La Cámpora, una agencia de empleo temporario

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Después del 8N, al 20N no va la CGT. ¿Habrá 10D? Cristina y su encierro político. ¿Hay muchos en el peronismo que quieran morir con las botas puestas?  

Después del 8N, y del anuncio de que la CGT de Hugo Moyano no piensa movilizar a sus afiliados el próximo 20N, el propio Gobierno se debate entre convocar o no a una movilización el 10D, la que, con el pretexto del 29 aniversario del regreso de la democracia, serviría para mostrar la capacidad de convocatoria del kirchnerismo alrededor de la entrada en vigencia de la Ley de Medios.

Moyano dijo que se bajaba de la marcha que pensaba realizar junto al paro con la CTA de Pablo Micheli porque temía que el Gobierno le “reviente” esa movilización, es decir, que envíe provocadores para generar disturbios. El sindicalismo peronista no ha necesitado hasta ahora que otros provoquen violencia en sus marchas (basta recordar a “Madonna” Quiroz en la quinta de San Vicente cuando se instaló el féretro en el mausoleo de Juan Domingo Perón), y los “indignados” autoconvocados de la semana pasada tampoco sintieron miedo ante la posibidad de que se produjera un hecho de violencia. Pero la hipersensibilidad es natural en un momento de tanta lucha.

Esta hipersensibilidad se percibe en algunos actores destacados. Es el caso de Andrés “El Cuervo” Larroque, diputado nacional de “La Cámpora” que la empredió contra sus colegas de la Cámara baja que militan en el socialismo santafesino. Para Larroque, los legisladores del FAP son “narcosocialistas”. El exabrupto fue criticado con dureza por varios propios y algunos extraños, pero dejó ver que los dirigentes neocamporistas tienen muy poca cintura política. La de Larroque se parece a otras apariciones estelares, como la del legislador provincial de “La Cámpora” José Ottavis, quien enfrenta problemas familiares y reclamos de dinero mientras sobrevive como puede en un piso de Puerto Madero.

“La Cámpora” es una agrupación política pero para vastos sectores del peronismo, incluso hasta del kirchnerismo, se trata más de una agencia de contrataciones temporarias que de una rama del oficialismo.

El malhumor dentro del kirchnerismo hacia los neocamporistas va en aumento. La llegada de Axel Kicillof al ministerio de Economía marcó el comienzo de un avance que aún hoy no se ha detenido. El viceministro de Economía fue el encargado de explicar a los medios que el manejo del sistema energético nacional era desastroso. Lo hizo sin ninguna diplomacia flanqueado por el ministro de Planificación Julio De Vido, y el secretario de Obras Públicas, José López. En la foto sólo faltaba el secretario de Energía, Daniel Cameron. Los tres funcionarios asumieron en mayo de 2003 y en nueve años se mantuvieron a cargo de la política del sector. Buena o mala, era su gestión. Para Kicillof se trató de una administración “horrible”. Y no tuvo tapujos en decírselos en la cara…y en público. Que la sutileza no es un activo entre los neocamporistas.

Las formas, y el fondo, han venido carcomiendo las relaciones entre los funcionarios neocamporistas y sus colegas de otros orígenes. También los vínculos entre la Presidente y varios dirigentes del kirchnerismo que consideran que Cristina no deja de encerrarse en un círculo que integran cada vez menos funcionarios.

Esto responde a una decisión de la Presidente, que considera que nada bueno ni nuevo podrá sacar del peronismo originario, pero tampoco de muchos de los dirigentes que eligieron abrevar en las aguas del kirchnerismo con la llegada al poder de Néstor Kirchner. El proceso de “deskirchnerización”, que derivó en un movimiento más administrativo que político conocido como el “cristinismo”, ha llegado a un punto de concentración que le mete miedo incluso a quienes se consideran cercanos al modelo.

Después del 54 por ciento del 23 de octubre de 2011, Cristina se ha mostrado tan autosuficiente que los peronistas que miran por la ventana comienza a temer un “salto al vacío”. “Ella no comparte el poder con nadie, no quiere deberle nada a nadie, así es muy difícil seguirla”, apuntó esta semana un dirigente “pejotista” que hace tiempo se quedó afuera de todo pero que tampoco se imagina caminando por la porteña avenida Santa Fe al lado de los “indignados” argentinos.

En su libro “El creyente” (¿Quién es Axel Kicillof? – Planeta, 2012), el periodista y economista Ezequiel Burgo da cuenta de la trayectoria universitaria y política del viceministro de Economía, quien, según el autor, alguna vez le aseguró a sus amigos que tenía “hipnotizada” a Cristina.

Sea verdad o no la anécdota, parece verosímil. Kicillof sólo podría haberse convertido en influyente en una coyuntura y en un gobierno como el actual. Resulta paradojal que la caracterización que hizo del momento histórico el entonces ministro de Economía, Amado Boudou, y que lo catapultó a la vicepresidencia, sea la misma que le abrió el camino Kicillof para ganar vuelo en el círculo de Cristina mientras aún apenas operaba las finanzas de Aerolíneas Argentinas.

No lo es tanto si se entiende que se cruzaron en una coyuntura histórica el pragmantismo a ultranza de Boudou con el “neokeynessianismo” de Kicillof.

El problema para Cristina ahora no es el exceso de ideologismo que eventualmente se le achaca a Kicillof (a esta altura más un castigo por su pasado que por su presente), sino que ha decidido llegar adonde vaya a llegar con una estructura inconsistente desde el punto de vista ideológico como es “La Cámpora”. Algo que, en rigor, está dirigido a facilitarle las cosas a la Presidente porque hace más difícil que su política sea interpelada, pero que para los tiempos que vienen puede convertirse en un boomerang.

Resulta difícil imaginar a “La Cámpora” después del 2015, sin el aparato y la caja del Estado a disposición. En este sentido, esta agrupación juvenil tiene más parecidos con la Coordinadora de los ochentas que con la Tendencia de los setentas. De hecho, Kicillof y sus principales colaboradores ya enfrentan denuncias judiciales por acumular empleos estatales. Y el decreto de \”transparencia administrativa\” que impulsó busca resolver ese conflicto a futuro pero no arregla sus desprolijidades del pasado.   

Claro que la comparación es ahistórica, pero ayuda más que entorpece al análisis de la coyuntura y del futuro inmediato. Cristina se encierra cada vez más cuando todo indica que debería abrirse, buscar consensos, recuperar a los aliados que fueron dejados al costado del camino. Si el partido de Gobierno consigue una buena elección dentro de un año, sólo habrá alcanzado la cumbre de sus posibilidades porque la Presidente no podrá imponer a un candidato propio en 2015, como fantasean algunos “neocamporistas” que sueñan con \”morir con las botas puestas\”.

Me dicen que antes está el 7D, pero hemos querido obviar por un momento la disputa de poder en la que están enzarzados Cristina y el Grupo Clarín, que mucho espacio ha ocupado ya en estas columnas. Al fin y al cabo, habrá vida después de ese día y habrá que seguir haciendo política y haciendo periodismo más allá de aquel hito.

* Director de gacetamercantil.com 

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