Si hay algo que debía manejarse con honestidad es la cuestión de la vacuna y la vacunación. Porque en ello va la vida de cientos de miles o millones de personas. Honestidad implica resignar cualquier tipo de privilegio.
Elegí deliberadamente la palabra honestidad en lugar de transparencia siguiendo un pensamiento expresado por mi tío, el sabio ingeniero Hugo Edgardo Torres, hobbista apasionado que a lo largo de su vida complementó sus quehaceres profesionales con los vocacionales, abrazando unos y otros con igual intensidad.
Artista amateur, amante del teatro y del cine; pianista, cultor del jazz y la bossa nova; fotógrafo y aventajado laboratorista fotográfico; filatelista, numismático, botánico, biólogo…Padre de seis hijos “de buen corazón, educados y cultos”, como él ha dicho. Todos ellos artistas, una médica, cuatro músicos –tres de ellos violinistas, dos miembros estables de la orquesta filarmónica provincial-; uno actor, el más antiguo de la comedia cordobesa, elenco provincial estable. Quince nietos, una bisnieta, y decenas de sobrinos, entre ellos, yo, y otras descendencias y parentelas, sanguíneas y políticas.
Hugo Torres cumplió 90 años en 2015 y su fiesta sorpresa fue como la que él hubiera querido, aunque su modestia y su perfil bajo le hubiesen impedido organizarla: con toda su prole allí, interpretando música, haciendo oír sus instrumentos afinados y sus voces educadas, entonando melodías deliciosas, como la de aquella tonada que su hijo Carlos Eugenio compuso para la Piedra Pintada, balneario de Villa Dolores, en Traslasierra, que durante seis o siete décadas nos acogió a todos los presentes, cada uno a su tiempo. Y un piano infaltable con el que nos regaló su maestría.
Por fin, sus palabras sabias, evocativas de una vida rica; habló de su familia, de sus amores, de sus obligaciones e hizo una mención final sobre estos tiempos “en que nuestros políticos, en especial nuestros gobernantes, se han olvidado de una palabra, que para ellos parece mala palabra: honestidad. Y creen que la pueden sustituir con una que para ellos es sinónimo: transparencia. No se dan cuenta de que nosotros, los tontos -nos dijo-, vemos a través de esa transparencia todos sus errores y todas sus maldades”.