Uno de los aspectos más perversos de la operatoria del grupo del ex administrador de la fundación de Madres de Plaza de Mayo fue la operación para quedarse con esta escuela.

Por Julio Villalonga

Una persona clave para establecer la vinculación entre Sergio Schoklender y la escuela “Jean Piaget” es Gerardo Gotkin, quien aparece como dueño de Construyendo el futuro S.A., la empresa que en enero pasado se hizo cargo de la institución educativa.

La “ingeniería” societaria que armó el ex administrador de la fundación de Madres de Plaza de Mayo, no es difícil de seguir, según señalaron a gacetamercantil.com fuentes judiciales. Pero las acusaciones de estafa o lavado de dinero no deben fundarse con presunciones o indicios, lo que le da un poco más de margen a Schoklender para preparar una defensa o, eventualmente, desaparecer si la Justicia no avanza rápido.

Gotkin es hermano de Alejandro Gotkin, un contador que detenta el 10 por ciento de las acciones de la ahora famosa sociedad anónima Meldorek, cuyo restante 90 por ciento está en manos de Schoklender.

El cruce de operaciones bancarias y no bancarias entre Meldorek y Construyendo el futuro, más la suma de testimonios que relatan los pormenores de esas operaciones, llevarán a demostrar en sede judicial que formaban parte de un mismo grupo.

Pero el verdadero problema de la escuela “Piaget”, hoy tomada por padres y profesores, es que el escándalo por el desmanejo en la fundación de Madres tomó al dueño de la mayoría de las acciones de una de las empresas dueñas de la institución en pleno proceso de traspaso a “Construyendo el futuro”. Jorge Guiducci, de él se trata, tenía un doble papel como rector y dueño del paquete accionario de la empresa controlante de la entidad educativa. A finales del año pasado cerró la operación de venta de esas acciones a “Construyendo…”. Lo hizo con Alejandro Gotkin y un abogado que figura como asesor de la fundación de Madres, quien al menos hasta esta semana era también abogado penalista de Schoklender.

Las negociaciones fueron bastante rápidas y el acuerdo llegó por el insoportable ahogo financiero que padecía la escuela. Los nuevos dueños se harían cargo de la deuda –en especial de la impositiva–, pondrían al día los sueldos atrasados y encararían una serie de arreglos edilicios y modernización tecnológica que pondrían de pie de nuevo a la escuela.

Salvo el primer punto, que hoy no está claro que se haya concretado, durante seis meses los maestros y profesores cobraron sus sueldos en tiempo y forma, algo que hacía mucho tiempo no ocurría. Y las obras se desarrollaron en enero y febrero en tiempo récord, como el propio Alejandro Gotkin señala en un video que puede verse en YouTube.

El acuerdo con Guiducci y una decena de accionistas menores establecía que seguirían trabajando en la escuela, el primero como rector y asesor educativo, por el plazo de dos años y como empleados en relación de dependencia.

Este acuerdo está en peligro ahora y, con él, la continuidad del servicio educativo que brinda la escuela. ¿Por qué?

Porque en los últimos días, el todavía abogado de Schoklender y asesor de la fundación de Madres se comunicó con Guiducci para ofrecerle dar marcha atrás a la operación y devolverle la escuela, “pero saneada y modernizada”, según le dijo. El “grupo Schoklender” estaría dispuesto a dejar en el camino unos 5 millones de pesos, el monto de lo invertido en el último año.

Sería un acuerdo ideal para Guiducci si no fuera que por los meses en que estuvo en manos de “Construyendo…”, la “Jean Piaget” está ahora en la mira de la Justicia y de la AFIP. Y porque, quienes figuran como sus dueños, anteriores y quizás futuros, seguramente debarán acompañar a Schoklender y a los suyos en sus permanentes paseos por Tribunales.

Todos imaginan, pero hay que probarlo, que el dinero que se invirtió este verano en la escuela provino del “desmadre” que el ex administrador de Madres condujo en aquel lugar.

Por las manos de Schoklender pasaron unos 800 millones de pesos en cinco años. Parece increíble pero es así. Si algún funcionario se propuso controlarlo, no parece haber tenido éxito.

Y esta es la clave de todo, aunque desde el oficialismo se diga que el espacio que ocupa el escándalo en los medios es producto de la guerra entre el Gobierno y el Grupo Clarín. El mismo método utilizó con este portal la directora designada por Schoklender/Gotkin en el “Piaget”, María Capurro. Cuando le consultamos por mail si Schoklender había colaborado financieramente con la institución, nos señaló que era “inmoral” preguntar por la familia de un alumno de la escuela. Una psicopateada burda, de manual.

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