Lo que parió el 20N

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El 20N, el paro nacional convocado por la CGT de Hugo Moyano y la CTA de Pablo Michelli, fue importante, en particular en las principales ciudades del país.

La rueda de prensa en la sede de Azopardo al 800, este martes, exhibió a la cúpula de las dos centrales gremiales exultantes con el resultado de la huelga y la movilización. También, mostró la cercanía de apuro y conveniencia con algunos dirigentes que adhirieron, como es el caso del Rubén “El Pollo” Sobrero, un hombre del sindicalismo clasista que apenas quiso acreditarse el logro de haber parado todas las líneas de ferrocarriles fue interrumpido por Moyano para advertir que al titular de los Señaleros, Raúl Epelbaum, más cercano a él, se debía que no hubiera habido movimiento de trenes.

Michelli fue criterioso cuando admitió las diferencias existentes en el colectivo sindical que se opone al Gobierno. E insistió en el camino de la unidad para enfrentar al kirchnerismo, lo que supone un inconveniente práctico de cara al futuro que ni el 20N puede disimular. Moyano no quiso, por seguridad, movilizar a sus fuerzas junto con las de la CTA opositora. Sucede que son profundas las distancias que separan a unos y otros, abismos que en particular Michelli se ha empeñado en salvar porque ve una oportunidad que no puede desechar.

No obstante, ya se conoce hacia dónde va la unidad de los diversos. El objetivo común de empujar a Cristina Kirchner hacia el ostracismo político, la búsqueda de dar vuelta la taba después de once años de kirchnerismo en el poder, recibe el apoyo explícito de la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo y de los delegados trotskistas de base de varios gremios, los que vienen luchando contra la burocracia sindical de los Moyano y los Pedraza desde hace más de una década.

Tan variopinta alianza exhibe limitaciones de cara al futuro, pero no impide avanzar tácticamente. Quedó en claro que, si el Gobierno de Cristina Kirchner no cede a sus reclamos, los convocantes del 20N subirán la apuesta para llamar a una huelga nacional de 36 horas.

También quedó en este bando Eduardo Buzzi, un “chacarero”, como a él le gusta presentarse, pero que cumplió un rol que hoy lo incomoda en aquella disputa entre el kirchnerismo y las entidades ruralistas, entre las que destacaba la Sociedad Rural.

Claro que es imposible ceñirse a una sola línea: el moyanismo necesita ampliar su base de sustentación y para eso no requiere de paladar negro.

En la rueda de prensa de este martes Moyano metió el dedo en la llaga pero su propio pasado amenaza ahora con enfrentarlo a una contradicción insalvable. Es cierto que, como dijo, los medios que antes conducía Daniel Hadad ahora son oficialistas en manos del empresario Cristóbal López. También lo es que el Grupo Clarín, que consideraba a Moyano casi un lavador de dinero cuando era aliado del kirchnerismo, de un tiempo a esta parte evita recordar esa situación después de un conveniente proceso de “lavado”, esta vez de su imagen. Es decir, que Moyano ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, lo cual a esta altura de la historia que se destaque parece casi una ingenuidad. En suma, que nadie puede tirar la primera piedra.

La discusión acerca de la masividad o no del paro del 20N, con la prensa dividida entre oficialitas y opositores como en pocas ocasiones en el pasado, resulta inútil.

Este martes en un acto por el Día de la Soberanía en San Pedro, Cristina Kirchner afirmó: “Me voy a bancar las que me tenga que bancar, a mi no me corre nadie, y mucho menos con amenazas, patoteadas o matones”.

Para la Presidente, la del martes 20 “no fue una huelga o un paro, ni siquiera un piquete”, según señaló. “Hablemos de apriete o de amenaza, apenas de eso”, reclamó.

Cristina aludió así a Barrionuevo, el líder de los Gastronómicos, y recordó la anécdota de los huevazos que recibió en Catamarca, de parte de la patota de Luisito, en 2002 cuando hacía campaña para su esposo.

Así el oficialismo destacó algunos de los hechos violentos que protagonizaron los patoteros de Barrionuevo, y el moyanismo, la cobertura parcial de los medios K (Hay que decir que durante la rueda de prensa en la CGT la televisión pública transmitía un programa de la señal “Paka Paka”, mientras que TN, del Grupo Clarín, mantuvo al aire a Moyano durante 85 minutos).

Como era previsible, el tono del discurso presidencial anticipa que para los opositores no habrá ni justicia. Si hasta se permitió reclamar democracia sindical, algo que no parecía preocuparle demasiado a su esposo, Néstor, cuando Moyano le cuidaba las espaldas. Pero de hecho, este es el primer paro convocado por el moyanismo en una década de kirchnerismo.

La composición de su alianza, decíamos al principio, le pone límites precisos al crecimiento político, pero el rol de Moyano en el espacio opositor es más de ariete que de beneficiario directo. Sintomáticamente, casi nadie de la oposición salió a expresarse a favor o en contra de la medida de fuerza. No hace falta. Ya habrá tiempo de “pasar a cobrar”.

No fue un día histórico, como planteó Moyano, ni un punto de inflexión en la relación entre Gobierno y oposición. Si las diferencias entre ellos se diluyen, la CGT Azopardo, la CGT Azul y Blanca, la CTA antiK y algunos sectores del sindicalismo combativo continuarán actuando juntos en las calles, un lugar al que no acudirán ni la CGT Alsina ni la CTA de Hugo Yasky.

El reclamo sobre el impuesto a las ganancias, compartido por todos los sectores, se ha convertido en rehén de la disputa entre el Ejecutivo y el sindicalismo opositor. Cristina no está dispuesta a ceder ahora, de modo que se vea como un triunfo del moyanismo, pero la desesperación gana a los “cegetistas” de Antonio Caló, que cruzaron el rubicón con promesas de resultados concretos y ahora el comienzo de una negociación, en marzo de 2013, les parece demasiado lejano. Necesitan resultados pronto si no quieren comenzar a sufrir fugas por debajo. A los dirigentes intermedios que piden explicaciones les contestan que ya van a llegar los resultados y que, poniéndose en la vereda de enfrente como Moyano, no se va a conseguir nada.

El kirchnerismo no ha sido buen “pagador” de sus aliados, salvo honrosísimas excepciones. De hecho, en el último tiempo esa tendencia se ha ido profundizando. A Caló comienza a preocuparle esta realidad, pero como le gusta señalar cuando no hay un grabador delante, él es “peronista, no cristinista”. Asistimos ya a la formación de ese “magma” político que cíclicamente produce el peronismo en busca de quien le de cauce. Sobre esto Cristina dice dos cosas a la vez, para quien quiera escucharla: que ella no es eterna (que a finales de 2015 se va); y que el “modelo” no se negocia. No puede decir otra cosa.

* Director de gacetamercantil.com

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