Senegal: Oro blanco en forma de sal

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Con una salinidad de hasta el 40 por ciento, el Lago Rosa de Senegal es casi tan salado como el Mar Muerto. A los turistas les encanta tirarse de espaldas y dejarse llevar por un lago que parece casi un licuado de frambuesa.

El lugar donde trabaja Sedou Touré es un codiciado motivo fotográfico para los turistas. Dependiendo de la luz, el lago Rosa, situado en el oeste de Senegal, es a veces de un tono rosado claro y otras casi lila.

Ese extraño y fascinante color se lo tiene que agradecer a la especie de algas Dunaliella salina, pero para Touré y cientos de trabajadores más, el lago y sus aguas saladas son sobre todo una forma de ganarse la vida.

Con una salinidad de hasta el 40 por ciento, el Lago Rosa es casi tan salado como el Mar Muerto. A los turistas les encanta tirarse de espaldas y dejarse llevar por un lago que parece casi un licuado de frambuesa.

Pero para Sedou Touré este lugar no significa diversión ni relax, sino trabajo duro. Una y otra vez clava un palo de dos metros en el fondo del lago para soltar trozos de sal.

Dependiendo de la calidad, esa sal es enviada a Europa bien para su uso en cocina como producto gourmet o para ser esparcida sobre calles heladas.

Cada año se extraen unas 60.000 toneladas de sal del Lago Retba, como es conocido a nivel local este lugar situado unos 30 kilómetros al noreste de Dakar.

Los granos de un tamaño medio se utilizan para la conservación de pescado, mientras que los cristales más finos van a parar a las mesas de los comensales más exquisitos. La sal del Lago Rosa se vende como “pura y extraída a mano” a 26 euros el kilo (casi 36 dólares).

La que tiene menos calidad acaba en los platos de los hogares del oeste de África mientras que los granos que llegan a ser tan gruesos como un dedo pulgar se utilizan para eliminar el hielo de las calles europeas en invierno.

Como el lago está protegido y el gobierno senegalés quiere que se convierta en Patrimonio Mundial de la Unesco, Touré y sus compañeros no pueden utilizar máquinas en sus aguas.

Así que tienen que trabajar a mano, algo especialmente duro en invierno, cuando no se aguanta más de una hora seguida en el agua fría.

Cuando Touré vuelve a puerto con su barco, un grupo de mujeres le espera para descargar, seleccionar y secar la sal, a la que después se le añade yodo y se empaqueta para exportar.

La comercialización de la sal la llevan a cabo distintas cooperativas locales que representan a los trabajadores a la hora de negociar los precios con los exportadores y comerciantes mayoristas.

“Intentamos trabajar orientados hacia el mercado”, explica Toye Diagne, que está al frente de una de esas cooperativas. “Algunas veces los trabajadores dejan de extraer sal hasta que vuelven a subir los precios”.

Para Diagne, la sal del Lago Rosa es “oro blanco”. Un trabajador con experiencia logra extraer una tonelada al día. “Eso son unos 40 sacos de 25 kilos. Los trabajadores pagan unos 10 sacos como alquiler del barco y otros cinco por la descarga”, explica.

Así que un trabajador gana unos 19 euros al día, una buena cantidad en comparación con el salario medio anual de Senegal, que según la ONU es de unos 750 euros.

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