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El recrudecimiento de la hiperinflación determinó a mediados de diciembre de 1989 la renuncia del equipo económico original del primer gobierno de Carlos Menem, que llevaba solo seis meses y días en funciones. Lo encabezaba Néstor Rapanelli; era el equipo de Bunge & Born. Fue entonces cuando el presidente recibió por primera vez la recomendación de establecer un programa de Convertibilidad de la moneda argentina de aquel tiempo, el austral, con el dólar, aunque esto recién se verificaría un año y cuatro meses más tarde. Lo sé porque entonces tuve un papel, menor, pero papel al fin, con acceso a la información de primera mano.
Ya aceptada su renuncia, en la mañana del 18 de diciembre, Rapanelli y su viceministro Orlando Ferreres tuvieron una breve reunión con el presidente en la Casa Rosada. En esa ocasión le recomendaron a Menem, como única alternativa para estabilizar la economía, el establecimiento de un plan de convertibilidad duradero que tenía prerrequisitos. Por entonces Domingo Cavallo era ministro de Relaciones Exteriores; Cavallo, se recuerda, fue el primer canciller de Menem.

El prerrequisito para llegar al plan de convertibilidad era “secar la plaza”; esto es, absorber mediante operaciones de mercado inducidas por el Banco Central la mayor cantidad de dinero circulante para recién después congelar el valor del dólar a un precio que representara equivalencia entre las reservas del Banco Central y el circulante.

Por entonces yo era asesor del equipo económico en materia de comunicaciones de manera informal. Digo de manera informal porque se estaba en el proceso de formalización. Me reportaba al viceministro Ferreres; al subsecretario de Coordinación Económica, Pedro Sebess –ambos, igual que Rapanelli, provenientes de Bunge & Born-, y al entonces jefe de gabinete del ministerio de Economía, Aldo Ducler.

Fue este funcionario quien aquella mañana me entregó un papel –que lamentablemente no conservé-, copia del que los exministros y el vice le llevaron a Menem. Contenía una breve y curiosa explicación del funcionamiento de la Convertibilidad. “Se lo presentamos así porque de esta manera le va a interesar y porque la concentración del presidente, en general, no pasa de los cinco minutos…”, me dijo Ducler. Su intención era que llevara esa información, absolutamente “off the record”, a la prensa.

La modalidad de la presentación a Menem fue sencilla y entretenida, aunque despojada de matices técnicos que hacían a la complejidad de la operación. Decía que había que emitir bonos para captar la mayor cantidad de pesos de la plaza hasta establecer una relación entre las reservas existentes en dólares y el circulante (creo que dinero en poder del público más encajes) y congelar allí, por ley, el valor de la divisa en una determinada paridad.

En el papel se le explicaba al presidente que el sistema monetario era como un casino administrado por el BCRA. Si le entran más divisas, puede emitir más pesos, tantos como la cantidad que resultara equivalente, a su cotización, a los dólares ingresados. Así, el Central administraba las “fichas” y los “jugadores” –el público- no podían tener más fichas que las respaldas en dólares por la banca.

El responsable de “secar la plaza” fue Erman González, ministro de Economía que sucedió a Rapanelli y que permaneció un año y cuatro meses en la función.

Cavallo recién asumió el 1° de marzo de 1991. No se dice aquí que no haya pensado que la solución para el intríngulis de entonces no fuera la Convertibilidad sino que ese plan le fue presentado a Menem por el equipo de Bunge y Born con mucha anticipación.

La Ley de Convertibilidad del Austral (la 23.928) fue publicada el 28 de marzo de 1991 y recién comenzó a regir el 1 de abril de ese año, con una relación de diez mil australes por cada dólar estadounidense para la venta. El 1° de enero de 1992 el austral fue reemplazado por el peso actualmente vigente, con la quita de cuatro ceros, estableciéndose entonces la paridad cambiaria de un peso igual a un dólar que hoy, a 29 años, y muchas crisis mediante, con enorme responsabilidad del aquí recordado plan de convertibilidad, que se convirtió en un fin en si mismo, se traduce en 150 pesos igual a un dólar.

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