Macri, a todo o nada

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Decíamos semanas atrás que uno de los “preceptos” que buscaba imponer Macri era “no desdoblarás”, en relación a las elecciones, ya manifiesto desde su retiro veraniego en el sur patagónico, apostando al todo o nada en la polarización con Cristina Kirchner, que al día de hoy es la que sigue aglutinando más intención de voto en el universo opositor.

El gobierno macrista impuso la obediencia a la gobernadora Vidal en la unificación de las elecciones, al igual que al jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Todo junto: Nación, Provincia y Ciudad, buscando así la tracción de votos hacia arriba que necesita Macri por parte de la gobernadora, con una imagen superior y más sostenida que la del Presidente.

Los gobernadores radicales, como Alfredo Cornejo y Gerardo Morales, llamados también a subirse al tren de la “unificación”, han dado como respuesta, en el caso de Mendoza, y suponemos que Jujuy seguirá igual camino, el desdoblamiento de la elección. Vale recordar que Mendoza es la única provincia donde no existe la reelección, una muestra de calidad institucional que la diferencia del resto del mapa, que ha sucumbido en mayor o menor grado al deterioro republicano sobre la alternancia del poder. En particular merecen ser observados los feudos como Santiago del Estero, la Formosa de Insfrán —con más de veinte años en el poder—, o San Luis, donde hoy se vive la comidilla de los hermanos Rodríguez Saá por la puja de quién será el candidato a gobernador; el último caso, el de La Rioja, con su veraniego plebiscito, es una muestra más de la decadencia institucional argentina.

Volviendo a Cornejo, quien es a su vez el presidente de la UCR, junto con Morales pueden desdoblar ya que siendo parte de Cambiemos, integran el radicalismo, mientras que Vidal, por su pertenencia al PRO, debe obediencia a su jefe político y no pudo separar la elección, como le aconsejaban muchos de sus más cercanos colaboradores.

La decisión es, de por sí, riesgosa, ya que puede salirle bien al oficialismo como no. El desdoblar tenía una ventaja consistente en que liberaba a muchos intendentes del peronismo no kirchnerista, que de lograr su reelección municipal y asegurados sus intereses políticos, podían dejarla a Cristina en solitario para la campaña en sus distritos. Al ir unificados, esta situación los obliga a batallar por ellos y por la expresidente en los territorios donde ella tiene mayoría de intención de voto y en los cuales el corte de boleta es una sofisticada e inusual práctica.

Desde los primeros días de enero, cuando se hicieron sentir los cacerolazos y ruidazos, bautizados “a posteriori” en barrios de clase media contra el ajuste, la inflación y los tarifazos, sosteníamos que esos sectores habían constituido una pieza clave en el triunfo de Cambiemos. Valga como ejemplo Caballito, donde Macri se impuso por el 55% de los votos. Hoy ese ánimo está resquebrajado ante la falta de reflejos políticos del gobierno, algo llamativamente preocupante para sus propios intereses. En la semana donde más cortes de luz hubo, perjudicando a unos 400.000 usuarios, anunciar el aumento en la tarifa eléctrica es realmente una acabada muestra de que la realidad se observa desde el gobierno a través de un grueso vidrio oscuro que distorsiona en alto grado la visión, afectando a su propia base electoral. Un tiro en el pie autoinfligido.

Frente al dramático presente de Venezuela, en política exterior ha jugado bien el gobierno, aunque el caso no es esgrimido internamente como ariete por el oficialismo para enrostrarle al kirchnerismo su socio ideológico y de negocios turbios durante un decenio; tampoco se ha resaltado que, mientras miles de venezolanos exiliados en el país se manifestaron la semana pasada en apoyo al presidente interino Juan Guaidó, argentinos como Luis D’Ellía y Juan Grabois, asiduo contertulio del Instituto Patria y autopromovido jefe de campaña de Cristina, junto a organizaciones sociales y políticas cercanas al kirchnerismo, se manifestaron frente a la embajada de Estados Unidos en apoyo al usurpador Nicolás Maduro. La falta de reflejos y arrojo político del oficialismo asusta por su carencia de reacción.

Hoy, tan solo cambiante por un milagro, en octubre habrá segunda vuelta en un final abierto y reñido como en 2015, con la diferencia de que hace cuatro años el kirchnerismo estaba desgastado y Macri era la esperanza, tanto en lo político como en lo económico.

Al presente, los desencantados se suman de a muchos, lo que no implica que vayan a votar por la viuda de Kirchner en su totalidad ni mucho menos, pero sí constituyen un gran interrogante difícil de predecir hoy.

El peronismo alternativo no encuentra aún un rumbo claro y solo Pichetto, Urtubey y Schiaretti han sido firmes en su no aceptación de CFK como socia política. El resto cavila en un silencio oportunista o a voz en cuello, como Manzur o los Rodríguez Saá, pero no rechazan la confluencia con la líder de Unidad Ciudadana. Todo se erige como una gran incógnita política, mientras la economía golpea a las franjas medias sociales de manera impiadosa.

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