El gran triunfo kirchnerista se verá coronado dentro de unos 30 años, cuando la enorme cantidad de colonizados culturalmente y de lúmpenes fomentados en los últimos veinte años ya tengan hijos y nietos que hayan naturalizado y multiplicado los comportamientos que hoy los caracterizan.
Néstor y Cristina representarán lo que Juan Domingo Perón y Evita en las últimas décadas, o más que ellos aún: serán como María y José, habiendo llegado al Máximo. Habrán dejado la herencia a su Jesús.
Muchos siguen creyendo que esa distopía se combate y podrá ser superada hablando con la papa en la boca, con la tilinguería de Las Lomas de San Isidro, el control de un par de diarios, canales de TV y radios con contenidos y animadores tan fanatizados como los de sus opuestos, y sin compromiso real con la sociedad, con la solidaridad. Peor, sin pensamiento colectivo ni militancia consustanciada.
El kirchnerksmo tiene épica, mística, dioses, banderas, intelectuales inspiradores, organizaciones, proyecto y planes para concretarlo, recursos, disciplina; y también, muy pocos escrúpulos.
Allí han convergido diversas corrientes políticas y sociales que encontraron que la unidad en torno a un proyecto de difuso pero de un rentable peronismo, era la mejor bandera para agitar y nuclear, aún resignando algunos de ellos antiguas convicciones, las de sus tiempos de imberbes, sin incluir, claro, la renuncia al odio y al revanchismo.
No hay tropas capaces de vencer a ese conglomerado que no sea en batallas aisladas en medio de una guerra. No las hay, al menos por el momento.
Hoy, en este caluroso domingo de verano, muchos jóvenes de las organizaciones K estarán trabajando en las villas. Los otros, jugando al golf y aburriendo con sus quejas de copetín.
Esa realidad traza una triste perspectiva que hoy aparece más o menos nítida: que esta Argentina, convertida en un país fallido, en el que quienes pueden capacitarse seguirán buscando mejores horizontes y los atrapados en las redes de la pobreza o la miseria -que lamentable y matemáticamente serán cada vez más- seguirán tributando, voluntariamente o no, a un proyecto de poder que sólo se contempla a sí mismo y no tiene alguien o algo que, en verdad, lo aceche promoviendo un cambio de rumbo confiable que ponga al país en la vía del progreso.