Uso de las reservas y dependencia de los mercados financieros

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Si algo caracteriza el progreso de una sociedad es su capacidad para aprender de su propia historia y de la historia comparada. Desde esta óptica, Argentina no progresa mucho y un ejemplo de ello es el manejo de las reservas del Banco Central.

El Estado argentino sufrió reiteradas crisis por falta de divisas para el pago de sus compromisos y, salvo en 1995 bajo el régimen de convertibilidad, todas estas crisis terminaron en devaluaciones. Desde que comenzó la globalización financiera y escaló la deuda pública en divisas, estas crisis también terminaron en atraso de pagos, reestructuración e incluso default de la deuda pública, junto con absorción estatal de deudas privadas (con costos fiscales e impactos redistributivos regresivos altísimos).

Todas estas crisis fueron precedidas por fases de crecimiento económico, con expansión de empleo y, en general, con aumentos de precios de bienes no transables y apreciación del tipo de cambio. Como al comienzo la entrada de capitales solía ser mayor que el déficit de cuenta corriente, las reservas se acumulaban durante el crecimiento y se alardeaba acerca de la solidez del régimen monetario y cambiario. Pero al final del ciclo esto se revirtió por la incapacidad del sector productivo y de la política fiscal de generar divisas suficientes para los crecientes pagos en dólares de la deuda, las importaciones y la fuga de capitales.

La historia es clara en mostrar que un alto nivel de reservas en divisases importante no sólo para disminuir el riesgo de solvencia de pago sino de iliquidez: los dólares se necesitan en un determinado momento (por ejemplo, cuando hay corridas especulativas porque se observa que el tipo de cambio está atrasado y el gobierno no puede sostenerlo). Es que el Estado argentino no emite moneda de valor internacional y no tiene un prestamista institucional que cubra en tiempo y forma la falta de liquidez en dólares. El Banco Central actuó como prestamista de última instancia en pesos del Tesoro, pero eso no sirve para atender deudas en divisas extranjeras y la inundación de pesos termina presionando sobre la cotización de las divisas en el mercado de cambios porque los argentinos no quieren ahorrar en moneda nacional.

La lección de Argentina y América Latina es muy clara: perder reservas sin tener una estrategia de recomposición deja al país a merced de los prestamistas en divisas. Por ello muchos países latinoamericanos aprovecharon el boom de precios de materias primas de los últimos años y, regulando el movimiento de capitales, acumularon reservas en divisas. Argentina lo hizo en los primeros años de la post-convertibilidad favorecida, además de los mercados internacionales, por la excepcionalidad del default de la deuda a tenedores privados, la maxi-devaluación de 2001-02, los superávit fiscal y externo. Pero hace años abandonó esa política y ahora se ven los resultados.

Desconociendo las enseñanzas de la historia propia y comparada, y pese a que crecía la fuga de capitales y la demanda de dólares para la producción de bienes y servicios, se usaron las reservas del Banco Central para pagar deuda del Tesoro. Quienes criticamos oportunamente esa opción recibimos como respuesta el siguiente argumento: las reservas eran altas (sobre todo considerando la base monetaria) y su uso para el pago de deuda del Tesoro permitía ganar autonomía e independencia a la política económica nacional.

En otras palabras, se optó por debilitar el poder del Banco Central para atender problemas de política monetaria y cambiaria, para continuar inflando el gasto fiscal. Todo esto pese a un incremento notable de la recaudación tributaria y al uso de fondos del sistema de seguridad social para financiar gastos corrientes del Tesoro. Por si fuera poco, en lugar de revisar la política fiscal y avanzar en la reestructuración de la inserción internacional dependiente de la economía nacional, y resolver así los problemas estructurales del déficit de divisas para el funcionamiento del sistema productivo, se quiso parar la caída de reservas restringiendo importaciones y aplicando un cepo cambiario para la demanda de divisas del público.

El final lógico lo sufre ahora toda la sociedad argentina: devaluación brusca, ajuste monetario ortodoxo, ajuste fiscal desordenado y pedido de ayuda a los organismos internacionales para que los mercados financieros vuelvan a prestarle al país que retoma la tendencia creciente de deuda. Al mismo tiempo, se firman contratos de explotación de recursos naturales estratégicos con firmas multinacionales que prometen “inversiones” para aplicar técnicas (como el fracking) nocivas para el medio ambiente y el bienestar humano. ¿Para qué el pedido de ayuda financiera a organismos multilaterales, mercados financieros y multinacionales? Porque hay que recomponer urgentemente las reservas del Banco Central y evitar que escale la crisis monetaria, cambiaria y financiera.

Así se observa como el país desaprovechó condiciones excepcionales (que difícilmente han de repetirse) para acumular reservas “genuinamente” y sostener la menor dependencia de los mercados financieros que se había logrado con un costo altísimo al salir de la Convertibilidad. Con sólo observar la historia esto se podría haber evitado. Pero aquí, como en muchas cuestiones, se evidencia la falta de progreso argentino: sucesivos gobiernos que se pretenden refundacionales con respecto al pasado, en la práctica terminan en escenarios económicos repetidos y conocidos.

* Miembro del Consejo Editorial de SinPermiso.info, Director-Investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas (Ciepp, Argentina) y Presidente de la Red Argentina de Ingreso Ciudadano (Redaic).

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