Con la intención de reivindicar la imagen del ejército norteamericano, el director David Ayer nos trae una película que muestra la épica perdida de la armada estadounidense.
“Los ideales son pacíficos, la historia es violenta”, dice el sargento Don “Wardaddy” Collier, interpretado por Brad Pitt, en una de las frases más significativas de: “Corazones de hierro”, una nueva película hollywoodense acerca de la Segunda Guerra Mundial, esta vez de la mano del director norteamericano David Ayer.
Ustedes se preguntarán: ¿Otra vez la Segunda Guerra Mundial? ¿Nuevamente nazis “malos” vs. americanos “buenos”?
Quizás, fuera de contexto, esto parezca un intento de seguir exprimiendo un tópico que siempre es atractivo de ver, por lo menos, para cierto sector del público cinéfilo. Sin embargo, algunos somos de la idea de que el cine estadounidense nunca da puntada sin hilo, y que cada film que produce la industria es hijo de un contexto determinado, donde existen intereses ideológicos, políticos y económicos, que van más allá del mero hecho artístico.
La cinta relata la historia de cinco soldados norteamericanos que se encuentran a bordo de “Fury”, un tanque de guerra Sherman, destinado a atravesar las líneas enemigas para enfrentar a lo que queda de un ejército alemán al borde del colapso. Corre el mes de abril del año 1945, la segunda guerra mundial llega a su fin, pero no sin antes exponer a los tripulantes del “Fury” a una desigual escaramuza que podría costarles la vida.
Con grandes interpretaciones y una ambientación sólida, el film se nos presenta como un alegato acerca de la crudeza de la guerra, dando lugar a escenas de lento transcurrir donde se ponen de manifiesto los horrores perpetrados contra civiles y refugiados, hospitales de campaña atestados de heridos o amplios campos de batalla plagados de cadáveres que, con la ayuda de la tecnología actual, logra hacer más verosímil aquello que el espectador está viendo.
Sin dudas, el director supo retratar en la película los aspectos más cruentos del conflicto bélico, acertando también en la dirección de los actores. Y ahí tenemos a un impecable y carismático Brad Pitt, encarnado al valiente “Wardaddy”, al redentor “Bible” de Shia LaBeouf o al ingenuo “Machine” de Logan Lerman, en unos personajes que, aunque arquetípicos, se hacen bastante creíbles.
No obstante, volviendo al aspecto que señalábamos al principio, los temas tratados en el film y la forma en la que se los representa, se encuentran encorsetados dentro de los convencionalismos habituales del cine bélico de Hollywood, a los que ya nos han sometido en innumerables ocasiones y que, por lo menos, particularmente, me he cansado de ver.
Ademas, como les mencione anteriormente, este tipo de producciones nunca suelen ser ingenuas, y en un contexto histórico donde la imagen del ejército norteamericano se encuentra tan devaluada, “Corazones de hierro” encuentra justificación como muestra de una épica que el mismo parece haber perdido con los años, donde lejos de pelear contra la maquinaria bélica del eje, se ha dado a la tarea de expoliar pueblos árabes que apenas pueden defenderse; creando enemigos fantasmas magnificados por la prensa internacional.