La trata, delito de lesa humanidad

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Un informe internacional refiere que más de 40 millones de mujeres se prostituyen en el mundo. Detrás de esta situación mayoritariamente se esconde el flagelo de la trata, que es encarado de maneras diversas según las culturas.

Según el primer informe mundial sobre explotación sexual publicado por la Fundación Selles y al que el diario parisino “Le Figaro” tuvo acceso, se calcula que entre 40 y 42 millones de mujeres se prostituyen en el mundo. El 80 por ciento de estas prostitutas son mujeres y jovencitas, y tres cuartos de ellas están entre los 13 y 25 años.

El feminismo no ha desaparecido, pero sí es cierto que las mujeres comprendieron que todo no se puede tener. Marido, hijos, carrera y en todo ser exitosas. La verdad es que muchas, si bien no se han retirado, han optado por el confort de un marido rico.

En los países de la Unión Europea el tema de la prostitución trae un debate añadido: a las prostitutas nacionales hay que agregarles las migrantes. Primero llegaron las del Este y ahora, de a poco, las africanas.

En Francia, Najat Vallaud-Belkacem, ministro de los Derechos de la Mujer, quiere prohibir la prostitución y penalizar a los clientes mientras que en Alemania un gobierno de izquierda la acaba de legalizar.

Un artículo aparecido en el diario “Le Monde” sostiene que el principal argumento a favor de la penalización de los clientes, caballito de batalla de los “abolicionistas de la prostitución”, es que el 90% de estas chicas acaban siendo víctimas de trata.

Esta cifra surge de la cantidad de detenciones policiales, sin embargo el trabajo callejero es cada vez más minoritario respecto de la industria del sexo. En realidad estos números representan el porcentaje de extranjeras que han sido apresadas por la policía. Son números importantes pero no sorprendentes cuando se sabe que la penalización de los encuentros en la calle tienen como objetivo luchar contra la inmigración clandestina.

Es muy probable que la mayoría de los trabajadores del sexo no ejerzan más su oficio en la vía pública después del desarrollo que han tenido las nuevas tecnologías de la comunicación.

En el Reino Unido, un estudio de Nick Mai afirma por el contrario que la mayoría de las migrantes de la industria del sexo británico no son víctimas de la trata, pero tomaron la decisión de trabajar por cuenta propia porque tendrían mejores ingresos que con otras ocupaciones y que las vivieron como una mayor explotación.

La idea de que la prostitución o el cliente deben ser abolidos viene de la concepción según la cual toda prostituta es en esencia una víctima, aunque el hecho de ejercerla provenga de una decisión personal.

Todos los que defienden la “libertad” de prostituirse olvidan que la prostitución engendra la trata. Son muy raros los casos de mujeres que han esquivado la dominación de los proxenetas. Hay otras que admiten que la prostitución es una violencia, pero temen que la penalización a los clientes las impulse a trabajar a escondidas y, por lo tanto, a padecer más violencia. Para Genevieve Duchè, presidenta de l’Amicale du Nid (El nido amistoso) lo esencial del fenómeno es que ya es clandestino y que lo que se ve en las calles es la punta del iceberg de la prostitución.

La discusión en Francia es que la persona no vende su cuerpo, no vende nada. Se trata simplemente de un contrato de suministro sexual pago. Un servicio que con consentimiento de los participantes no está prohibido por la ley.

España católica. Un editorial de “El País” publicado este mes sobre la violencia machista explica que la dependencia económica y emocional de las víctimas tiene que ver con la posición de desventaja social que todavía sufren las mujeres. La raíz del problema, agrega el matutino madrileño, es una desigualdad lacerante que algunas instituciones como la Iglesia católica fomentan sin rubor. Hace unos años en España, el obispo de Alcalá de Henares aseguraba que hay menor violencia machista en los matrimonios católicos. Católica o no, España sigue siendo machista y el patriarcado subsiste.

La presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial cree que habrá que seguir investigando para comprobar la existencia de ese efecto bautizado “llamada”, que sostiene que tras un crimen de género existen 1,67 veces más posibilidades que se produzca otro similar al día siguiente. Las feministas chillaron: “¿Acaso hay emulación al asaltar un banco?”. Seguramente habrá que investigarlo.

La legislación sueca acorrala a los clientes de la prostitución. En el avanzado país escandinavo es delito comprar sexo, o sea que todo cliente es un delincuente en potencia. Los suecos insisten en esto desde que Suecia dio un paso inédito: penalizar al cliente pero no a la persona que se prostituye. Según ellos este sistema les ha traído un descenso de la prostitución, pero sobre todo de clientes detenidos, que no es lo mismo. El abolicionismo ha dejado las calles limpias pero Internet arde.

África mía. Una divorciada en Burkina Faso es una mujer que queda marcada. Marginada por familiares y amigos. El divorcio siempre es culpa suya, haya hecho lo que haya hecho el hombre.

Así surgió Afedi, una asociación atípica y osada por un simple motivo: que en su nombre aparece la palabra “divorciada”. Seis marginadas cansadas de su situación se unieron en 2007 y fundaron la Asociación de Mujeres Divorciadas y Mujeres y Niños en Dificultad (Afedi, en sus siglas en francés) y se ubicaron en Uagadugù, la capital de Burkina Faso. A pesar de los pronósticos agoreros, la asociación ya cumplió ocho años y está integrada por 200 mujeres, divorciadas o no.

El Derecho burkinés solo considera los matrimonios civiles y son los que cuentan para la estadística. En este listado –que no toma en cuenta otros ritos– la lista de divorcios aumenta cada año. Las mujeres están agradecidas a Afedi no solamente les da una pertenencia sino que aprenden desde oficios hasta idiomas. En este rubro el idioma que aprenden es el de sus propias aldeas.

Estado Islámico. La homosexualidad está proscripta en gran parte del mundo islámico. A principios de marzo el grupo yihadista Estado Islámico (EI) degolló en público a cuatro jóvenes homosexuales en la ciudad iraquí de . Mosul. El espectáculo no resultó agradable y varios “invitados” se levantaron y se fueron ya que mientras cortaban cabezas recitaban cánticos religiosos.

En la mayoría de los países donde esta religión es mayoritaria, ser gay se considera un delito penado con la cárcel y en algunos, como Arabia Saudí, Sudán o Yemen, pueden llegar hasta sufrir la pena de muerte.

Los que la pasan peor son los sirios. Han roto con sus familias, que se avergüenzan de ellos. A la persecución general se agrega la represión del régimen, de los rebeldes, de sus familias y de sus tribus. En noviembre dos veinteañeros y homosexuales sirios fueron apedreados hasta la muerte. Tras cuatro años de guerra y más de 200 mil muertos, las ejecuciones de gays aumentan en el reino del EI que se extiende entre Siria e Irak. Las imágenes de dos jóvenes empujados desde la azotea de un edificio en Irak dieron la vuelta al mundo. Con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, fueron lanzados al vacío por su condición sexual.

El refugio para el asilo político está en los alrededores de Beirut, en la ONG Proud Lebanon. Creada en 2013, allí proporcionan servicios médicos, psicológicos, cursos de formación y un plato caliente, explica Cósete Maalouf, trabajadora de la organización.

El centro acoge a 320 homosexuales, un 60% de ellos sirios, que son los que están más solos y los más perseguidos. Ellos saben que no le interesan a la comunidad internacional, y tratan de cualquier manera que Beirut les permita llegar a París

Llamado urgente. En este mes de mayo 28 países han pedido que la trata sea un crimen de lesa humanidad. Esa cantidad de defensores del pueblo de América latina que se reunieron por dos días en Bogotá, la capital de Colombia, solicitaron que la trata de personas sea declarada un crimen de lesa humanidad “en los términos del estatuto de Roma”. Con esto se busca que el delito no prescriba y, por lo tanto, que los victimarios no puedan eludir a la Justicia.

Según un documento firmado en el marco de la Primera Cumbre Iberoamericana sobre la trata de personas y el tráfico ilícito de migrantes, cuando el primer delito se estructure como de lesa humanidad, los “ombudsman” se comprometen a desarrollar instrumentos que permitan su efectiva persecución “bajo el principio de jurisdicción universal”.

Víctimas del ácido. A los 14 años la paquistaní Sharmeen Obaid-Chinoy publicò su primer artículo en un periódico y a los 17 tuvo que esconderse porque su primer trabajo de investigación centrado en unos pandilleros que aterrorizaban con rifles a los niños de su ciudad, Karachi, había puesto su vida en peligro. “Si dices la verdad, la gente y yo siempre te defenderemos”, le dijo entonces su padre.

A los 22 años, tras estudiar varios años en Estados Unidos, Sharmeen estrenaba su primer documental: “Children’s horror” (Hijos del terror), una película sobre niños afganos refugiados que llenaron las calles de su ciudad tras la invasión estadounidense que siguió al 11-S. Esta joven que ya ha pasado los treinta años luego produciría una docena de películas y ganó su primer Oscar por un corto documental, “Sabin faces” (Salvando caras). La película denuncia, a través de dos mujeres desfiguradas y un médico, todos extremadamente valientes, los ataques con ácido que sufren las paquistaníes a manos de sus maridos. Ataques por los que rara vez son condenados y que constituyen una de las formas de abuso doméstico más comunes en Pakistán, Camboya, India, Afganistán y Bangladesh.

En Afganistán la tradición está por encima de la ley. El año pasado comenzaron a retirarse los estadounidenses, mientras los talibanes se frotaban las manos pensando que les faltaba poco para volver al poder e imponer la “sharia”. Aparte del ácido, cada vez aumentan más los casos de “baad”, el secuestro de una mujer o niña para compensar una falta o una deuda de sus mayores. The New York Times publicó un informe sobre el caso de la niña Shakila, cuya familia accedió a contar la historia. Es un texto que ilustra el fracaso de Occidente en Afganistán, un país al que nunca entendió.

En Irán los habitantes de Isfahán llegaron a vivir en el terror cuando arrojaron ácido a una mujer que manejaba su auto. La acusaron de estar con el velo mal puesto. Según la agencia oficial iraní ISNA, que cita a un testigo, la mujer llevaba un “hidjab” (velo) normalmente colocado.

“No es obra de extranjeros, como proclaman las autoridades, sino de fanáticos que quieren poner en práctica las prédicas de algunos clérigos”, aseguró el politólogo Sadegh Zibakalam durante una conferencia en la Universidad de Isfahán, grabada y difundida por una alumna.

Bien entrado el siglo XXI, como se ve, el mundo sigue siendo un lugar muy hostil para ser mujer.

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