Considerado como un pintor ingenuo o naïf por algunos, o neoimpresionista para otros, el uruguayo Pedro Figari imprime a sus obras de paleta de colores pastel y contornos que parecen vibrar, y realizadas preferentemente en cartón, un efecto que se acerca a lo onírico, con mucha carga de materia.

Los personajes, en particular en las escenas de campo, parecieran fundirse con los paisajes. Y en sus obras, Figari recrea momentos vividos en la época de la colonia de su ciudad natal, Montevideo, en un relato que preserva un color local casi folclórico.

Los silencios de los paisajes bucólicos y las reuniones de la alta sociedad contrastan con los bailes y músicas repletas de ritmos alegres venidos del África.

Fígari fue abogado, legislador, educador, escribió tres libros sobre temas de estética y fue diputado hasta que, cerca de los 60 años, decidió dedicarse plenamente a la pintura, una tarea que antes realizaba en sus ratos libres.

Entonces se traslada de Montevideo a Buenos Aires, en 1921, y durante cinco años participa de la movida intelectual porteña.

Figari expuso aquí y su obra tuvo un buen recibimiento, pero la fama y el reconocimiento lo esperaban mucho más lejos, en París, donde se instaló en 1925 para exponer en varias oportunidades con resonante éxito. También realizó muestras en Londres y Bruselas.

Figari tuvo la fortuna de recibir el cariño y en 1931 fue obtuvo el Gran Premio de Pintura en la Exposición del Centenario de su país.

En 1934 vuelve a Montevideo, donde muere cuatro años más tarde dejando un legado de más de dos mil quinientas obras de óleos sobre cartón, su material favorito.

En Galería Zurbarán, Av. Alvear 1658, hasta el 25 de junio. De lunes a viernes de 10.30 a 21 horas y sábados de 10.30 a 13. Entrada libre y gratuita.