La carrera Buenos Aires-Caracas quedó en la historia como una de las competencias más espectaculares. El autor rescata una notable anécdota de aquel Gran Premio de la América del Sur.

Ricardo Lorenzo “Borocotó”, especialista Nº 1 en automovilismo, la gran pasión de la época junto con el fútbol, era particularmente entretenido y a la vez didáctico en sus comentarios y anécdotas publicadas en “El Gráfico” o, como lo escuché yo varias veces, contadas personalmente. Con seguridad fue el tipo más popular en los caminos y pueblos de todo el país; su cara rotunda y sonriente abría la puerta de cualquier casa, porque “El Gráfico” además era una presencia vigorosa en los hogares, y como demostración, en las semanas de las grandes carreras de TC, la venta superaba largamente los 200.000 ejemplares. No había peluquería desde Ushuaia hasta La Quiaca que no tuviera la revista en una mesita junto a las sillas de espera. Su fama se estiraba a todo el continente, especialmente a partir de sus comentarios sobre un hecho especial: el Gran Premio de la América del Sur, que lógicamente conmovió las rutas sudamericanas, en 1948.

El estilo de Lorenzo, que escribía como sentado a una mesa de café, pero sin perder su apostura, buscaba siempre revelar la faceta personal de los pilotos y encaraba los grandes premios de Turismo de Carretera como una aventura cargada de ribetes anecdóticos. Recogía confesiones que sólo él podía transmitir a todo el mundo con certera puntería. Es decir, recreó toda su vida personajes que existían, pero que en aquella época sólo podían trascender a través de su pluma en esa revista que llegaba a todos los pueblos de habla hispana. De entre sus centenares de historias de rutas –también usaba los caminos para comentar el ciclismo– extraigo una que revela su expresividad y la característica de los personajes de aquella época tan grata de las competencias deportivas. Ocurrió en 1948, en oportunidad de correrse aquel Gran Premio, carrera de TC a la que se recuerda como “La Buenos Aires–Caracas”. Los protagonistas del vivaz relato fueron el notable Oscar Gálvez, “El Aguilucho” (1913-1989), de gran popularidad, y Domingo Marimón “Toscano”, curioso ganador de la general de 14 etapas sin haber triunfado en ninguna (+).

Y contaba Borocotó:

“… Oscar, el gran candidato, estuvo a punto de ganar el trayecto de ida, pero al final venció Marimón, porque el arribo del ‘Aguilucho’ a la capital venezolana fue considerado antirreglamentario. Su desempeño, de todas maneras, fue excepcional: ganó siete etapas. A todo esto habrá que sumarle el inolvidable trabajo cumplido en el retorno, de Lima a Tacna, donde había largado en el puesto 49, a 8 minutos del puntero Marimón.

– Esta etapa la gano yo – había dicho Oscar, con esa sinceridad demoledora que muchas veces no es bien interpretada por quienes lo escuchan. Y lo cierto es que a los ciento cincuenta kilómetros de marcha, Pedro Duhalde (copiloto de Marimón) tuvo que advertir a su piloto, en plena noche peruana:

– Viene el Flaco…

– No puede ser.

– Viene el Flaco. Lo conozco porque tiene el farolito arriba del techo.

Y de inmediato Oscar los pasó como una bala.

Esta etapa la gano yo, había dicho en Lima y a quienes quisieran oírlo. Y las ganaba porque quería ganarlas, porque jamás en su vida buscó tanto un triunfo, porque después de las discusiones habidas en Caracas pretendía ganar indefectiblemente esa etapa y la carrera de regreso.

– Yo andaba fuerte –me contaba Marimón en Tacna– cuando Duhalde me anunció que venía Tito. Era de no creer, de verdad. Sin embargo me había pasado a los ciento cincuenta kilómetros y tras largar ocho minutos después que yo…” 

(+) Los ganadores de etapas fueron Oscar Gálvez, 7; su hermano Juan, 5; Juan Manuel Fangio, una; y Víctor García, una.

* Periodista emérito