Educación y trampas de la pobreza

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A menudo desde la derecha se ha hablado de educación como un instrumento para fomentar la movilidad social (la izquierda en España, como decía Octavio, habla poco y mal del tema). Si ayudamos a los chicosa ir a buenos colegios, con buenos profesores y fomentamos una cultura del esfuerzo y responsabilidad, los que se lo merecen llegarán a la universidad y tendrán carreras largas y prósperas.

Por mucho que esto de la universidad no sea del todo cierto (un graduado universitario pobre, de media, ganará menos dinero que uno de familia rica), la mayoría de conversaciones sobre educación, igualdad de oportunidades y demás obvian un problema mayor: no todos los niños llegan al colegio de igual modo. Hace unos días señalaba que según el nivel de ingresos de cada familia los niños llegan con habilidades significativamente dispares a parvulario. Hoy toca hablar sobre uno de los motivos para que esto suceda, el nivel de educación de los padres.

Un estudio realizado en Estados Unidos reveló el porcentaje de alumnos en octavo (el último año de middle school o ESO; 13-14 años, más o menos) que superan los exámenes estandarizados de matemáticas y comprensión lectora con una buena nota (proficient) a nivel nacional, según el nivel educativo de los padres.

Y parece haber una relación extraordinariamente fuerte entre nivel de estudios de los progenitores y la probabilidad de éxito escolar de sus hijos. O dicho de otras palabras, los niños que han nacido en familias con pocos estudios parecen tenerlo mucho más difícil para llegar a la universidad.

¿Por qué sucede esto? Obviamente, el nivel educativo de los adultos de la casa está fuertemente correlacionado con su nivel de ingresos. Los padres que no acabaron la educación obligatoria (en Estados Unidos hasta los 18 años) acostumbran a ganar menos dinero y estar en la pobreza con mucha mayor frecuencia. También acostumbran a vivir en barrios peores, van a colegios peor financiados y con menos recursos, están peor de salud y están mucho más a menudo en familias monoparentales Como casi todo en Estados Unidos, todos estos hechos acostumbran a correlacionar también con fuertes diferenciales raciales.

La cuestión principal a abordar, sin embargo, es que a menudo una fuerte inversión en educación no basta para aumentar la movilidad social. Es una pieza clave si queremos aumentar la igualdad de oportunidades, obviamente, pero incluso los mejores colegios poco pueden hacer ante familias desestructuradas, con pocos ingresos y con bajo nivel cultural. Si queremos realmente aumentar la movilidad social tenemos que pensar en un estado de bienestar bi-generacional, capaz de dar servicios tanto a los niños como a sus padres al intentar reducir la pobreza hereditaria.

A efectos prácticos, esto quiere decir combinar programas de educación para adultos (sea formación profesional o titulaciones universitarias), políticas activas de empleo, programas para desarrollar habilidades no cognitivas, guarderías para permitir que los padres puedan ir a trabajar o formarse, cursillos sobre salud infantil y otros programas de apoyo que permitan mejorar el nivel educativo y de ingresos de los padres con la educación de los niños. Sabiendo que el periodo clave en la formación de un bebé es de los cero a los tres años, esto probablemente incluye abrir guarderías en centros educativos para adultos y universidades, por ejemplo, y en general hacer todo lo posible para o bien aumentar el nivel de ingresos de los padres.

Como he dicho otras veces: si uno se toma la igualdad de oportunidades en serio sale bastante cara.

(*) Politólogo. Editor de politikon.es

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