Galápagos: De supercárcel a paraíso vacacional

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En 1946, y durante los siguientes trece años, la isla Isabela se convirtió en una Colonia Penal agrícola para los delincuentes más peligrosos de Ecuador. Hoy es uno de los lugares turísticos con mayor crecimiento debido a sus bellezas naturales.

Al pensar en las Islas Galápagos, un paraíso natural emplazado en el Océano Pacífico y que en los últimos años tuvo un gran crecimiento como destino turístico, nada haría sospechar que en la Isla Isabela, ubicada en el archipiélago ecuatoriano, funcionó hace años una cárcel de máxima seguridad que dejó los recuerdos más tristes de la historia de este paraíso natural.

La Isla Isabela funcionaba como base militar norteamericana pero, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas se retiraron. En 1946, y durante los siguientes trece años, el lugar se convirtió en una Colonia Penal agrícola adonde se trasladaban los delincuentes más peligrosos de Ecuador, por decreto del presidente José María Velasco Ibarra.

El lugar fue ideado en principio como un lugar para regenerar a los presos, aliviar las saturadas cárceles en el continente, avanzar en el proceso de colonización de las islas y como un acto de soberanía nacional frente a Estados Unidos.

Pero con el paso del tiempo, la Colonia Penal de Isabela se transformó en un reducto de abusos y torturas que marcó la historia de las islas: lo nefasto de la historia comenzó cuando, a modo de castigo, se decidió que los delincuentes pagaran su pena con trabajos forzosos.

El castigo consistía en alzar con sus propias manos un muro hecho a base de roca volcánica. Los hombres debían cargar las rocas durante largos e interminables kilómetros, mal alimentados y deshidratados. Por este motivo, sumado a que el muro caía sobre ellos, se produjo la muerte de cientos de presidiarios.

Con los años, la construcción fue bautizada como el “Muro de las Lágrimas”, en referencia al sufrimiento de esos hombres, la cantidad de muertes y los supuestos fantasmas que, dicen, se pasean por las noches por el lugar ahogados en llanto.

Posteriormente, el penal se sumió en una etapa de libertinaje y descontrol que culminó, diez años más tarde, con la impresionante fuga de hasta 21 presos, lo que obligó al gobierno del presidente Camilo Ponce, en 1959, a clausurar el penal y a tomar medidas drásticas que definieron para siempre la situación de los reos y de la isla Isabela.

Ese mismo año, se declaró Parque Nacional de Reserva al Archipiélago de Colón y el 97 por ciento de su superficie pasó a ser territorio protegido por el Estado, a excepción de 8 zonas habitadas en las islas de San Cristóbal, Santa Cruz, Isabela y Floreana.

Muro de las Lágrimas. El único vestigio físico de los 13 años de funcionamiento de la Colonia Penal en la Isla Isabela es el llamado “Muro de las Lágrimas”, una construccición de piedras volcánicas de basalto que fue realizada por los reos y que hoy es visitada por turistas de todo el mundo que llegan al archipiélago.

En declaraciones a “BBC Mundo”, Carmen Rivadeneira, que actualmente tiene 90 años y que en ese entonces era maestra de escuela, recordó que la construcción del Muro significó un trabajo arduo de los reos “que cargaban una piedra tras otra para un muro que de repente se venía abajo y que debían volver a levantarlo”.

Rivadeneira contó que varios presos morían a causa de tuberculosis y otras enfermedades, y que en los inicios de la Colonia Penal sufrían de escasez de comida, lo que fue contrarrestado con la siembra de productos agrícolas.

Pero el hecho de establecer una cárcel en Galápagos también respondía a un debate de la época en muchos países sobre regímenes penitenciarios.

“Se trataba de colonizar zonas inhóspitas y a la vez reinsertar de manera productiva al preso”, señaló Paola Rodas, profesora de investigación en la Universidad San Francisco de Quito.

En ese sentido, recordó que en aquel entonces, las Islas Galápagos “eran dentro del imaginario ecuatoriano como un sitio de destierro, y un lugar de piratas”.

“Territorio lejano e incomprensible”. El historiador del archipiélago, Hugo Idrovo, señaló a “BBC Mundo” que las Islas Galápagos de mediados del siglo pasado “eran un territorio lejano e incomprensible”.

“Para la mayoría de ecuatorianos se trataba de un destino propio únicamente para aventureros, excéntricos o solitarios en busca del fin del mundo. Apenas un puñado de científicos anglosajones ubicaba a Galápagos como un crisol para el conocimiento”, explicó Idrovo.

Hacia 1950, según el historiador, menos de un millar y medio de personas vivían en todo el archipiélago, y entre las Islas Isabela y Floreana habitaban unas 250 personas, de los cuales un centenar eran convictos.

Un paraíso natural. Su historia geológica promovió que las Galápagos, a 972 kilómetros de la Costa continental ecuatoriana, sean un laboratorio viviente donde evolucionaron especies de fauna únicas

Este archipiélago está compuesto por trece islas grandes, cinco medianas y más de 40 islotes. Su rica biodiversidad, con una fauna y flora únicas le han dado el sobrenombre de “Islas Encantadas”.

La tierra es de origen volcánico y las especies que allí habitan no sufrieron la depredación del hombre.

Este principal atractivo turístico de Ecuador permite conocer las tortugas gigantes, las iguanas marinas y terrestres, lagartijas de lava, aves de diferentes especies, variedad de plantas, peces, invertebrados y mucho más.

Este conjunto de Islas e Islotes, debido a sus recursos naturales fueron declaradas Patrimonio Natural de la Humanidad, distinción entregada por la UNESCO en 1979.

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