El “Rojo” de Avellaneda vive su segundo descenso, que es mucho más profundo y delicado que la mera pérdida de categoría, que con tantos equipos en Primera División es algo que no va a suceder este año.
Eduardo Domínguez renunció hoy como director técnico de Independiente, dos días después de perder el clásico de Avellaneda ante Racing Club y con el “Rojo” sumido en una crisis política, económica, institucional y deportiva que, como se anticipó en este mismo espacio, condena al club a vivir su segundo descenso.
“Es un momento difícil para mí y los jugadores. Agradezco al club que me abrió las puertas, que me hizo sentir cómodo. Y agradecer a (el manager) “Rolfi” (Daniel Montenegro) por la confianza y que haya puesto los ojos en mi”, dijo Domínguez en una improvisada rueda de prensa al finalizar el encuentro con los dirigentes.
“No nos alcanzó. Generamos una expectativa grande, pero no lo pudimos devolver. Sé que hay que dar vuelta la página. Deseo todos los éxitos para el club, me trataron de maravillas, soy consciente de lo que di y no hice, pero di todo”, indicó como últimas palabras de su ciclo de 29 partidos oficiales, con 10 triunfos, 9 empates y 10 derrotas, la más dura el 0-2 ante el Ceará a finales de mayo, que lo dejó eliminado en primera rueda de la Copa Sudamericana.
Horas después de esa caída como local, en Gaceta Mercantil se había advertido que los “técnicos que vuelan ante los malos resultados, jugadores que se quieren ir por falta de pago, refuerzos sin jerarquía para abultar un plantel sin figuras y jóvenes de Inferiores que se malvenden rápidamente”.
No había que ser adivino para pronosticar que Domínguez se iba a sumar a esa lista que integran Sebastián Beccacece, Fernando Berón (dos veces interino), Lucas Pusineri y Julio Falcioni en los últimos tres años (de los cuales medio no se jugó por Covid-19).
Es que, como se explicó detalladamente, de la mano de Hugo Moyano como presidente, Independiente vive su segundo descenso. Aquel club que se jactaba de discutirle mano a mano la hegemonía a los gigantes del fútbol argentino, Boca Juniors y River Plate, hoy no tiene en el horizonte otra cosa que el regreso del “fantasma de la B”.
Y ni siquiera por caer de categoría, ya que con tantos equipos en Primera, es difícil que el “Rojo” se vaya al descenso a fin de año. Es un descenso aún peor que el sufrido en 2013. Porque la categoría la recuperó un año después, como su historia lo mandaba. Pero haber tocado ese fondo no sirvió para que la institución se “refundara” y evitar caer en los mismos errores que lo habían llevado a esa situación impensada. Los socios eligieron mal (tal vez no tuvieron muchas otras opciones, es verdad) y hoy lo que descendió es el orgullo y la identidad.
En otra época, pre-descenso a la B Nacional, los hinchas de Independiente seguramente le hubieran cantado “vos sos de la B” a la mayoría de los rivales que hoy se animan a pasarlos por arriba cuando antes sufrían el “infierno” que era jugar en Avellaneda. Ese cántico hiriente para cualquier equipo se cantaba contra los que habían sufrido la tragedia deportiva del descenso y del que -hasta 2013- los hinchas de Independiente no sabían de que se trataba. No importaba si el rival era un equipo recién ascendido, un tetracampeón de América como Estudiantes de La Plata (de último paso por la segunda categoría en 1994/95) o Vélez Sarsfield (ininterrumpidamente en Primera desde 1944). El rival “era de la B”.
Aquellos hinchas de años de vacas gordas, que vieron jugar a Ricardo Bochini, que aplaudieron el lujoso equipo campeón del “Tolo” Gallego, que fueron campeones del mundo, no hubiesen dudado un instante en cantarle “vos sos de la B” a un rival con las características del Independiente de Eduardo Domínguez. Y ese es el descenso más temido. Más que volver a perder la categoría. Es perder la identidad. Es convertirse en lo que nunca se quise ser. Y eso no se recupera solamente con un cambio de presidente (Moyano sigue en pie porque se judicializaron las elecciones que tenían que hacerse a finales del año pasado), entrenador o jugadores. Para salir de este pozo al que ha descendido Independiente, el trabajo será mucho más complicado. Y los socios no pueden volver a equivocarse a la hora de elegir.