La falta de coordinación en el mensaje kirchnerista sigue complicando a Alberto Fernández cuando faltan dos semanas para las PASO; la economía continúa sin dar oxígeno al Gobierno.
El gran problema del kirchnerismo aflora cuando se empeña en imitar la peor caricatura de sí mismo.
Al candidato y jefe de campaña Alberto Fernández le está costando cumplir la misión que le encomendó Cristina Kirchner al designarlo, consistente en ofrecer un proyecto amigable para un sector de la población con el que ella no consigue conectar. En contra de lo que debiera ser la campaña de quien va ganando en las encuestas, el postulante opositor vive a la defensiva , incapaz hasta ahora de encarrilar qué dice y hace el Frente de Todos en los días decisivos.
La aparatosa irrupción de Aníbal Fernández, reducido a precandidato a concejal de Pinamar, expuso como pocas veces el punto flaco. La canchera liviandad con que habló del femicida múltiple Ricardo Barreda para descalificar a María Eugenia Vidal resultó otra carga de fuego amigo para Alberto. El resto estaba escrito en las pirámides: el macrismo hizo fila para llorar la ofensa en público, mientras celebraba en privado. ¿Podía pedir algo más que la reaparición del exministro que en 2015, lastrado por su mala imagen, propició el suceso de Vidal?