Crisis financiera global: La Tasa Tobin, el remedio

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Muchas veces usamos analogías para explicar procesos complicados o abstractos. También metaforizamos sobre la salud de la economía.

Unos alemanes, T. Dethlefsen y R. Dalhke, explicaban la salud como el proceso en el cual la verdadera enfermedad, la profunda, se manifiesta a través de síntomas, que son los que nosotros llamamos enfermedades: resfríos, alergias, afecciones diversas de los órganos, etc.

Ellos dicen que debemos tratar la enfermedad que causa los síntomas, y usar éstos para entender lo que pasa. Lo explican de esta manera: vamos en el auto y se prende la luz de temperatura (sintoma, aviso); paramos y miramos el agua. No reventamos la luz que se prendió.

La reciente marea de cracks financieros, si bien no iguales entre sí, son los síntomas que producen economías enfermas. Los gobiernos, organismos financieros, calificadoras, los que trabajan en la parte financiera, proponen atacar estos síntomas. No piensan en curar la enfermedad, además de ser parte de ella, y los que producen los problemas.

Estas economías que ellos tratan como entes abstractos son gente. Son los que trabajan y viven en ellas. Cuando cortan, reducen, suprimen, actúan sobre la gente, sobre la economía real. Esta economía real es la que produce el armazón de donde se cuelga la especulación, la que compra y vende a diario, la que encumbra o destruye en horas, años de trabajo, miles de vidas.

Estas economías se nutren en los mercados financieros, donde más del 90% de las operaciones son especulativas. De cada 10 dólares que se mueven, 9 son de operaciones especulativas, sólo uno de actividades productivas. Claramente ridículo. Los capitales que alimentan estos mercados son de comportamiento volátil, entrando y saliendo, en ocasiones, varias veces por día. Algunos mueven más dinero que países. Hace unos años, George Soros corrió al Banco de Inglaterra especulando contra la libra. Estos movimientos producen las ganancias que buscan y los desequilibrios que rompen las economías reales, la vida de las personas.

Por otro lado, la economía real necesita la financiación de estos capitales. Los organismos (economías) necesitan el alimento, el azúcar (capital). Hay que ordenar un poco, nomás.

En los \’70, James Tobin propuso gravar los movimientos financieros con una tasa, 0,1/0,25 a los movimientos de cortoplazo, lo que reduciría el retorno de las operaciones y las volvería menos apetecibles. Al ampliarse los plazos de los movimientos se logra una mayor previsibilidad, una mayor estabilidad en los mercados. Se recaudaría un dinero también, que se destinaría a estudios o trabajos para mejorar problemas económicos puntuales.

Esto como una breve referencia: se discuten detalles sobre su aplicación, su eficacia. Lo que importa es el concepto, gravar la especulación.

Las economías financieras deben estar vinculadas con las reales y estas últimas servirse de los mercados financieros, no al revés. Nosotros, las personas, somos las que debemos decidir, somos la economía.

Si pensamos en la economía como un organismo, estamos dejando que los mercados nos manejen la comida. Un día te dan una milanesa, al otro día cinco, luego diez, aunque no quieras, y después te la sacan, después te la devuelven a cambio de un hijo y así, sin fin.

La Tasa Tobin reduciría el impacto del flujo de capitales, lo que daría un pequeño aire a las economías en problemas, un espacio de adaptación a las condiciones cambiantes. Esto evitaría muchas de las crisis de liquidez que padecen las economías, crisis que sólo redundan en comisiones para los agentes, ganancias para los especuladores, y cargas y pesares para los pueblos.

Esto sería un tratamiento de los síntomas de la enfermedad. Luego habrá que entender las causas de la enfermedad, y pensar como se trata. Porque estas crisis no son financieras, de dinero. Son más profundas. Son economías que no se sostienen, modelos arcaicos, tanto económicos, como sociales.

Habrá que repensar arquitecturas sociales, relaciones, órdenes, prioridades. Pero hay que empezar por algo, y la tasa propone un funcionamiento más racional de los mercados, cuidando a las personas, que son las que importan.

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