El Mundial de la discordia

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En la cuenta regresiva para el inicio de la Copa del Mundo en Brasil, el evento se convirtió en un mar de incertidumbre: obras terminadas con el último aliento, marchas de protesta en contra de la organización del evento en un país con millones de personas aún sumergidas en la pobreza, y un paro en el subte de San Pablo que amenaza con generar congestionamientos históricos de tránsito.

A pocas horas de su inicio, Brasil 2014 se convirtió en el Mundial de la incertidumbre: obras terminadas con el último aliento, marchas de protesta en contra de la organización del evento en un país con millones de personas aún sumergidas en la pobreza, y un paro en el subte de San Pablo que paralizó la mega-ciudad durante días y generó congestionamientos históricos de tránsito.

En la noche del lunes, el gobierno de Dilma Rousseff anunció que atenderá las reivindicaciones del Movimiento de Trabajadores sin Techo (MTST), que en los últimos meses organizó la mayoría de las protestas por los millonarios gastos que implica la organización de la Copa del Mundo de fútbol. Las huelgas y marchas se extendieron durante días en algunas de las principales ciudades del país, convirtiéndolas en un caos.

El MTST organizó en los últimos meses decenas de protestas en las calles contra los gastos de la Copa, al considerar que el Gobierno debería invertir ese dinero en educación, salud y viviendas.

Además, alentó que unas 2.000 familias ocuparan un terreno próximo al Arena Corinthians de San Pablo, que este jueves será el escenario de apertura del campeonato con la presencia de más de 61.000 hinchas y 12 jefes de Estado y de Gobierno.

Su lema es que “si se tiene dinero para la Copa de la FIFA, se tiene que tener para la Copa del pueblo”.

Aunque este no es el único conflicto que debe resolver el gobierno brasileño a contrarreloj: el gran dilema es qué sucederá de aquí al jueves con la huelga en el subte de San Pablo, que el provocó el lunes uno de los peores días que se recuerde en el tránsito de la ciudad, con más de 250 kilómetros de congestión.

Los delegados del subte decidieron el lunes suspender el paro por un día y con una serie de condiciones: que se reincorporen a 42 trabajadores despedidos por participar en piquetes en reclamo de mejoras salariales. Si esto no se cumple, amenazan con volver a la medida de fuerza el miércoles, el día previo a la inauguración del Mundial.

“Hay un mal humor inexplicable con Brasil”, afirmó la mandataria brasileña, y se preguntó “¿Dónde está la tormenta en un país que tiene 379.000 millones de dólares en reservas, que es la quinta mayor del mundo?”

Contra los gastos. Distintas organizaciones se movilizan desde junio del año pasado en distintas ciudades de Brasil en contra de los aumentos de tarifas en el transporte y de los gatos de organización de la Copa.

Y su intención es continuar con estas medidas cuando el Mundial ya esté en marcha: el Comité Popular de la Copa organizó manifestaciones para el día de la apertura en Belo Horizonte, Brasilia y Porto Alegre, todas ciudades sede del Mundial. Para este jueves la Central Sindical Popular (CSP) convocó una concentración en la sede del sindicato de los Metroviarios, en el barrio del Tatuapé de San Pablo.

Y el 19 de junio, el Movimento Passe Livre, responsable de las multitudinarias protestas de junio contra el aumento de las tarifas de subtes y colectivos, tiene prevista una manifestación por la “tarifa cero”.

Las protestas y el caos generaron incredulidad en muchos países y en la propia Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA), ya que los brasileños llevan ese deporte en la sangre y se esperaba que el entusiasmo por la “fiebre mundialista” se extendiera a todo el planeta.

Las protestas en San Pablo comenzaron en enero, con el lema “Não vai ter Copa” (No va a haber Mundial), que llevó a la propia Dilma Rousseff a imponer su hasta “VaiterCopa” (Va a haber Copa).

Rousseff considera que las críticas contra los gastos del Mundial son injustas, al destacar que de un total de 63.000 millones de dólares que se invirtieron en infraestructura y transporte urbano, sólo 4.000 millones son exclusivos para la Copa del Mundo y “todo lo demás es para Brasil”.

El MTST desistió de convocar a nuevas protestas tras negociar beneficios y la construcción de casas con las autoridades. “El movimiento no está contra la Copa, no tenemos la menor intención de interferir. No haremos más manifestaciones ni contra la Copa ni durante ella”, dijo a la agencia AFP una responsable de prensa del movimiento, Jussara Basso.

Entre otras medidas, el MTST consiguió que se les facilitara el acceso al programa de construcción de hogares “Mi Casa, Mi Vida” impulsado por el gobierno nacional. Además, logró que la alcaldía de San Pablo, el gobierno del estado de San Pablo y las autoridades en Brasilia se comprometieran a construir viviendas populares en el terreno que el MTST ocupó ilegalmente a principios de mayo en la capital paulista.

“Nosotros criticamos que se haya destinado tanto dinero a la organización de la Copa, pero ahora nuestra batalla es por el nuevo plano regulador de San Pablo”, añadió Basso, en relación al programa que reglamenta la expansión de esta ciudad que ya tiene 11 millones de habitantes (más otros nueve millones considerando su área metropolitana).

Río, ciudad blindada. Ante el temor de las autoridades de que estallen violentas protestas en Río de Janeiro, el gobierno dispuso que 20.000 agentes patrullen las calles de la ciudad, desde la turística Copacabana hasta las favelas más conflictivas en la periferia.

Las reformas previstas en el aeropuerto internacional Antonio Carlos Jobim no pudieron terminarse a tiempo, y los índices de delitos aumentaron en forma preocupante en los últimos meses, según el Instituto de Seguridad Pública de Río.

“Es cierto que ha hecho daño a nuestra imagen no haberlos entregado todo a tiempo”, admitió el alcalde de Río, Eduardo Paes. Y aseguró que Brasil “no era un país tan exitoso como se decía hace tres años, ni es un país tan defectuoso como dicen que somos ahora”.

“Tenemos una democracia consolidada, nuestra economía funciona, la tasa de desempleo en Río es del 5%, lo que casi representa el pleno empleo. Lo que sucede es que en esta ciudad no escondemos nuestros problemas”, añadió.

Gastos de turistas. El Gobierno de Rousseff estima que los turistas gastarán cerca de 6.700 millones de reales (2.981 millones de dólares), un gasto medio de 2.450 dólares durante su permanencia en el país.

La web TripAdvisor, especializada en viajes, estima que en Río de Janeiro –el destino más caro- los turistas gastarán unos 676 dólares diarios, mientras que en Recife –el destino más económico- el promedio estimado es de 222 dólares.

En cuanto a las hinchadas, según la presidenta Dilma Rousseff unos 200.000 argentinos llegarán a Brasil, aunque solo 53.809 tienen entradas, según la FIFA. Los estadounidenses serán la segunda hinchada más grande (125.465), por delante de los colombianos (60.231) y alemanes (55.666).

Gases de efecto invernadero. Cuando los hinchas se preparan para vivir la emoción del Mundial, otros cuentan las toneladas de carbono que la gran cita del fútbol mundial emitirá a la atmósfera, un ejercicio obligado en los grandes eventos deportivos que ahora siempre prometen que serán lo más “verdes” posible.

“No hay que contentarse con contar el número de aviones”, explicó Federico Addiechi, jefe del departamento de responsabilidad social de la FIFA, encargado de la cuestión del carbono.

“También hay que contar las toneladas de cables que utilizarán las televisiones, el número de horas que funcionarán las heladeras durante el Mundial, etc.”, agregó.

Según la FIFA, la huella de carbono es de 2.723.756 toneladas equivalente de CO2. Más o menos las emisiones de Islandia durante algo más de seis meses y otros tantos gases de efecto invernadero que contribuirán un poco más al cambio climático.

Además, la FIFA no cuenta las actividades que corren a cargo del país anfitrión como la construcción de los estadios. Pero su balance es de una gran precisión.

¿Copa del Mundo verde? Con dos pantalones, tres camisetas, una chaqueta, un jersey, una gorra y un impermeable para cada miembro del equipo FIFA, y sabiendo que los 2.880 uniformes fabricados en China son transportados de Shanghai a Brasil por barco, es decir 20.000 km, a lo que hay que sumar otros 1.660 km para llevarlos a las ciudades sede, el resultado es de 436 toneladas equivalente CO2.

Una miseria comparado con el transporte, que representa el 83,7% de las emisiones, y sobre todo los vuelos internacionales que llevarán al 40% de los aficionados del mundo entero.

No se trata sólo de una proyección. En Sudáfrica en 2010, el balance fue de 1,65 millones de toneladas, para una estimación cercana a la de Brasil.

Entonces, ¿cuál será la Copa del Mundo más “verde”? “No sirve de nada comparar”, advirtió Addiechi, “todos los Mundiales son diferentes”, dependiendo de las distancias que tengan que recorrer los aficionados, a la presencia de infraestructuras ferroviarias o el tipo de energía utilizada.

Problema de cuentas. Mientras tanto, Brasil y la FIFA juran que se hizo todo para polucionar lo menos posible.

Los 12 estadios deberían obtener la certificación LEED (Leadership in Energy and Environmental Design), modelo de construcción y de gestión sostenible. Además, “la flota de automóviles funcionará con etanol, los conductores fueron entrenados en ecoconducción y tenemos un programa ambicioso de reciclaje con Coca Cola”, argumentó Addiechi.

Otras consignas: “sensibilizar” a los aficionados y “compensar”. Brasil anunció a finales de mayo que las empresas que donaron créditos de carbono ya compensaron 59.000 toneladas de equivalente CO2, y que la compañía aérea nacional TAM compró otros.

La FIFA seguirá con 251.000 toneladas (viajes y alojamiento de sus equipos…) financiando proyectos en Brasil que comportan reducciones de emisiones contaminantes.

Estas iniciativas fueron acogidas con satisfacción por la responsable del clima de la ONU, Christiana Figueres, que señala que “los grandes acontecimientos deportivos obtienen cada vez más medallas verdes”.

En cambio, hacen sonreír a Frédéric Chomé, director de Factor X, una consultoría climática que trabajó sobre todo en los Juegos Olímpicos de Londres.

“El problema de todos estos grandes acontecimientos deportivos es que se olvidan de las fuentes de las emisiones”, explicó. En particular, de “todos los productos derivados”, como las botellas de Coca Cola, patrocinador oficial, o las camisetas de las selecciones nacionales que se venden por millares.

Por otro lado, “durante los eventos internacionales se vende un 1% más de televisiones, o 20 millones, en todo el mundo. Sabiendo que fabricar un aparato de televisión requiere entre 5 y 6 toneladas de CO2, esto supone un total de 100 millones de toneladas de CO2”.

Y “si se considera que habrá 1.000 millones de televisiones funcionando tres horas diarias durante tres semanas, esto representa dos millones de toneladas de CO2”.

Un acontecimiento deportivo “verde” es “una quimera”, aseguró Chomé. Lo que se puede hacer en el futuro son “criterios medioambientales muchos más estrictos en el momento de la candidatura”.

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