Viaje a las estrellas

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Es un edificio tan exótico como porteño. La función de estos espacios siempre es la divulgación científica y hay muchos adeptos a la temática que abarca el universo con sus innumerables estrellas y sistemas planetarios.

Como dicen en la película “Contacto”, “si estamos solos en el Universo, cuanto espacio desaprovechado ¿no?”.

El cielo ha servido como un GPS para casi todas las civilizaciones, y quienes lo estudiaron pudieron sacar provecho de ese conocimiento tanto para trasladarse como para programar las cosechas o para determinar el carácter de las personas, según los horóscopos. O para dominar a sus congéneres.

La observación de los movimientos y cambios a simple vista se fueron haciendo más complejos con los avances de la óptica. Se cree que fueron los astrónomos chinos los que dividieron el cielo en constelaciones para una mejor comprensión de la bóveda celeste, pero los griegos hicieron grandes contribuciones como la magnitud, que es la medida del brillo de una estrella. Las culturas precolombinas usaron el cielo entre otras cosas para medir el tiempo y su calendario era más exacto que el que usamos hoy. Para leer el cielo los mayas colocaban redes entre arboles y se acostaban debajo: cada cuadradito de la red era usado como un cuadrante. Pero lo que fue acercando el Universo, más allá de la observación directa, fue el telescopio, que fue creado cerca de 1590 con una disputa entre tres posibles inventores. Pero sería Galileo Galilei quien, en 1609, construyera un telescopio de gran tamaño, con lo cual quedaría como el autor del primer telescopio astronómico, con el que realizó grandes descubrimientos como las cuatro lunas de Júpiter girando en torno al planeta. No obstante, lo que le trajo grandes dolores de cabeza a Galileo fue su observación y posterior teoría, que cayó como un balde de agua fría a la iglesia católica, que por aquellos días se presentaba en su peor versión: la Inquisición. Galileo sostenía que eran los cuerpos celestes los que giraban alrededor del Sol incluyendo a la Tierra, cosa que tuvo que negar frente a un tribunal que tenía la potestad de mandar a morir en la hoguera a quienes no cuadraran con las escrituras de la Biblia. Galileo abjuró, se salvó y se le adjudicó un rapto de rebeldía al decir en voz baja, dentro del tribunal, su famoso “Eppur si Muove”, que significa: “Sin embargo, se mueve”, con lo que resume la idea de que no importa lo que dijeran el texto religioso, la Tierra gira alrededor del Sol.

Con el nombre de Galileo Galilei se bautizó el Planetario de la ciudad de Buenos Aires, en honor a este científico genial y rebelde. La idea de construirlo surge en 1958 por iniciativa del concejal socialista José Luis Pena y del entonces secretario de Cultura de la Ciudad, Aldo Armando Cocca.

Las obras de construcción comenzaron en 1962 bajo la dirección del arquitecto Enrique Jan, de la Dirección General de Arquitectura de la antigua Municipalidad de Buenos Aires. Los trabajos estuvieron a cargo de la Companía de Construcciones Civiles y el intendente de facto Eugenio Schettini lo inauguró el 20 de diciembre de 1966. El primer Director del Planetario fue el profesor de Geografía Matemática Antonio Cornejo, que ejerció su cargo por 33 años. Y la primera función tuvo lugar el 13 de junio de 1967.

La apertura definitiva para el público en general se hizo el 5 de abril de 1968 y a partir de aquellos días, y a lo largo de su historia, el Planetario ha promovido la divulgación científica para que el conocimiento científico trascienda el mundo académico y sea accesible a todas las personas.

El está ubicado en el parque Tres de Febrero y su finalidad es la divulgación de la ciencia astronómica a través de espectáculos didáctico-recreativos destinados al público en general y a los estudiantes. Según Jan, “este edificio es uno de los pocos en el mundo proyectado y construido partiendo del módulo triángulo equilátero”. La elección arquitectónica de esta figura geométrica encierra un simbolismo que fue buscado expresamente.

El edificio tiene cinco pisos, seis escaleras (una helicoidal) y una sala circular de 20 metros de diámetro que, desde la última refacción, incluye 280 nuevas butacas 4D. Esta cúpula semiesférica está recubierta interiormente con renovadas placas de aluminio que sirven como pantalla.

La semiesfera está montada sobre una red de 5.300 barras de acero interconectadas, planchas de aluminio y madera, vidrios curvos y una base de hierro en forma de U. Es decir, la estructura la componen seis triángulos equiláteros cuyos vértices dispuestos hacia adentro dan como resultado un círculo.

El ingreso al edificio es a través de un puente, sorteando el vacío de una gran olla de 47 metros de diámetro de cuyo fondo emergen los volúmenes arquitectónicos aislados por un gran espejo de agua. En las lajas del camino de entrada, que fueron traídas de Neuquén, se pueden encontrar fósiles marinos extinguidos hace alrededor de 100 millones de años. En la explanada de acceso se pueden apreciar tres meteoritos, uno llamado “La Perdida”, de hierro y níquel y 1.530 mkilos que fue en encontrado en 1965 en Chaco y que, se estima, cayó hace 4.000 años. Este meteorito fue cortado para su estudio en el Instituto Max Planck de Alemania y una mitad se encuentra en el Smithsonian Museum en Washington, Estados Unidos. El segundo en tamaño es el “Tococote”, que pesa 850 kilos y fue hallado también en Chaco pero en 1931. El tercero es el “Taco” de 677 kilos, que fue encontrado en 1962 en Santiago del Estero. Los tres son un auténtico tesoro astronómico.

En el hall de entrada se encuentran la boletería y la recepción, y desde allí se puede ver el gran casquete triangular esférico. Ascendiendo por sus amplias escaleras se accede al primer piso de exposición, cuya planta es triangular. Aquí funciona el Museo, en donde se ofrecen muestras permanentes o transitorias y se exhibe una roca lunar que trajo a la Tierra la misión Apolo XI.

En el segundo piso funciona la sala de proyecciones, que fue totalmente renovada en 2012 con el aporte de nuevas tecnologías para la proyección. Con sonido Dolby 5.1, a la cúpula le reemplazaron las luces por “Leds” y con estos cambios el planetario es un edificio de vanguardia en América Latina.

Los nuevos espectáculos también deslumbran por sus imágenes de alta resolución y su sistema inmersivo. Seis proyectores con tecnología DLP son responsables de proyectar al domo entornos virtuales de realismo sorprendente con una resolución de 3K y 14.000 lumens. Sobre la cúpula pueden llegar a reproducirse 8.900 estrellas fijas, constelaciones y nebulosas.

Las funciones para ciegos se iniciaron en junio de 2001 y son inéditas en la región. Se combinan mapas celestes táctiles, gráficos en relieve, un relato grabado, música y efectos sonoros.

Un amplio sector de la sala posee un aro magnético para amplificar el sonido y facilitar la audición mediante el uso de los audífonos de los hipoacúsicos. Ambos tipos de funciones son libres y gratuitas pero ir al Planetario es sumergirse en un espectáculo movilizador.

Para consultar los horarios y tarifas de los espectáculos: www.planetario.gob.ar/

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