El entrenador terminó su exitoso ciclo con un triunfo sobre Tigre 2-0 y se quedó con el Trofeo de Campeones.
“La despedida de Coudet”, se leía y se escuchaba por allá y por aquí. Casi como si la posibilidad de sumar otra estrella al pecho del hincha de Racing pasara a un segundo plano. Claro que se festejó el título en la platea y popular copada por los hinchas de Avellaneda. Y que fue una fiesta la vuelta olímpica, que el plantel llevó tan cerca como se pudo de esas tribunas que les devolvía el grito que todos quieren escuchar: “!Dale campeón!”.
Con ese himno en los oídos, se fue Eduardo Coudet del estadio José María Minella y también del club en el que anduvo a los mimos con la gloria, con dos títulos en dos años y 73 partidos. Una racha que, dijo, reclamaba cerrar el ciclo.
Por eso esta partida rumbo a Inter de Brasil, a regañadientes de la dirigencia que acaba de elegir a Sebastián Beccacece como nuevo director técnico.
El entrenador pisó el césped con ese uniforme en que ha convertido su jean y chomba negra, abrochada hasta el último botón. Pero con un bonus track que ameritaba para la ocasión: la misma bufanda negra que lo acompañó en el título de Superliga. ¿Por el frío de la tarde/noche marplatense? Nada que ver. Pura cábala. Y la tuvo que rescatar de manos de Roberto Torres, el dirigente al que se la había prometido y regalado en caso de que aquella campaña se cerrara con otra copa para la vitrina del club.
Se abrazó con Néstor Gorosito, anoche su rival y alguna vez compañeros en San Lorenzo. Hubo sonrisas y gestos de amistad antes del pitazo inicial. Desde entonces, Coudet permaneció de pie, junto a la raya de cal y casi siempre fuera del corralito que le marca sus límites.