En ocasión de las festividades de la grey católica, el autor aprovecha para comentar el libro de Ana María Dupey “Imágenes, altares y capillas en Loreto, Corrientes. Devociones religiosas vernáculas”.
En estos días de la Semana Mayor de la Iglesia llega a nuestras manos el libro de la doctora Ana María Dupey “Imágenes, altares y capillas en Loreto, Corrientes. Devociones religiosas vernáculas”. La autora es licenciada en Antropología, doctora en Filosofía y especialista en folklore, y como docente de reconocida trayectoria y conferencista ha participado en congresos nacionales y extranjeros e integra distintas instituciones, algunas de reconocido prestigio y otras casi ignoradas que preservan un valioso patrimonio.
La autora reconoció en una presentación que en lo personal el pueblo de Loreto y sus habitantes supieron crear en ella “una magia, un encanto que nos atrae a la gente que nos gusta y que crea un vínculo con la comunidad que hace que uno pueda abrirse al conocimiento de ese Mande Reko (esa manera de ser de los loretanos)”.
La localidad tiene sus antecedentes: en 1817, cuando un grupo de residentes en las misiones jesuíticas ubicadas en la actual provincia de Misiones, en medio de las guerras y conflictos fronterizos entre nuestros países limítrofes, ante la invasión de los paraguayos aliados a los portugueses, inician “una peregrinación dura y penosa, muy llena de privaciones”, como lo escuchó Ana Chapay, descendiente de uno de los caciques que formaron parte de los desplazados.
Esa gente llegaba con la memoria de la religiosidad popular y doméstica que le habían enseñado los padres jesuitas, a pesar del medio siglo que había pasado desde la expulsión de la Compañía en 1767. Esa vida cotidiana fue narrada por viajeros como el francés Jean Isidore Aubouin y el coronel Manuel Alejandro Pueyrredon, quien recuerda que “cada reducción o tribu marchaba como en procesión, presidida por los ancianos que llevaban los santos principales. El pueblo conducía una multitud de santitos. A la cabeza iba la música. Cada tribu tenía la suya, compuesta de violines. Los músicos son también los cantores… las carretas contienen santos, campanas u objetos semejantes, de indígenas tan fanáticos y apegados a estas cosas”.
En el capítulo segundo la autora hace referencia a la labor de los sacerdotes jesuitas en lo referente a la liturgia, a la iconografía desplegada para fomentar las distintas devociones e incluso las pequeñas imágenes para el culto doméstico, tomando Cartas Anuas y otros valiosos materiales sobre la labor de los miembros de la Compañía de Jesús. En el siguiente, dedicado a las devociones, apunta la trascendencia que se da a ciertos santos como patronos. Así, mientras que en nuestro país a San Cayetano “se lo conoce como protector del trabajo y se lo invoca para que no falte pan en la mesa, en cambio en New México es considerado el patrono de los jugadores mientras que en Italia es el santo de la providencia”. Sin dejar de mencionar a Santa Cecilia de los músicos, a San Isidro por las cosechas como patrono de los labriegos y “ante la pérdida de cosas o elección de un novio se recurre a San Antonio de Padua y las parturientas a San Ramón Nonato (en su reconocimiento es común del uso familiar de la palabra “Moncho”, para nombrar a los hijos varones)”.
En capítulo 4 trata sobre los altares domésticos que se levantan en las casas del pueblo o en las propiedades rurales, con una capilla u oratorio separado de las habitaciones de uso doméstico. Algunos de ellos los hemos visto cerca de la calle o con un tranquerín para que los que pasan puedan tener un momento de espiritualidad. Todo esto a cargo de una persona encargada no sólo de la organización del culto sino también de la de las fiestas patronales, empleo honorario que se trasmite de generación en generación o a alguien muy cercano a la familia.
El último capítulo lo dedica a la atención de los enfermos por los médicos y las prácticas devocionales. El libro de Dupey es un tratado excepcional de historia y sociología, de apasionante y amena lectura al que se le agrega además un inventario de las imágenes que se atesoran en la iglesia de Loreto y en el Museo de Arte Sacro de esa ciudad.
Seguramente gracias al profundo interés que tiene este libro, Loreto recibirá muchos turistas interesados en profundizar estos temas y bueno sería organizar en esa ciudad un Congreso o unas Jornadas para recordar la inmensa labor de los padres de la Compañía de Jesús y su presencia hasta el presente en la fe de los lugareños.
* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación