Turismo en París: Un idilio ensombrecido por los robos

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Durante décadas se alertaba en el subte del peligro de carteristas. Pero el problema se agudizó en los últimos años y hasta el Louvre cerró un día para protestar por el comportamiento cada vez más agresivo de las bandas de ladrones.

En una calurosa mañana de verano en París, un grupo de adolescentes espera la llegada de turistas ante las puertas del Palais Garnier. “¿Habla inglés? Por favor, firme”, piden cinco chicas de Europa del Este, mostrando una fotocopia de una asociación de sordomudos, niños huérfanos o discapacitados. En el mejor de los casos, su solidaria petición es un fraude y, en el peor, una excusa perfecta para distraer a la víctima mientras le roban la cartera.

Esta es una de las muchas tretas que los ladrones de poca monta utilizan con los turistas, especialmente si se trata de acaudalados visitantes chinos, cuenta el capitán Renaud Gauthier, jefe de la brigada antidelincuencia del distrito noveno de París. “¿Ve a esa chica de ahí? Está haciendo el truco del anillo”, dice señalando a una adolescente con pantalón corto y sandalias. La joven finge haber encontrado un anillo e intenta colocárselo a los turistas a cambio de dinero.

Cruzando la calle, el jefe de policía localiza a un par de jóvenes altos, que se dedican a distraer a la gente en los cajeros automáticos mientras uno de ellos presiona el botón de “máximo importe” y se lleva todo el efectivo. Gauthier conoce a los sospechosos más frecuentes, muchos de los cuales viajan desde las afueras a “trabasjar” en esta céntrica zona de compras que recibe entre 200.000 y 300. 000 turistas al día.

Maria, una joven rumana de 16 años, es una de las asiduas. Parece mucho mayor y está embarazada, al igual que tres de sus cuatro cómplices que piden firmas. Su casa es una caravana en el barrio suburbial de Courneuve, y las donaciones que recibe de los turistas incautos la ayudan a pagar pañales y comida. “Conseguimos entre 10 y 15 euros de aquí y allá”, dice, sin contar lo que obtienen de los robos. Cuando el grupo se dispersa, se acerca una joven californiana. “Señora, revise su bolso”, le dice el policía. “Estas chicas estaban intentando robar a una señora asiática hace unos minutos.”

Durante décadas, mensajes pregrabados alertaban en el subte de París del peligro de carteristas y otros ladrones. Pero el problema se agudizó en los últimos años. Así, el personal del museo Louvre hizo huelga de un día en abril para protestar por el comportamiento cada vez más agresivo de bandas de ladrones. Según los trabajadores, carteristas menores de edad los ataban, insultaban y amenazaban.

Desde entonces, el museo mejoró la seguridad, colocó advertencias en varios idiomas e instaló un puesto para presentar demandas policiales. Todas estas medidas consiguieron reducir notablemente los robos, pero cuando una puerta se cierra, se abre otra: ahora, las bandas organizadas han comenzado a operar más lejos del centro de la ciudad, en los barrios de las afueras donde suelen alojarse los grupos de turistas chinos.

Los casos más llamativos tuvieron lugar en la autopista que conduce a la ciudad desde el aeropuerto Charles de Gaulle. En al menos dos ocasiones en el transcurso de 2013, grupos de ladrones asaltaban autobuses turísticos que se habían quedado atrapados en atascos, rompiendo los cristales de las ventanas y llevándose los bolsos de los aterrorizados pasajeros.

Aunque este tipo de robos no es muy frecuente, en China se ha convertido en tema de conversación cuando se trata de organizar viajes a la ciudad más visitada del mundo. “Los robos a acaudalados turistas chinos aumentan drásticamente en París”, titulaba recientemente el “South China Morning Post” de Hong Kong. La popular web Sohu.com tiene un apartado dedicado al problema. “En el futuro, París será conocida como la ciudad de los robos, en lugar de la ciudad del amor”, escribía una usuaria en la red de microblogging Weibo.

Comentarios como este generan temor en el país anfitrión, pues Francia cuenta con los ciudadanos chinos y de otros mercados emergentes para paliar el descenso de turistas europeos, más afectados por la crisis. El año pasado, el país que más creció en número de visitantes fue China, con un 23 por ciento, hasta los 1,4 millones de turistas. Y en este 2013 no parece que la tendencia cambie.

“No hemos tenido cancelaciones de grupos de turistas chinos ni japoneses; todo lo contrario”, cuenta a dpa François Navarro, portavoz del comité de turismo de París. “La situación no es tan catastrófica como la pintan algunos medios”, sostiene por su parte el comisario de policía Laurent Mercier. “Pero a veces, se genera cierto pánico que hay que saber gestionar.”

En junio, la policía de París y las autoridades de turismo se reunieron con los turoperadores asiáticos y hosteleros en Francia. Entre otros, les instaron a que recomendaran a sus clientes no llevar grandes cantidades de dinero en bolsos ni riñoneras y a evitar a los extranjeros que se dedican a hacer encuestas. Mientras tanto, han aumentado las patrullas en las principales zonas turísticas y los barrios donde suelen alojarse los visitantes.

Alrededor de la ópera, dos agentes uniformados pasean a todas horas entre los grandes almacenes, mientras que otros cinco policías vestidos de paisanos y pertenecientes al equipo de Gauthier intentan atrapar a los ladrones con las manos en la masa.

Diez cámaras ayudan a controlar la zona, pero incluso si se llegan a producir detenciones, la mayoría de los delincuentes quedan en libertad sin cargos, bien por ser menores de edad o por la falta de identificación. “Estamos atrapando a la misma gente eternamente”, se queja Gauthier. “No es sólo un problema de la policía, es algo mucho mayor.”

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