Gils/Sabbatella: todo mal

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Néstor K combinó astucia y gran torpeza política (candidaturas testimoniales, derrota en la provincia de Buenos Aires…). Sus primeros nombramientos, de todos modos, (me) sirvieron para comprobar al menos una cosa: aún con poco consenso, aún en una situación de crisis, puede designarse a gente que no cuenta con el respaldo del “establishment”, e impulsar algunos cambios (Argibay, Ginés G., Taiana).

Quiero decir, las “presiones de las corporaciones” no sirven como excusa para nombrar a gente inepta y llevar adelante políticas desastrosas. Sin embargo, desde un comienzo esta torpeza se convirtió en la regla del kirchnerismo, que hoy combina políticas de horror y nombramientos insólitos, que implican a funcionarios imberbes, oportunistas y traidores

Imberbes (Kiciloff, Lorenzino, Costa, y una política económica recesiva, inflacionaria, con más desigualdad, más pobreza y más desempleo)

Oportunistas o mercenarios (Guillermo Moreno; Boudou; Redrado; Massa; D’Elia; Alak: preparados para matar si es necesario, por sometimiento o dinero)

Traidores (Gils C., que activó políticas para encubrir a Milani, contra todo lo que predicaba; Sabatella, que no tuvo problemas en defender la Ley Antiterrorista, desde la “izquierda K”; Timmerman, que no se avergonzó de pactar con Irán y hundir la investigación de la AMIA, traicionando a su pueblo)

Me quedo unos instantes, sin embargo, en GCarbó y en Sabatella: se trata de dos funcionarios que, casi desde el inicio de su función, lo han hecho todo mal. Han recibido, por eso, una impresionante cantidad de repudios sociales y -sobre todo, en lo que aquí importa destacar- decisiones judiciales en contra. No aciertan a tomar una medida legal.

Mi reflexión va ahí: sin dudas, el poder judicial está plagado de funcionarios conservadores, defensores del status quo, chapuceros, miedosos y oportunistas. El error del oficialismo bobo es pensar que, por tales razones, los jueces están en contra del kirchnerismo. No es así, y tal vez sea lo contrario: por oportunismo, muchos jueces y fiscales están preparados para decirle todo que sí al gobierno; por chapuceros, muchos jueces se lavan rápidamente las manos ante cada causa difícil, y prefieren aprobar lo que pida el gobierno, con la cabeza gacha (tanto es el miedo de una sanción, de subir el perfil, de quedar en el medio de una polémica); por miedo (a los servicios) muchos jueces se someten al poderoso (k) de turno; por conservadurismo y defensa del statu quo, muchos jueces toman decisiones injustificables, a favor del gobierno (caso Chevrón).

Por supuesto, por las mismas razones, aparecen casos decididos en contra (jueces que huelen el cambio de gobierno; jueces que no quieren cambios de ningún tipo en la justicia; etc.). Pero el punto es: por aquellas horribles características dominantes, los jueces pueden fallar en contra o a favor.

No tengo dudas de que, si hubieran actuado de otro modo, si hubieran buscado consenso, si se hubieran movido de forma inteligente, si hubieran justificado sus decisiones en público, haciendo el intento de persuadir, en lugar de provocar y actuar de modo atolondrado, arrogante, prepotente y fanático, tanto Gils C. con el nombramiento de fiscales, o Sabatella, con la Ley de Medios, hubieran obtenido aprobaciones legales en lugar de unánimes rechazos (no olvidar que la Corte no tuvo problemas en declarar la constitucionalidad de la Ley de Medios, ni empacho para dar luz verde a parte de la reforma de la justicia).

Ocurre que ellos cumplen pésimamente su función, y por eso es que hoy cosechan lo que han sembrado durante años, cuando tenían tierra fértil, viento y (demasiado) dinero a favor, e infinidad de posibilidades de actuar de modo diferente, mucho mejor. Hoy da pena la cantidad de decisiones judiciales que reciben en contra, una tras otra. Hoy dan pena.

(*) Publicado en su blog: http://seminariogargarella.blogspot.com.ar/

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