Herr Alexander, un mago alemán en 1851

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Pasó por Buenos Aires en 1851, cuando declinaba el gobierno de Rosas. Impresionó a vastos públicos y hasta engañó a Morse.

A finales de octubre de 1851, La Gaceta Mercantil anunció que se presentaría en Buenos Aires, en el teatro La Victoria, el mago alemán Herr Alexander, que venía de desarrollar una exitosa gira en Santiago de Chile. Los tiempos no eran los mejores en la ciudad, el gobierno de Juan Manuel de Rosas trastabillaba y el general Justo José de Urquiza encabezaba la oposición formando un gran Ejército, incluso en propia Gaceta se estaba publicando una serie titulada “Biografía de un traidor” en la que se detallaba la vida del gobernador de Entre Ríos.

Sabemos que Herr Alexander, tal su nombre artístico, se llamaba Johann Friedric Alexander Heimburger y había nacido en Münster, Alemania, el 4 de diciembre de 1819. Desde temprano lo atrajo la magia, sin embargo, por aquello que nadie es profeta en su tierra no tuvo mucho éxito, pero lo que le había sido retaceado allí se le dio en abundancia en Estados Unidos, donde llegó a actuar en 1845 en la Casa Blanca ante el presidente James K. Polk. Dos años más tarde fue mandada acuñar por sus amigos una medalla en su honor recordando su actuación en Nueva York, cuya foto ilustra este artículo. El periódico New York Tribune publicó una nota sobre Heimburger en traje chino haciendo su espectáculo en grandes cuencos de agua. Entre otros, como veremos, se le acercó el famoso inventor Samuel Morse.

Tal éxito y los buenos recursos que obtenía (en Estados Unidos cobraba 50 centavos de dólar por espectador) lo animaron a iniciar en 1851 una gira por Santiago de Chile, Buenos Aires y Montevideo. En junio se encontraba en la capital trasandina, donde se presentaba en el Teatro de la Opera, porque el 14 de junio de ese año el diario El Mercurio anunciaba que “La función que el mago alemán Herr Alexander había anunciado para el jueves pasado y que se suspendió por causa del mal tiempo, se efectuará mañana si el tiempo lo permite. En ella ejecutará la admirable prueba ‘El Niño Suspendido en el Aire’, y se nos asegura que será por la última vez”.

Lamentablemente pocos datos tenemos de su presentación en el teatro porteño, conocido como De la Victoria por estar ubicado en esa calle (hoy Hipólito Yrigoyen), entre las actuales Tacuarí y Bernardo de Irigoyen.

De su presentación en Montevideo queda el testimonio de José Bergés, enviado diplomático del gobierno del Paraguay a esa capital, quien dejó este recuerdo en su diario:  “Asistí por la noche al teatro por ver las pruebas que hacia el ponderado mágico alemán; á las 9 comenzó la función y mostró tantas habilidades (naturales) que si hubiera existido la Inquisición, no sale del teatro sino para ir á la hoguera”. Seguramente se refería a una escena en la que hacía levitar a un niño.

El éxito en Montevideo, a pesar del comentario de Bergés, fue un éxito. Otro diplomático, en este caso Honorio Hermeto Carneiro Leao, representante de Brasil, destacó en las memorias de su misión en el Río de la Plata el éxito de Herr Alexander, quien pasó luego a la capital carioca y fue tanta su nombradía que fue invitado a presentarse en el Palacio Imperial de Petrópolis ante Don Pedro II y su familia. Vale decir que hablaba además de su lengua natal, perfectamente el inglés, el castellano y el portugués.

Este artista tuvo una larga vida e hizo tal fortuna que se retiró de la actividad en 1854.  En 1903 y 1904, el joven Harry Houdini lo visitó largamente en Alemania, donde escuchó a Heimburger sus relatos y anécdotas. Lo impresionó tanto que comentó esas reuniones en su libro, “The Unmasking of Robert-Houdin”. Y Herr Alexander le tomó tal simpatía al futuro y reconocido mago, que le regaló muchos programas mágicos raros.

En su libro cuenta Houdini: “Alexander  me contó un ex­traño truco con el que engañó al propio inventor del telégrafo, Mor­se. El truco se llamaba ‘El espír­itu de Bell’. La electricidad era algo que aún los ilusionistas no habían empezado a utilizar Ale­xander tenía una campana de cristal de gran tamaño y de un as­pecto elegante que colocaba en cualquier lugar y sonaba a la or­den del mago. Al ver el juego, Morse, se quedó desconcertado, de hecho, estaba convencido de que Alexander había descubierto algu­na ley desconocida de la naturale­za y que esta podría ser de ayuda a sus inventos. Alexander, sin em­bargo se negó a explicarle el truco, que era de su propia invención. El método para realizarlo es tan in­teresante que voy a contarlo tal y como me lo explicó a mí su propio creador. El secreto consistía en una pequeña ave que había sido entrenada para saltar de un pel­daño a otro de una escalera pe­queña, las ordenes se le daban ondeando un palo o vara que el pájaro podía ver desde donde esta­ba encarcelado; cada vez que sal­taba de un escalón a otro, el leve peso del pájaro lanzaba un reten que a su vez hacía mover el marti­llo de la campana contra el cristal. Después de hacía volver al pájaro al primer peldaño en donde espera la señal para volver a bajarlo y hacer sonar la campana. Según me comentó el ave se lo había comprado a un adivino callejero que lo usaba para que cogiera los sobres de la fortuna que estaban dispuestos en distintos peldaños de una escalera”.

Herr Alexander falleció en su ciudad natal el 25 de julio de 1909. Este año se cumplió el centenario de su nacimiento y, de este modo, hemos querido evocar a un artista alemán que llamó largamente la atención y con éxito renovado en esta parte de la América del Sur.

* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

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