De la censura en la Argentina

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¿Hay censura hoy en la República Argentina? ¿Existe en verdad un ataque de tal magnitud a una institución constitucional como es la libertad de expresión?

En la habitual columna del periodista Pablo Sirvén en el diario La Nación se incluye hoy un comentario bajo el título “La censura se viste de progre”, que se orienta a condenar la acción de los “trolls” del oficialismo en las redes sociales destinada a “amedrentar a los que protestan, hostigarlos, desprestigiarlos”. Es verdad, actúan de distintas maneras, pero siempre orquestada e inescrupulosa,  en contra de quienes difunden comentarios críticos del gobierno o de sus funcionarios.

Es, por cierto, un nuevo turno del kirchnerismo para desplegarse en esos menesteres, en los que se ha revelado ducho y fecundo durante la anterior gestión de Cristina Fernández y aún en el ostracismo. Consiste en cruzar, criticar, denostar, desvirtuar y/u hostigar a todo medio, persona o idea que se oponga al gobierno. Como bien recuerda Sirvén, el súmmum de ese ejercicio lo ejecutó el recordado programa “6,7,8”, a través de la TV pública y con réplicas en las redes.

En los años recientes, con especial énfasis en la campaña proselitista de 2019, los trolls del macrismo también tuvieron en ese sentido una actuación destacada, con una organización que aún mantienen, aunque atenuada. La Nación debe tener poco registro de eso, porque las críticas en aquel caso estaban dirigidas a otros medios. Se sabe que el inspirador de aquello fue el entonces jefe de Gabinete, Marcos Peña.      

Pero hay que tener mucho cuidado con las afirmaciones, y en especial con los titulares y las comparaciones si es que se pretende ser objetivos y no contribuir a la creación de un ánimo social que se las arregla solito para recalentarse a diario.

En la Argentina ni hoy, ni ayer, ni antes de ayer hay ni ha habido censura en los términos que la Constitucional Nacional (Art. 14, de los derechos de todos los habitantes, que incluye el de “publicar sus ideas por la prensa sin censura previa”), el periodismo y la sociedad reconocen a ese ejercicio nefasto, cuyo objetivo es oprimir los pensamientos y voces disidentes. Las expresiones de Sirvén en ese sentido son exageradas. Dice: 

– “…la oprobiosa figura del asesor literario de los canales de TV de la última dictadura militar, un burócrata oscuro que tachaba a su antojo párrafos que pudiesen resultar inconvenientes políticamente de cualquier libreto, ha renacido de manera encubierta pero con muchos bríos en las redes sociales en plena democracia”. Esto es exagerado; la acción descripta NO constituye censura alguna y compararla con lo hecho en dictadura es un despropósito.

– “… madame Anastasia, esa vieja arpía y pacata munida de enormes tijeras, alegoría de la censura que dibujó André Gill en la Francia de 1871, y a la que se evocaba en los tiempos de prohibiciones y retos autoritarios, ha retornado disfrazada perversamente de progre y de intelectual esclarecida, para disimular que viene con las mismas ínfulas de antes a castrar a quien diga o escriba algo que fastidie al poder central”.  Esto es definitivamente falso. Replican, contestan, ofenden, puede que amedrenten, pero NO hay nadie censurando a, ni en los medios.

– “… Con gran entusiasmo se han propuesto llevar adelante un remedo de la tareas de aquellos coroneles y capitanes de navío que tachaban nombres, temas musicales, películas y cuanta expresión pudiese rozar y cuestionar las metas del tenebroso Proceso de Reorganización Nacional”.   Esta es una comparación absurda, provocadora…, por no ser más duro en la calificación, como merece.

Si esas cosas estuvieran ocurriendo en la Argentina, Sirvén no habría escrito esta nota. La acción de los “trolls”, de uno y otro lado, parte constitutiva de la grieta que está hundiendo a la Argentina, es en verdad despreciable. Asimismo, no me caben dudas de la mala orientación del gobierno, ni de la vocación autoritaria de su mentora, la vicepresidente Kirchner, pero jamás se llegó a los extremos que sugiere Sirvén, propios de una dictadura.

Es posible que, sin ánimo de hacerlo, el autor esté sirviendo a un próximo argumento de la oposición sustentado en la victimización con argumentos falaces.  

Por último, para saber diferencia entre una cosa y otra. La censura es un acto coercitivo destinado a impedir que terceros publiquen o difundan informaciones o ideas contrarias a las del poder. La censura se ejerce a través del poder, de la autoridad; es una imposición que va acompañada de la idea de un castigo, de una mortificación para quien la incumpla; de una amenaza. No se puede ejercer censura si no se dispone del palo o al menos si no se impone en la sociedad el imaginario de que habrá palazos para quienes la violen.

La censura puede ser ideológica, moral, estética, por así decirle, pero siempre ejercida desde el poder, que tiene la particularidad de ser de alcance abarcador. Este ejercicio es propio de las dictaduras y/o de autoritarismos pero, por lo menos hasta ahora, desde hace muchos no se ha configurado en la Argentina. Por eso, no es bueno andar agitando fantasmas.

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