Creer en el milagro cuando la razón lo niega

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La realidad cambió con un vértigo que, da la impresión, pocos percibimos. Las viejas categorías de análisis de la política parecen anquilosadas y crujientes frente a la irrupción de las redes, las “fake news”, la dedicación profesional para influir en esas redes sociales y la aparición llamativa de un componente religioso que no deja de sorprender por su crecimiento e incidencia.

Si se me permite la digresión, una ligera observación a los motivos del crecimiento descontrolado de la iglesia electrónica debería llamarnos la atención. Tal vez la razón debería alertarnos sobre la imposibilidad de los milagros y, sin embargo, la iglesia electrónica es la multinacional más poderosa en este negocio. La actividad de estos señores bien vestidos, con acento portugués, con templos imponentes y discurso cadencioso, crece y se enriquecen como en ninguna otra actividad lucrativa. Crecen también en poder, estrategia, organización y todo sin flancos débiles.

Ha reverdecido algo tan humano como la vida misma, la necesidad de creer en algo superior, en algo divino, sin fundamentos, el conocido pensamiento mágico. Atención personalizada e individualista que termina aceptando como cierto que el salario va a mejorar con un 60% de inflación y un 11% de desempleo.

Simultáneamente esa iglesia electrónica fagocita a las iglesias tradicionales, desgastadas en sus propias miserias, y crece territorialmente vendiendo milagros a quienes ya no tienen nada que perder. Se desarrollan desde los sectores más desamparados hasta llegar a una clase media emprobrecida y maltratada. Esta iglesia electrónica es una perfecta construcción de poder territorial tan terrenal como amenazante.

Si “The Truman show”, esa comedia interpretada por Jim Carrey, se hubiese filmado en Brasil y hubiesen necesitado un presidente, seguramente el casting lo habría ganado Jair Bolsonaro.

Un hombre común, apenas formado en la escuela elemental, patotero y mal educado, llamativamente ignorante, es hoy presidente de la hermana República Federativa de Brasil gracias al poder político y territorial de los pastores de la iglesia electrónica.

El importante porcentaje del 40% obtenido por Mauricio Macri en estas últimas elecciones se convierte en un alerta del mismo fenómeno. La razón niega el milagro como el hecho de estar desempleado niega el empleo y sin embargo el miedo al desempleo no evitó que tantos crean en quien mintió compulsivamente. Eso, más el discurso del odio visceral inculcado contra el peronismo, lograron lo que llaman una derrota digna.

Como sea, perder por 8 puntos en primera vuelta después de escasos tres años y nueve meses de gestión de gobierno, no hace lugar a mucho consuelo. En “Intratables”, ese programa televisivo de entretenimiento pude escuchar a Juan Pablo Baylac que, además de defender el espantoso gobierno de Fernando De la Rúa, tuvo el descaro de afirmar que “el 60% de la sociedad votó contra Alberto Fernández”…Señor Baylac, el 60% de esta sociedad votó contra su gobierno. No gobierna AF hasta el 10 de diciembre, quien gobierna el país es Macri. El super cepo lo impuso Macri, el 60% de inflación lo deja Macri, el aumento al 11% de desempleo lo logró Macri, los más de 4 millones de pobres son consecuencia del gobierno de Macri y, lógicamente, de su partido la Unión Cívica Radical. Cómo no van a aumentar las tarifas de electricidad si a usted y a todos los funcionarios de esa alianza de gobierno le faltaron luces.

Estoy muy lejos de la pretensión de sentirme dueño de la verdad, solo intuyo y alerto que algo está cambiando en nuestra sociedad.

Hoy escuchaba a Amalia Granata en el mismo programa de televisión hablar mal de todos los gobiernos que había conocido y lo justificaba con que había nacido en 1981.

La futura legisladora provincial en Santa Fe no puede ignorar que a pesar de su juventud debería, cuando menos, saber algo de la historia política de nuestro país. Que la película no comenzó con su nacimiento y que ella tiene una responsabilidad pública que la obliga a esforzarse intelectualmente para cumplir con ella. No es la única. A quienes fueron legisladores, como fue mi caso, y nos apasionábamos con buscar fundamentos e inclusive leer los discursos legislativos de Lisandro de la Torre, Roque Sáenz Peña, Indalecio Gómez, Nicolás Calvo y tantos otros también contemporáneos, nos motivaba el interés de crecer en conocimientos, de formarnos políticamente. Tuve la enorme fortuna de aprender historia y conceptos propios de los prohombres de nuestra Patria y de muchos otros más preparados que yo, que nos dejaron un sentido de la vergüenza para cuidarnos de no hablar estupideces.

Decía Groucho Marx: “Es preferible permanecer en silencio y parecer un tonto, que hablar y confirmarlo”.

No hay tantos prejuicios para evitar esas situaciones en muchos de los políticos actuales. Especialmente en aquellos que por haber sido chicos ricos egresados del Colegio Newman modulan mejor el inglés que el español.

Uno tiene la impresión de que la distorsión emocional ha ganado un espacio definitivo en la vida política argentina. Quizás no se pueda evitar, quizás en esta era de la posverdad se defina el futuro de los pueblos más allá de toda razón. Todo cambia a una velocidad vertiginosa, el mundo nos da ejemplos cotidianos de eso y nosotros no somos ninguna excepción. A la vista está que su realidad es la que usted quiere que sea, en tanto lo permita.

La fórmula Fernández-Fernández ganó con claridad y por más de 8 puntos en primera vuelta. Un resultado similar al que se esperaba en las PASO, punto más, punto menos.

Si mal no recuerdo, en el oficialismo aventuraban un “empate técnico” y muchos en la oposición esperaban una diferencia de 10 puntos a favor de AF. Pocos esperaban una diferencia tan humillante a favor del Frente de Todos.

Finalmente, el resultado electoral del 27 de octubre puso las cosas en su lugar y finalizó como uno hubiese esperado en las Primarias del 11 de agosto. Una victoria contundente de Alberto Fernández y Cristina Kirchner en primera vuelta. Una derrota que no tiene nada de decorosa para Macri. Así es la democracia, unos ganan y otros pierden.

Abundan los análisis sobre estas elecciones y prevalecen en los medios de comunicación hegemónicos aquellos que no dejan de adjudicar a Macri una elección con algún mérito. Ciertamente, un 40% de los votos no pareciera un resultado menor, salvo al momento de considerar que es en primera vuelta y con una polarización propia de un ballotage. Y sin intención de caer simpático, sino más bien disruptivo, hay cuestiones en las que no siento que sea el momento de palabras políticamente correctas. Estamos inmersos en la mediocridad y la ignorancia. Estoy casi definitivamente convencido de que, salvo un cambio sustancial en las políticas educativas, en unos treinta años seremos definitivamente una sociedad ignorante. Profesionales ignorantes, pobres ignorantes, técnicos ignorantes y naturalmente políticos ignorantes.

Dentro de no mucho tiempo la historia se reducirá a los últimos veinte años, los héroes de la Patria serán sombras en libros sin mucho desgaste y nuestra identidad se desvanecerá en el individualismo global. Se impondrán las instantáneas y no habrá quienes analicen con interés los procesos. La desigualdad en la distribución de riqueza se profundizará, el conocimiento será accesible para muy pocos, las formas de producción cambiarán a ritmos imposibles de asimilar por los seres humanos. Los valores morales aceptados hasta ahora caerán en una amoralidad ingobernable.

Basta solamente con proyectar los contenidos y niveles de formación de los alumnos de la escuela secundaria, compararlos con los avances tecnológicos, la riqueza necesaria para adquirir esa tecnología y el extendido desinterés en aquellas cosas que son definitivamente trascendentes para la sociedad, como por ejemplo el ambiente y los recursos naturales.

Nada será como pudo haber sido mientras la fe en el milagro le gane a la razón y la pacatería al interés y al esfuerzo. Que Macri diga “sí, se puede”, cuando todos ven como tiemblan los empleos, como se acerca la pobreza y a pesar de ello lo voten contra su propia razón, demuestra que no estamos bien.

Recordemos que los grupos sociales sí se suicidan. En Guyana, en 1978, inducidos por el pastor Jim Jones, 919 personas se suicidaron. Todos ellos, en algún momento dijeron “sí se puede” y le creyeron a su pastor a pesar de la razón. La política y las cuestiones de Estado no son profesión de Fe, deben ser razón pura. La democracia no es una forma de vida, es un sistema de ordenamiento del Estado y su gobierno.

Alberto Fernández tiene una enorme y casi excluyente responsabilidad, además de administrar el Estado. Educar a una sociedad que merece poder salir del país maldito al país que podemos ser. Por nuestra identidad y por nuestra dignidad.

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