En llamas

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Millones de hectáreas siguen ardiendo en California, Washington y Oregon (los tres estados que comparten la costa del Océano Pacífico), al menos 29 personas han muerto y decenas están desaparecidas en los peores incendios forestales de las ultimas décadas, pero quien realmente está en llamas es Donald Trump.

Cuando faltan 50 días para unas elecciones que probablemente decidan el futuro por décadas de los Estados Unidos y buena parte del mundo, Trump no ha logrado descontar seriamente la diferencia que su rival demócrata Joe Biden le lleva en todas las encuestas, lo que hace prever que las próximas semanas serán escenario de una de las batallas electorales retóricamente mas violentas que se tenga memoria.

Y como están las cosas, la violencia puede no ser solo retórica.

Este sábado, al subir al escenario de un mitin en Nevada, Trump no dudó en afirmar que ahora puede ser “realmente cruel”. Lo dijo enojado por un anuncio de la campaña demócrata que subrayaba unos comentarios suyos, que han sido divulgados recientemente, y en los que que mostró desprecio por los soldados estadounidenses muertos en diversas guerras.

Obviamente, la declaración -o amenaza- de Trump, que en casi cuatro años de gestión jamás se ha visto preocupado por el efecto corrosivo de sus palabras, fue recibida con absoluta aprobación por parte de la multitud reunida para escuchar al presidente.

El aviso opositor se basa en unas afirmaciones divulgadas en un articulo en la revista The Atlantic publicado el 3 de septiembre, en el que varias fuentes revelaron que el mandatario se había referido en varias ocasiones a los soldados muertos en combate o capturados como “perdedores”, cita que después fue confirmada por otros medios periodísticas.

Trump incluso llegó a afirmar que “tiene derecho” a un tercer mandato -algo que prohíbe la Constitución- porque ha sido “maltratado” por la prensa y los demócratas.

Sin reparar en formas, el inquilino de la Casa Blanca, que según CNN “durante mucho tiempo ha disfrutado de su papel de divisor que acumula poder creando un clima de miedo”, pasó a describir a su oponente, Joe Biden, como mentalmente “fusilado” y un títere de la “izquierda radical”, para pasar a acusar a los demócratas de intentar “encerrar a los estadounidenses que cumplen la ley en sus hogares durante la pandemia mientras luchan contra Dios, las armas y el petróleo”.

“En ningún momento antes ha habido una elección más clara entre dos partidos o dos visiones, dos filosofías, dos agendas para el futuro. Nunca ha habido algo así”, afirmó Trump. Y para que no queden dudas de dónde esta parado en una elección que, si fuera hoy, perdería probablemente por amplio margen, agregó que los demócratas “están tratando de manipular esta elección, porque es la única forma en que van a ganar”.

Como Biden sigue encabezando las encuestas (por márgenes mayores a los que en este momento de la campaña electoral llegó a tener Hillary Clinton contra el propio Trump, en 2016), pese a la artillería pesada que Trump y los republicanos han lanzado contra el campamento demócrata, analistas y asesores del presidente empiezan a ver que les queda poco tiempo para revertir la tendencia que hasta ahora no les resulta favorable.

Trump sabe que no necesita una amplia mayoría de votos para ganar. De hecho, es presidente habiendo obtenido 3 millones de votos menos que Clinton gracias al sistema indirecto -y poco democrático- por el que se elige al primer mandatario en este país.

Pero el desmanejo de la pandemia de coronavirus, que se acerca a causar 200.000 muertos y quizás más para el día de la elección, el 3 ce noviembre, la crisis económica derivada precisamente de la misma inoperancia para controlar al virus y las protestas sociales por la siempre latente tensión racial que existe desde hace siglos, le están pasando la factura a un hombre del que hasta su hermana ha dicho que no está preparado para ocupar el Salón Oval.

La beligerante retórica de Trump en su acto de este sábado no sólo reveló su enojo frente a una situación que hasta ahora no puede revertir, sino que es emblemática de su estrategia política desde que se postuló a la presidencia en 2015.

Este domingo, en un articulo de opinión, CNN señala que “su aceptación de la división y la discordia ahora parece haber impregnado todos los aspectos de la vida de los estadounidenses, desde el fútbol hasta el simple hecho de usar un barbijo, mientras que, al mismo tiempo, ha tratado de subyugar algunas de las agencias gubernamentales más independientes a sus deseos políticos”.

SI bien este 11 de septiembre, 19 años después del atentado contra las Torres Gemelas, hubo un pequeño símbolo de unión nacional, al día siguiente el presidente ya estaba acusando a Biden de querer “acabar con los suburbios” y someter al país a los designios del marxismo internacional.

Y para colmo, este martes saldrá a la luz el libro de Bob Woodward -el periodista de The Washington Post que junto a Carl Bernstein develó el escandalo Watergate, que le costó la presidencia a Richard Nixon-, que entre otras cosas revela que Trump conocía la gravedad del virus pero eligió mentir y decirle a la gente que era casi una gripe.

Y en este caso ni siquiera puede argumentar que Woodward cita a fuentes anónimas sino que él mismo -en 18 conversaciones grabadas con el autor y ya difundidas- dijo que buscó disminuir el real impacto del virus “para no crear pánico”, sin reparar que entre crear pánico y mentir lisa y llanamente hay una larga lista de opciones.

Es obvio entonces que, cuando no pasa una semana sin que tenga que responder alguna nueva revelación que muestra su incapacidad, mendacidad, racismo o falta de idoneidad, Trump haya decidido quitarse los guantes y, como él mismo dijo, sentirse libre de “ser realmente cruel”.

Sí, Trump está en llamas. Y arden los Estados Unidos.

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