El acusado se benefició con la suspensión de un juicio en su contra por falso testimonio y reticencia a cambio de comprometerse a recorrer los lugares donde funcionaron centros clandestinos de detención.
Un ex marino que actuó en la época de la dictadura se benefició con la suspensión de un juicio en su contra por falso testimonio y reticencia, a cambio de comprometerse a recorrer los lugares donde funcionaron centros clandestinos de detención.
La decisión la tomó el juez federal Marcelo Martínez De Giorgi y recayó sobre el ex suboficial de la Armada Angel Valoy, quien fue denunciado por falso testimonio tras declarar como testigo en el juicio oral a ex represores que actuaron en El Vesubio y mostrarse reticente a dar datos además de evaluar que una sobrina suya, su esposo y el hijito de ambos desaparecieron porque ella \”andaba en algo raro\”.
El ex marino había ofrecido un año de tareas comunitarias en una parroquia, pero el juez consideró que esto no serviría para subsanar el desprecio que mostró hacia lo ocurrido en esa época.
Valoy deberá recorrer la ESMA, Automotores Orletti, Club Atlético, Olimpo, Virrey Ceballos, El Vesubio e ir al Monumento a las víctimas del terrorismo de estado en el Parque de la Memoria.
Una medida similar se recuerda en tribunales cuando el juez federal Daniel Rafecas condenó a un skinhead a visitar con él el Museo del Holocausto.
\”No es seguro que el señor Valoy pueda incorporar la información sobre la tortura, la desaparición, el sufrimiento, la conciencia sobre lo que es debido e indebido en una sociedad democrática basada en la justicia, pero más cierto es que no será sólo en la propuesta formulada por la defensa, donde hallará el mecanismo para acercarse al efecto dañino que produce su resistencia a contribuir al esclarecimiento de la verdad sobre los hechos\”, aseguró el juez.Con relación al término utilizado por el imputado, el magistrado señaló que \”la producción de ese tipo de sentencias sociales para referirse a las víctimas de desaparición forzada, tales como \’andaban en algo raro\’, hablan por sí de mecanismos de lenguaje destinados a la justificación de los crímenes aberrantes que funcionan aún hoy como eximentes de responsabilidad internalizados para quien –como en este caso- debía haber sabido, en su condición de familiar y miembro de las fuerzas de seguridad la atroz ilegalidad de la actuación del aparato militar\”