Aquel cronista que destapó el caso Watergate vuelve a demostrar con su libro sobre Trump que sigue siendo una institución del periodismo.
“Todos los presidentes hacen un libro con Bob Woodward, todos le dan un montón de entrevistas y luego todos se arrepienten. Este es probablemente uno de los peores casos”, afirmó el estratega republicano Karl Rove tras publicarse los primeros extractos de “Rage” (“Ira”), la segunda obra de Woodward sobre Donald Trump que fue elaborada con su inestimable colaboración.
Nadie más indicado que el actual presidente –enamorado de la fama, con una relación adictiva de amor y odio hacia los medios– para caer en las redes de Woodward, el periodista más deseado por las esferas del poder en Washington, la firma más irresistible desde que siendo un joven cronista de la sección local del diario The Washington Post destapó junto con Carl Bernstein el escándalo del Watergate, que provocaría la renuncia de Richard Nixon, en 1974.
Nunca ha dejado de ser venerado, pero generaciones posteriores de periodistas discrepan de su árido y seco estilo, su gusto por detalles irrelevantes para la historia y su dependencia de fuentes anónimas; la falta de contexto e interpretación (“cualquier actividad cerebral medible está ausente” en sus textos, escribió Joan Didion en 1996 en New York Review of Books) y, sobre todo, su cercanía al poder. De ser un insider, ha devenido en un sujeto de la historia. Él mismo ha contado que una vez frenó una exclusiva de su diario porque la CIA se lo pidió.