Patricia Bullrich descubrió parte del juego. Dijo desde Washington, donde terminó de ponerse el traje de precandidata presidencial en 2023, que Mauricio Macri no volverá a postularse el año próximo para regresar al poder. Claro que si se da vuelta la moneda ultra macrista, en el reverso aparece la cara de la exministra de Seguridad de Cambiemos.
“En la Argentina se está discutiendo lo que vamos a hacer. Dentro de Juntos por el Cambio cada vez hay más acuerdo en qué hacer. ¿Qué es lo que se está discutiendo? El carácter, el liderazgo de quién va a llevar adelante los cambios. En ese sentido me ven con cierta ventaja”, aseguró Bullrich en una entrevista con La Nación.
“Pato” preside el Pro por delegación de Macri y habló horas después de que su jefe almorzara con Donald Trump en su residencia de Florida. Es más, el hecho de que MM se mostrara con The Donald en una foto que hizo circular con intención, Bullrich sostuvo que ese era el dato que confirmaba que el exmandatario no buscará un nuevo mandato presidencial, como si ella necesitara esa confirmación.
En rigor, Macri está convencido de que puede jugar un rol de “primus inter pares” en la coalición opositora dejando el “huevo de la serpiente” de Patricia en una interna en la que buscará condicionar lo más posible a Horacio Rodríguez Larreta. Hoy la tendencia indica que le “mordería” el 40 por ciento de los votos en una PASO, pero “Horacio estaba igual antes de la interna con Gabriela (Michetti) y lo terminó dando vuelta”, recordó un dirigente que trata de mantener la equidistancia entre uno y otro, con poco éxito.
Ahora bien, si Macri no va a ser precandidato el año próximo, ¿podría serlo a senador nacional? “No se descarta nada”, deslizó la fuente cercana al exocupante de la Casa Rosada. Claro que no, sobre todo porque, igual que Cristina Kirchner, su antagonista no puede seguir sin fueros cuando avanzan los trámites judiciales que lo tienen preocupado: el espionaje a los familiares del ARA “San Juan”, el que tuvo como víctimas a dirigentes políticos propios y ajenos, y el del Correo, que involucra el futuro patrimonial de sus hijos.
Esta semana, HRL utilizó un ambiente descontracturado como el que le habilitó la Juventud del Pro en la Ciudad para cambiar de manera radical el tono de su discurso. “No jodamos más con la boludez de ‘halcones’ y ‘palomas’, vamos a ganar en 2023, a ver si nos hacemos cargo”, reclamó. Con un discurso a tono con el auditorio, acotó: “Se necesitan muchos huevos, y ovarios, somos demasiado correctos, a veces; rompamos un poco el molde, zárpense un poco más, no pidamos permiso”, arengó.
Debajo de la hojarasca discursiva lo que se vio fue un intento por sacarse de encima el peso notorio de la hiperactividad de Macri y Bullrich. Larreta sabe que no será un trámite la interna. Mientras que él necesita sumar afuera de la coalición opositora, ampliarla, Batman y Robin (como los bautizó alguien del círculo íntimo larretista) lo tiran para abajo. Son un lastre “trumpista” que reduce el potencial universo de votantes “hacia afuera”, en los sectores moderados, pero define con claridad la línea política, incluso acercándola a la de los libertarios, que amenazan con ser una clara tercera fuerza el año próximo que puede quitarle glóbulos rojos a una opción opositora al kirchnerismo.
Pero antes que pensar en la elección presidencial mismo, la interna del Pro primero y la de Juntos por el Cambio más tarde arden en un “efecto espejo” como arde la interna del Frente de Todos.
El gobernador jujeño, Gerardo Morales, no cree que Macri no vaya a ser precandidato pero busca terciar en la disputa de la Unión Cívica Radical por un camino heterodoxo. “Quiere ser el candidato de la unidad porque sabe que en el radicalismo va a terminar habiendo unidad, nadie va a sacar los pies del plato cuando existe la posibilidad, después de muchos años, de discutir el primer término de una fórmula. Él quiere llegar al momento de la definición lo mejor posicionado posible, como todos, vendiendo su capacidad de interlocución con los propios –que no es tanta- y con los ajenos”, relata un dirigente radical y exgobernador que se siente más comentarista que protagonista.
Esta misma semana, la ancha y fallida “avenida del medio” que en su momento impulsara Roberto Lavagna –un peronista pionero que fue funcionario de un gobierno radical– anotó un nuevo capítulo. Morales “bajó” a Salta capital para comer un asado con su excolega Juan Manuel Urtubey. Se sumaron Juan Schiaretti, el intendente progresista de Rosario Pablo Javkin, los peronistas bonaerenses Florencio Randazzo, Emilio Monzó y Graciela Camaño, y el seguramente futuro gobernador entrerriano Rogelio Frigerio, del Pro. La reaparición de los “anti grieta” parecería tener más sentido ahora que cuando Lavagna intentó vanamente romper la polarización entre el FdT y el macrismo, en 2019. Pero más para “engordar” una opción anti K que para aspirar a ser una tercera opción. Si la coalición gobernante termina implosionando, como parecen desear muchos tanto adentro como afuera, como diría Larreta el poder les “caería” en la cabeza a aquellos dirigentes que hayan podido sobrevivir a la sucesión de hechos malditos que atraviesan al país desde hace al menos cuatro años, por ser conservadores (no olvidadizos). La grieta dejaría de ser negocio, especulan los moderados.
Mientras esto está por verse, en el Pro y en la UCR velan las armas para una PASO tendrá muchos precandidatos de peso: Larreta y Bullrich, de un lado, frente a Martín Lousteau y Morales, entre otros, en la vereda de enfrente. La lista será más amplia pero en un año, cuando se lance la nueva campaña electoral, se habrán develado todas las incógnitas. La más importante de todas, en qué estado llega el FdT, si en descomposición o reformulado. Al final, esto definirá las reales posibilidades de volver al poder de JxC. ¿Una uotpía?
* Director de Gaceta Mercantil