La lenta construcción de un aparato de terror

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Acostumbrados como estamos a pensar al país a partir del contratiempo o la tragedia ocurridas en el último minuto, solemos perder perspectiva sobre sucesos que, como en este caso, resultan en realidad de procesos de construcción lentos, colectivos, y respecto de cuya factura no todos somos igualmente responsables.

Por lo dicho, la pesadilla que rodea a la muerte del fiscal Nisman merece ser deconstruida de otro modo, y a tales fines propongo una “mirada más larga” sobre los siguientes tres eventos.

La fortaleza de la denuncia de Nisman. A comienzos del gobierno de Néstor Kirchner, Alberto Nisman -quien trabajaba desde 1997 en la causa AMIA y no se había destacado especialmente en la investigación del caso- fue designado al frente de la Unidad Fiscal Especial para la causa AMIA, por el ex Presidente.

Al mismo tiempo Kirchner, fiel a su estilo, conminó a Nisman a proseguir su investigación de la mano de un “agente especial” de inteligencia, hoy públicamente denostado (el ex Presidente se especializó en vincular, indebida e innecesariamente, a la política con los servicios de inteligencia). Pasaron más de diez años desde entonces, y a pesar de los cuantiosos recursos económicos invertidos, el personal injustificadamente incorporado, y las redes de espionaje tendidas (o tal vez justamente por ello), la investigación en la causa sigue bloqueada.

Se trata de un fracaso estrepitoso construido lentamente por el gobierno –una muestra más de la chapucería, improvisación, mentiras y oscuridades propias de una gestión, que muestra resultados igualmente nefastos en casi todas las áreas de gobierno (en la política exterior, en el manejo de la inflación, en la medición de la pobreza, etc.).

Pero resulta ahora que los “juristas amigos” del gobierno vienen a decirnos que la denuncia de Nisman “no prueba delito”, y la claque oficial aplaude y reproduce el asunto con orgullo. El hecho, propio de una mala película, cómica o de espías, debiera generar tristeza y desencanto colectivos: el gobierno saliendo a demostrar que la investigación que él mismo promovió, frente al peor atentado sufrido por el país en su historia, “no prueba nada”, luego de diez años de inversiones cuantiosas.

Peor aún, se pretende que procesemos este fracaso impactante como un triunfo del gobierno (“lo demostramos: la investigación no prueba nada¡”). Frente a la claque oficial, corresponde señalar que si la investigación de Nisman resultó apresurada, chapucera, y enredada o sucia por la intervención de los servicios de inteligencia, ello representa el exacto resultado de lo construido por el kirchnerismo en diez años: un cabal producto más, no de su éxito, sino de su rotundo fracaso.

El pacto con Irán. La limitada “denuncia” del fiscal Nisman –“incapaz de probar un delito”- resulta muy relevante entre otras razones por su verosimilitud: ella permite reordenar las piezas de un rompecabezas que, de otro modo, resultaría difícil de explicar, entender y armar.

En este sentido, el aporte que realiza el trabajo de Nisman vale, por un lado, como puntapié inicial para una investigación que se torna urgente, en torno a las acciones y complicidades del poder actual, frente al atentado a la AMIA; y por otro lado, permite dar cuenta del virulento y de otro modo inexplicable giro de la política exterior argentina, frente al caso AMIA, y que culminara en el año 2013 con la firma del “Memorando de Entendimiento” con Irán.

Otra vez, nos encontramos aquí con un hecho –la impunidad después de más de 20 años- que, más allá del escándalo, es el resultado, entre otros factores, de una política errática, oportunista y carente de principios, que lleva ya diez años marcada por el sello del kirchnerismo. La práctica absurda desde el gobierno promovida terminó con la firma de un acuerdo inmoral, ofensivo para la comunidad judía, jurídicamente inconstitucional, y políticamente fallido: las consecuencias están a la vista.

Se trata de un acuerdo despreciable, que la denuncia de Nisman permite entender, y por el cual un gobierno antisemita, negador del Holocausto y acusado de complicidad directa en el atentado a la AMIA, terminó participando como par en la investigación relativa a la presunta responsabilidad criminal de sus propios funcionarios –un despropósito jurídico tan comprensible y decente como lo hubiera sido invitar a Hitler o a Al Capone a participar en la comisión de verdad sobre los crímenes de los que se los acusaba, dado que “la investigación no avanzaba”, u “otra salida no había”.

Los servicios de inteligencia. Finalmente, la obsecuencia oficialista pretende hoy que aplaudamos la “disolución de los servicios de inteligencia,” ocultando las únicas dos cuestiones realmente importantes en dicho respecto.

Primero, la disolución de la Secretaría de Inteligencia viene de la mano de la re-construcción de la Secretaría de Inteligencia. Segundo, y lo que es más relevante aún, la (una vez más) improvisada medida sigue a diez años de construcción de un aparato de terror y persecución sobre jueces y activistas opositores, blindado a la transparencia y al control popular.

El cuento oficial nos dice hoy que se trataba de un área en la que “todavía estaba pendiente” una reforma. Como es habitual con el discurso kirchnerista, la verdad no es ésa sino la contraria a la enunciada: no se trata de un área “todavía abandonada,” sino de una sobre-trabajada, y cuya construcción demandó una década, implicando millonarios recursos, cientos de funcionarios incompetentes, y un sofisticadísimo y caro aparataje destinado ilegalmente al espionaje interno (que se suma, por cierto, al espionaje realizado desde las fuerzas armadas, y a cargo de un general acusado por crímenes de lesa humanidad –otra “área pendiente”).

De ese pozo del delito surgen luego los crímenes, de todo tipo (escuchas ilegales, “carpetazos”, persecuciones de opositores) que hoy nos agobian, y que el kirchnerismo deja como principal herencia de su década en el poder: una política infestada por la corrupción oficial, y sostenida a partir de voces compradas y silencios provocados por la intervención de los servicios de inteligencia –brazo sostén y ejecutor, oculto detrás de todas las políticas de este gobierno.

(*) Abogado. De su blog http://seminariogargarella.blogspot.com.ar/

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