ver qué se hace después del 14. Es para tener un gobierno plural, sabiendo que nadie tiene la verdad\”.

– \”Después de ocho años, el kirchnerismo ya está, ya dio lo que podía dar. Es el momento de una alternancia, y eso es lo que va a suceder\”.

– \”El lunes va a haber un gran indicador. Ese día va a estar claro que la señora presidenta va a estar lejos de los diez millones de votos que necesita para ganar en primera vuelta, y quién va a ser segundo, que nosotros trabajamos para que sea Ricardo Alfonsín\”.

Estas declaraciones fueron formuladas entre diez y cinco días antes de que se celebraran las primarias. Una parte de los consultores dirá que, tan poco tiempo antes de una elección, los libros indican que el candidato no debe mostrar el más mínimo signo de duda sobre su performance. Que, aunque conozca de antemano el resultado –en este caso, que iba a perder por más de 30 puntos de diferencia–, el político en campaña debe morir con las botas puestas. Otros, entre los que me encuentro, opinan que la única explicación posible a tan enorme distancia en la percepción de la realidad radica en la inclinación por entender la política como una rama del management. Sería ésta hija de una combinación entre ignorancia y narcisismo.

Apenas dos días antes de celebrarse las PASO, De Narváez insistió. \”El lunes va a haber un gran indicador. Ese día va a estar claro que la señora presidenta va a estar lejos de los 10 millones de votos que necesita para ganar en primera vuelta, y (va a estar claro) quién va a ser segundo, que nosotros trabajamos para que sea Ricardo Alfonsín\”, declaró.

Aunque dramáticos por su distorsión, no fueron éstos los peores dislates del precandidato de la Udeso a la gobernación bonaerense. Analizando lo que consideraba era ya una tendencia inmodificable, un tiempo antes y con el resultado de la elección cordobesa, afirmó: \”Es un mensaje contundente al gobierno nacional, es la cuarta semifinal que pierden: dos en Capital, Santa Fe y ahora ni se presentaron\”.

Al referirse a las encuestas publicadas en algunos medios, De Narváez advirtió que, aunque respetaba a los encuestadores, la venían \”pifiando fiero\”. La mejor encuesta, dijo, científico, \”es la encuesta del ciudadano, y nosotros hablamos con ellos en nuestras recorridas, y hay una mayoría silenciosa que el día de la elección se expide con total libertad, y yo estoy confiado en que lo van a hacer en nuestro favor el 14, marcándonos claramente como una alternativa a Daniel Scioli, y luego el 23 de octubre. Tenemos señales más fuertes que en 2009 sobre que vamos a resultar ganadores en las elecciones del domingo\”, completó.

Entre los dos centenares de asesores que mostraba De Narváez en su búnker de Las Cañitas en decenas de notas, en los últimos años, ¿habrá habido algunos que se consideren responsables del extravío de su jefe? ¿Le escribirían un \”diario de Yrigoyen\”? ¿Qué le contaban que pasaba? ¿Qué decían las encuestas que él pagaba a dos días del comicio? ¿Que ganaba? En fin. Parece que lo peor que le pudo haber pasado al empresario devenido candidato fue ganarle a Néstor Kirchner y a todo el aparato oficialista en las legislativas del 2009. Aquel triunfo lo perdió. Los \”mariscales del triunfo\” de hace dos años, ¿serán los de la derrota de ahora? ¿El fracaso se debe a que siguió los pasos que le indicaba su socio en América TV, José Luis Manzano? ¿Mandó a medir cómo podía impactar su alianza con Alfonsín? ¿A quiénes le preguntaron en los focus groups? ¿Es posible que no haya sonado una alarma en las oficinas de la calle Báez? Cuando alguien no quiere escuchar una respuesta, lo más seguro es cambiar la pregunta.

El dinero es un insumo fundamental para hacer política, pero la argentina, y a todos nos queda claro, por muchos motivos no es una democracia madura. Ni tiene la matriz estadounidense, en la que tan bien luce un candidato rico. La primera afirmación debería potenciar las posibilidades de un postulante enteramente surgido del marketing, pero la segunda tiene mucho peso en un país en el que parece tan lejano el \”sueño americano\”.

La segunda cuestión, para nada menor, es la del cambio de camiseta. El \”travestismo\” político no es nuevo, pero desde Borocotó a esta parte, y desde la implosión de los partidos a partir de la crisis de 2001, ha pasado a ser norma y no excepción. Los outsiders de la política, como De Narváez, ven este escenario como una oportunidad.

De Narváez le propuso a Alfonsín (h) una alianza bajo los siguientes parámetros: \”Yo pongo la plata para la campaña, el radicalismo pone la estructura y los fiscales\”. Es muy probable que el hijo del ex presidente se sienta ahora en deuda con el Colorado, porque éste, sin duda, puso dinero, pero los fiscales del radicalismo huyeron y los votantes eligieron otras opciones diluyéndose entre el GEN de Margarita Stolbizer, la Coalición Cívica y el socialismo.

La decisión de la Comisión de Acción Política (CAP) del radicalismo de avalar la alianza con el denarvaísmo –si tal cosa existe– siguió la línea de lo planteado por el presidente del partido, el senador Ernesto Sanz, quien \”compró\” la teoría, tampoco verificada por los asesores de la UCR, de que esa asociación sumaba y no restaba. Tanto fuera como dentro del partido, las dudas les ganaron a las certezas, lo que fue evidente a la hora del recuento de los votos. Pero lo que en De Narváez es un error de cálculo, en Alfonsín (h) se trata de una defección a los principios no ya del radicalismo, sino de la acción política en democracia, algo todavía más grave aún.

En cuanto a Duhalde, habría que advertir que el resentimiento y la desesperación no son buenas consejeras. Nunca. La parábola del ex gobernador bonaerense comenzó en marzo con la fallida interna del Peronismo Federal frente al gobernador puntano, Alberto Rodríguez Saá.

Después de las renuncias de Carlos Reutemann y Felipe Solá a continuar en ese espacio, Duhalde encaró una nueva fase de su guerra particular con el kirchnerismo con el gobernador de Chubut, Mario Das Neves, quien terminó siendo su segundo en la fórmula del Frente Popular.

En los últimos dos meses, el duhaldismo creyó atravesar una nueva primavera. De esta etapa son algunas de estas afirmaciones. \”El país está en crisis porque no hay autoridad\”, (El electorado) en 10 días hizo retroceder al gobierno nacional dos veces en chancletas\”, \”La primera fue cuando lanzaron los cambios en el fútbol, que la gente rechazó. La segunda fue cuando gana por segunda vez Macri en Capital Federal y la presidenta, con dos Lexotanil, levantó el teléfono y lo felicitó\”, \”Hoy no se puede creer en las encuestas, nadie acertó el resultado de Córdoba ni Santa Fe. Estoy convencido de que el domingo voy a estar muy cerca del oficialismo, porque el derrumbe del oficialismo en el país no tiene piso, no se sabe. Los líderes del peronismo me están apoyando a mí, y el kirchnerismo va a quedar reducido a un grupo de gente con mucho dinero y en todas las provincias con los jóvenes de La Cámpora, quienes les caen muy mal al peronismo\”, \”En este momento, la gente está muy enojada con el gobierno nacional y está dispuesta a premiar y castigar. Se nota una pérdida de autoridad que aumenta el miedo de la gente. Porque los argentinos tienen miedo, miedo porque tienen un mal recuerdo de lo que pasó en el 2001 y no quieren volver a eso. Cuando se observa la pérdida de autoridad y se nota que el gobierno está ausente en todos los temas en que se requiere la fuerza pública, la gente siente temor\”.

El caso de Duhalde es distinto al de De Narváez por muchas razones. Entre ellas, uno es un desgastado animal político; el otro, un recién llegado. Pero coinciden en un alejamiento de la realidad verdaderamente alarmante.

Algún analista observó que el papel del periodismo, y en buena medida de la oposición política, es el de predicar en el desierto. Pero hay sólo un paso que va de decir verdades a gente que no está dispuesta a escucharlas a convertirse en anacoretas. Los revolucionarios, las vanguardias esclarecidas, pueden luchar sabiendo que no verán realizado su ideal. No es el caso de los De Narváez o los Alfonsín, que se pasaron de pragmáticos.

*Director de gacetamercantil.com

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